Lo que tienen que saber los padres sobre la explosión de casos de desórdenes alimenticios en adolescentes
La pérdida de las rutinas, la falta de contención emocional, el aburrimiento y la mayor exposición a las pantallas figuran entre las principales causas del crecimiento de estos trastornos
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NUEVA YORK (The New York Times).— Como psicóloga que trata a adolescentes, soy muy consciente de lo extendidos que están los desórdenes alimenticios entre los más jóvenes. Así y todo, estoy consternada por el profundo empeoramiento de esa situación durante la pandemia.
Según la psicóloga Erin Accurso, directora clínica del programa de desórdenes alimenticios de la Universidad de California en San Francisco, “el año pasado explotó el ingreso de pacientes”, con la internación de más del doble de adolescentes que antes de la pandemia, y la atención de pacientes ambulatorios sufrió un desborde similar: “Los prestadores de salud no están aceptando pacientes nuevos, o tienen listas de espera de hasta seis meses.”
La demanda de tratamiento por desórdenes alimenticios “excede ampliamente la capacidad de poder cubrirla”, dice el epidemiólogo S. Bryn Austin, profesor de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan e investigador científico en la División de Adolescentes y Jóvenes Adultos del Hospital de Niños de Boston. “Escucho lo mismo de mis colegas de todo el país”, dice Austin.
De hecho, hasta las líneas de apoyo telefónico están colapsadas: las llamadas a la línea de emergencia de la Asociación Nacional de Desórdenes Alimenticios crecieron un 40% desde marzo de 2020. Y de las personas que llamaron durante el año pasado, el 35% tenía entre 13 y 17 años, un incremento de esa franja etaria del 30% en comparación con el año anterior a la pandemia.
¿Por qué tuvo ese efecto la pandemia?
Hay varias explicaciones posibles para este tsunami de problemas de alimentación entre los adolescentes. Cuando los adolescentes perdieron la rutina de su jornada escolar y la contención social de sus amigos, “también se borraron de un plumazo muchas de las cosas que estructuraban sus vidas”, dice el doctor Walter Kaye, psiquiatra y fundador del programa de trastornos alimenticios de la Universidad de California en San Diego. “Las personas que terminan con trastornos de la alimentación suelen tener problemas de ansiedad y ser sensibles al estrés. Son personas que no manejan bien la incertidumbre.”
Además, los trastornos alimenticios han sido vinculados desde hace tiempo con el alto rendimiento. Los adolescentes muy motivados, que normalmente habrían invertido su energía en sus actividades académicas, deportivas o extracurriculares, de repente tuvieron un montón de tiempo libre. “Y algunos chicos volcaron toda su atención en la salud o la apariencia física, como una forma de lidiar con la ansiedad o de sentirse productivos”, dice Accurso. “Y ese objetivo de ‘comer sano’ o de ‘ponerse en forma’ se salió rápidamente de control y provocó una pérdida de peso brusca y significativa.”
Para algunos, parte del problema fue el aumento de la “ingesta emocional” fruto de la pandemia. La virtualidad escolar desde el hogar, donde hay comida disponible y al alcance de la mano todo el tiempo, hace que algunos jóvenes coman más que de costumbre, como una forma de manejar el aburrimiento o el estrés relacionados con la pandemia. “Estar en la escuela es una barrera que impide el uso de la comida como mecanismo de supervivencia; pero en casa, esa barrera no existe”, señala Kelly Bhatnagar, psicóloga y cofundadora del Centro de Bienestar Emocional de Beachwood, Ohio, que se especializa en el tratamiento de trastornos en la alimentación.
En muchos hogares, la pandemia profundizó la escasez de recursos, la inseguridad alimentaria y la ansiedad que la acompaña, lo que a su vez puede aumentar el riesgo de trastornos alimenticios. Las investigaciones muestran que en comparación con los adolescentes en cuyas familias no falta el alimento, los que viven en hogares donde escasea la comida son más propensos a los ayunos, a saltearse comidas y a abusar de laxantes y diuréticos con el objetivo de controlar su peso.
La influencia de Instagram
Lo que los adolescentes ven en la pantalla de su celular también influye, y mucho. Durante la pandemia, los adolescentes pasaron mucho más tiempo conectados a las redes sociales. Y si bien eso fue una fuente de gratificación y de conexión durante los meses de encierro, hay evidencias de que el desfile de imágenes de amigos e influencers en las redes sociales se relaciona con la insatisfacción corporal y los trastornos alimenticios. El doctor Austin señala que los adolescentes suelen comparar sus propios cuerpos con las imágenes que ven online. “Y en términos de imagen corporal y autoestima, esa comparación genera una espiral descendente, que los hace más propensos a adoptar medidas de control de peso muy poco saludables.”
