Lo que se sabe (y lo que no se sabe) sobre el tratamiento del duelo prolongado con alucinógenos al que se sometió el príncipe Harry
En la última década, la terapia psicodélica con hongos y ayahuasca generó una revolución de entusiasmo, pero muy pocos estudios abordan su efecto en personas con ese trastorno
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NUEVA YORK.– El príncipe Harry y Meghan Markle han sido notablemente transparentes sobre sus problemas emocionales y psicológicos. En un documental sobre salud mental que filmó con Oprah Winfrey en 2021, Harry incluyó un video de sí mismo sometiéndose a EMDR, sigla en inglés de “desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares”, una técnica que ayuda a las personas con trastorno por estrés postraumático (TEPT) a lidiar con los recuerdos que causan dolor. Meghan también habló con toda franqueza sobre su depresión y sus pensamientos suicidas.
El nuevo libro de memorias de Harry, En la sombra, es igualmente franco, con crudos y por momentos chocantes detalles sobre sus problemas de salud mental. Y en el centro de muchas de esas experiencias está el duelo y el trauma por la muerte de su madre, la princesa Diana, en 1997, cuando él tenía apenas 12 años.
En el libro, Harry describe tanto los tratamientos convencionales como los alternativos para enfrentar su sufrimiento, y señala que el uso de sustancias psicodélicas o alucinógenas fue particularmente efectivo. Después de que un terapeuta le sugirió que en realidad sufría de TEPT, Harry empezó a consumir hongos y ayahuasca “de manera terapéutica y medicinal”. (Anteriormente, había experimentado con esas sustancias con fines recreativos.) “No solo me permitían escapar de la realidad por un momento, sino también redefinir la realidad”, escribe Harry en su libro.
En la última década, la terapia psicodélica generó una revolución de entusiasmo, en medio de múltiples investigaciones científicas que mostraban que las drogas que alteran la mente pueden ser útiles para tratar la depresión y otros problemas de salud metal. Esa terapia sigue siendo ilegal en casi todas partes y se practica básicamente en sesiones clandestinas, en el extranjero, o en ensayos clínicos de prueba. Sin embargo, hay pocas evidencias que confirmen o descarten si la psilocibina –el alcaloide psicotrópico contenido en los hongos alucinógenos– y la ayahuasca ayudan a procesar específicamente la pena, el duelo y el trauma.
Joshua Woolley, director del Programa de Investigación Psicodélica Traslacional de la Universidad de California en San Francisco, es optimista sobre el potencial terapéutico de los alucinógenos. “¿Las sustancias psicodélicas pueden ayudar a superar un duelo? Yo diría que probablemente sí”, dice.
Pero otros expertos son menos optimistas en cuanto a su uso para aliviar un trauma. “La evidencia actual es realmente escasa”, dice Shaili Jain, especialista en TEPT de la Universidad de Stanford. “Es demasiado pronto para emitir una opinión, y no sabemos cuáles son sus efectos colaterales a largo plazo. Todavía falta”.
Duelo versus duelo prolongado
El dolor de un duelo no es una enfermedad mental, sino una experiencia humana normal tras sufrir la pérdida de un ser querido. La tristeza, la bronca, la incredulidad ante la muerte de una persona –sentimientos que Harry describe en su libro– son todas respuestas típicas al profundo dolor que causa una muerte, y pueden durar meses o años. Sin embargo, si ese sufrimiento no mejora en absoluto un año después, y si afecta la funcionalidad de una persona, entonces tal vez el diagnóstico sea de “trastorno por duelo prolongado”, también llamado “duelo complicado”.
“Lo que se observa en los casos de duelo prolongado es que el dolor se arraiga, y que la persona sigue sintiendo exactamente lo mismo día tras día, después de esa muerte”, detalla Mary-Frances O’Connor, profesora adjunta de psicología de la Universidad de Arizona. “En un proceso de duelo típico, un año después de una pérdida la persona sigue sintiendo tristeza, sigue extrañando al ser querido que se fue. Pero se observa un cambio de trayectoria cuando la persona empieza a recuperar su vida y a darle sentido”, agrega.
Las personas que sufren trastorno por duelo prolongado pueden sentir que la vida perdió sentido o que una parte de ellos también murió. En esos casos, el dolor emocional es sumamente intenso y hasta pueden sentir una especie de “entumecimiento” psicológico total. En su libro, Harry no aclara si alguna vez le diagnosticaron duelo prolongado, pero sí describe algunas de esas emociones; los síntomas del trastorno de estrés postraumático y de duelo prolongado a menudo se superponen. Alrededor del 10% de las personas que están de duelo por un ser querido desarrollan duelo prolongado, y el riesgo es mayor si la muerte ocurrió de manera repentina o traumática.
Para el tratamiento del duelo prolongado suele recurrirse a la terapia cognitiva conductual, que ayuda a las personas a seguir adelante y darles propósito a sus actividades mientras siguen tramitando su duelo. “La idea no es suprimir el duelo –aclara O’Connor–. El objetivo es aprender a vivir con el hecho de que a veces sentimos oleadas de dolor”.