Y cuando los adolescentes empiezan a querer controlar su peso, suelen buscar información para hacerlo en Internet. De hecho, una reciente encuesta de Common Sense Media reveló que entre septiembre y noviembre de 2020, entre los adolescentes que buscaron información de salud en Internet, las búsquedas sobre fitness y entrenamiento físico ocuparon el segundo lugar después de las búsquedas de contenidos relacionados con Covid-19, y por encima de las búsquedas sobre ansiedad, estrés y depresión.
Pero lo que encuentran los jóvenes cuando buscan información sobre fitness puede ser problemático, porque es probable que se crucen con posteos muy nocivos de “thinspiration” y “fitpiration” —en ensalzamiento de cuerpos hiperdelgados o esculpidos—, o incluso sitios que fomentan los desórdenes en la alimentación para obtener algún efecto. Y algo peor aún: los algoritmos registran las búsquedas de información online “y están deliberadamente diseñados para proporcionar contenido dañino sobre la pérdida de peso a los usuarios que ya tienen problemas de imagen corporal”, como por ejemplo los anuncios de suplementos dietéticos que son peligrosos, dice Austin.
Cuándo empezar a preocuparse
Con tantas fuerzas operando para fomentar la insatisfacción corporal de los adolescentes y la alimentación desordenada, ¿cómo saben los padres cuándo empezar a preocuparse?
El doctor Kaye dice que los padres deben alarmarse “si su hijo o hija baja 5 o 10 kilos de golpe, si empieza a comer a escondidas o si ven desaparecer la comida”, ya que volverse sigiloso sobre qué, cómo y cuándo se come es un síntoma común de los diversos trastornos alimenticios, incluidas la bulimia y la anorexia.
Los expertos coinciden en que los adultos deben estar atentos a comportamientos que se desvíen de un hábito anterior, como saltearse repentinamente las comidas en familia o negarse a comer una clase entera de alimentos, como carbohidratos o alimentos procesados. También hay que preocuparse si el adolescente desarrolla alguna fijación, como contar obsesivamente las calorías que ingiere, hacer ejercicio de forma desmedida o acopiar comida, que puede ser un signo de lo que se conoce como “trastorno por atracón”. Según Accurso, los padres también deben estar atentos si los adolescentes expresan culpa o ansiedad a la hora de comer, o si se sienten infelices o incómodos con sus cuerpos.
Según el doctor Bhatnagar, la idea de que los trastornos de la alimentación son “una enfermedad de chicas blancas” puede hacer que las adolescentes que no son blancas o los adolescentes varones no sean correctamente evaluados por los profesionales de la salud para detectar trastornos alimenticios, a pesar de que estos ocurren igualmente en ambos sexos y en todos los grupos étnicos.
“Los adolescentes varones están teniendo el mismo problema”, dice Bhatnagar. “La diferencia es que los varones heterosexuales suelen referirse a la imagen corporal de manera un poco diferente, y hablan más en términos de ponerse en forma, perder grasa o sacar músculo.”
El doctor Austin también señala que actualmente es común ver tasas elevadas de trastornos alimenticios en jóvenes lesbianas, gays y bisexuales de todos los géneros, así como en jóvenes transgénero y de género diverso.
Cómo ayudarlos
Las investigaciones muestran que la detección e intervención tempranas juegan un papel clave en el tratamiento exitoso de los trastornos de la alimentación. Por lo tanto, los padres que tengan preguntas sobre la relación de su hijo adolescente con la comida, su peso corporal o el ejercicio físico no deben dudar en recurrir al pediatra para una correcta evaluación. En Internet también puede encontrarse información confiable sobre trastornos alimenticios, herramientas de detección y apoyo. Y cuando no hay un tratamiento médico disponible, en Internet también hay grupos que ofrecen orientación y apoyo. “Ya sé que no es lo ideal, pero es la realidad actual”, dice Kaye.
Los padres también pueden adelantarse y tomar medidas para reducir la probabilidad de que sus hijos desarrollen ese trastorno. Los expertos alientan a los padres a propiciar un enfoque equilibrado sobre la alimentación y a generar oportunidades de actividad física sana, y a evitar los comentarios negativos sobre el cuerpo de sus hijos adolescentes o el suyo propio. Los padres también deben enfrentar abiertamente el peligro de una cultura de la dieta perpetua, que pone la apariencia por encima del bienestar, genera vergüenza en torno al peso y vincula el tamaño del cuerpo con el carácter y el valor de una persona. Como dice la doctora Accurso, “No nos define el número que dicta una balanza.”
(Traducción de Jaime Arrambide)
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