Los científicos creen que las sustancias psicodélicos funcionan de dos maneras: a través de sus efectos químicos en el cerebro y por las experiencias subjetivas que tiene una persona cuando consume la droga. En muchas personas, los alucinógenos funcionan como “una psicoterapia muy intensa y rápida”, señala Woolley.
Los alucinógenos “tienen el potencial de inducir estados transpersonales de conciencia en los que la persona puede sentirse conectada con su familiar o amigo fallecido”, añade Greg Fonzo, codirector del Centro de Investigación y Terapias Psicodélicas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Texas en Austin. “Eso puede permitirles superar parte del estancamiento que se da en esa fase del duelo”.
Los científicos creen que las sustancias psicodélicas inducen un “estado de plasticidad” en el cerebro, lo que contribuye a formar rápidamente nuevas conexiones entre las neuronas. Esas nuevas conexiones tal vez expliquen los conocimientos y el reprocesamiento que las personas experimentan cuando usan las drogas en un entorno terapéutico.
Pocos estudios relevantes
Hay muy pocos estudios que aborden el efecto de los alucinógenos en las personas con trastorno por duelo prolongado. En uno de los pocos ensayos relevantes publicados, Woolley analizó si la psilocibina combinada con la terapia de grupo podía ayudar a los adultos mayores sobrevivientes del sida a procesar la depresión y la “culpa del sobreviviente”, así como la pérdida de amigos y familiares por dicha enfermedad. El estudio de 2020, que incluyó solo a 18 hombres, evaluó los niveles de “desmoralización” de los participantes, un término terapéutico para referirse a la sensación existencial de desesperanza y pérdida de sentido en la vida. La mayoría de los participantes había sufrido un profundo dolor y trauma a causa de la epidemia de sida. Habían perdido un promedio de 17 seres queridos a causa de la enfermedad.
Después de una sesión de terapia con alucinógenos, casi el 90% de esos hombres se sintieron menos desmoralizados y experimentaron una disminución en los síntomas de TEPT y duelo prolongado. En un artículo de seguimiento que describía las experiencias subjetivas de esos participantes, los investigadores escribieron que la psilocibina “resultó ser un catalizador para reconstruir sus identidades, y pasar de una identidad rígidamente centrada en sus traumas pasados a una narrativa de vida más flexible y orientada al crecimiento”.
“Decían sentirse estancados y alejados de las personas que los rodeaban, y manifestaban imposibilidad de seguir adelante. [La psilocibina] Pareció ayudarlos a avanzar, a despegarse y a empezar a participar más de la vida”, recuerda Woolley.
Otro estudio publicado en 2020 por investigadores de España informó que 39 adultos en duelo que participaron en ceremonias de ayahuasca en un centro de retiro en Perú reportaron una disminución del dolor, y que esa mejora duró al menos un año. Los investigadores escribieron que las personas que usaron ayahuasca para transitar su duelo “describieron confrontaciones emocionales con la realidad de la muerte, la revisión de recuerdos de su vida y reencuentros con la persona fallecida”.
Si bien esos resultados son prometedores, ambos estudios fueron pequeños y ninguno incluyó un grupo de control para comparar los efectos de los alucinógenos con un placebo u otro medicamento. La mayoría de los participantes en el estudio de ayahuasca también informaron que tenían la esperanza de que la experiencia los ayudara, lo que podría haber sesgado los resultados.
Pero hay evidencias más sólidas sobre la efectividad de la psilocibina en el tratamiento de la depresión, incluso en ensayos que comparan la eficacia de esa droga con los antidepresivos convencionales. También se demostró que la MDMA, una droga popularmente conocida como éxtasis y a veces clasificada como psicodélica, es eficaz para tratar el TEPT. Algunos investigadores creen que como el duelo prolongado tiene muchas similitudes con la depresión, los alucinógenos también pueden ser útiles para tratar el trauma.
O’Connor dice que, por el funcionamiento de las sustancias psicodélicas en el cerebro en casos de depresión, es plausible que esas drogas también sean útiles para las personas con duelo prolongado. Sin embargo, el especialista desaconseja el uso de medicamentos para hacer frente a un duelo que no se haya diagnosticado como prolongado o complicado.
“Me parece desaconsejable intervenir con algo tan drástico que altera la mente, como la terapia psicodélica, si la persona simplemente está sanando de la manera previsible. Me preocuparía estar haciendo más mal que bien, y que simplemente no sea necesario intervenir”, indica.
Los expertos también enfatizan que no es lo mismo experimentar con las drogas con fines recreativos que usarlas en un ambiente terapéutico controlado. Después de probar con alucinógenos en ambos escenarios, el príncipe Harry se hizo eco de este sentimiento. En una entrevista en el programa 60 Minutos, Harry aclaró que “nunca le recomendaría a la gente que haga esto con fines recreativos”, pero dijo que en un entorno adecuado las drogas funcionaron “como un remedio” que lo ayudó a procesar su dolor y su trauma.
Por Dana G. Smith
(Traducción de Jaime Arrambide)
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