Lo que los padres no entienden sobre los adolescentes y el sexting
En los últimos años se volvió un fenómeno aún más extendido y complejo, pero muchos siguen abordando el tema de manera simplista
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WASHINGTON.– El sexting –compartir imágenes y mensajes sexualmente explícitos por las redes sociales– ya es algo ligado de manera inextricable a la cultura adolescente, y en los últimos años se volvió un fenómeno aún más extendido y complejo. Pero muchos padres siguen abordando el tema de manera simplista, y creen que alcanza con advertirles a sus hijos que “simplemente digan que no”.
Eso es un error, según Carrie James y Emily Weinstein, investigadoras de Harvard y coautoras del libro Behind Their Screens: What Teens Are Facing and Adults Are Missing (Detrás de las pantallas: lo que enfrentan los adolescentes y a los padres se les escapa). “Para lo único que sirve decirles que simplemente no lo hagan es para dar por concluida la conversación”, dice James, cuando en realidad es mucho lo que padres e hijos tienen que hablar respecto de compartir fotos de desnudos. En su investigación, James y Weinstein descubrieron que los adolescentes hacen sexting por diferentes motivos, algunos de los cuales ni se cruzan por la cabeza de los adultos, y que sobre todo las chicas desarrollaron sofisticadas estrategias para desalentar la filtración de sus imágenes desnudas.
“Una de las cosas que descubrimos en nuestras charlas con los chicos como parte de la investigación es que la mayoría de los dilemas que rodean el sexting son sensibles, espinosos y complicados”, enumera Weinstein, que junto con James son investigadoras del Proyecto Zero de la Universidad de Harvard, dedicado a explorar diversos temas en materia de educación. “Si no afrontamos esa conversación con los adolescentes, no les damos las herramientas necesarias para pilotear ese tipo de situaciones y las presiones que reciben desde afuera”, aclara.
Esto tienen que saber los padres sobre el sexting y el modo de abordar el tema con sus hijos adolescentes.
Para empezar, es más común de lo que creemos
Según un metaanálisis de datos anteriores a junio de 2016, alrededor del 15% de los adolescentes había enviado algún “sexteo” –imagen o texto de contenido sexual–, mientras que el 27% lo había recibido y un 12% lo había reenviado sin consentimiento. Otro análisis de datos entre 2016 y 2020 reveló que 19% de los adolescentes había enviado algún “sexteo”, un 35% lo había recibido y un 15% lo había reenviado sin consentimiento.
Ambos análisis, sin embargo, son de datos anteriores a la pandemia, y se sabe que la cuarentena multiplicó el sexting entre los adolescentes.
De hecho, en algunos ámbitos el sexting adolescente preocupa tanto que numerosos especialistas proponen incluir el tema en los contenidos de educación sexual de las escuelas, despenalizar el sexting consentido entre adolescentes y enseñarles a hacer “sexting seguro”: aprender a borrar los metadatos de los dispositivos, nunca enviar fotos que incluyan el rostro o algún rasgo personal identificable, como tatuajes o marcas de nacimiento, y usar un fondo liso.
Y es bastante complicado…
Algunas de las chicas entrevistadas por Weinstein y James en grupos de asesoramiento para adolescentes habían desarrollado sofisticados métodos para reducir al máximo las posibilidades de que los destinatarios filtraran fotos de ellas desnudas. Algunas, por ejemplo, le superponen una marca de agua a las imágenes, con el nombre del chico al que le envían las fotos. Otras, en lugar de enviar un desnudo, envían una imagen de Google y, al mismo tiempo, hacen una captura de pantalla del resultado de la búsqueda para poder reenviarlo como prueba de que el cuerpo de la foto no era suyo, en caso de que la foto sea compartida sin su consentimiento.
“Pero Carrie y yo no seguíamos preguntando por qué se toman tantas molestias, por qué simplemente no se niegan a enviar la foto y listo. Finalmente entendimos que es una especie de táctica de supervivencia y una evidencia de lo difícil que es este panorama para los chicos, más allá de que a los adultos pueda parecernos obvio”, explica Weinstein.
Otra cosa que para los padres podría no ser tan obvia es la definición misma de sexting. “En general, usamos esa palabra para referirnos a una pequeña parte de una situación más amplia, seguramente cuando un chico le pide a una chica que se desnude y ella toma una decisión”, dice James. Pero un metaanálisis de 2018 reveló que las diferencias de género en el envío de “sexteos” no son concluyentes. Y las encuestas y los grupos de asesoramiento para adolescentes que realizaron James y Weinstein mostraron que los adolescentes “sextean” con una amplia variedad de personas por un amplio rango de motivos, y muchas veces están más que dispuestos a hacerlo.
Para empezar, puede parecerles divertido y estimulante. Es posible que lo hagan para mostrar interés por alguien, o que quieran avanzar en su relación con alguien expresándole de esa manera la confianza que le tienen. En ese sentido, James y Weinstein recuerdan que en algunos casos los adolescentes mayores habían tenido experiencias de sexting con relaciones cercanas, consensuadas y de confianza, y sin consecuencias negativas. A esos adolescentes, las terribles advertencias de los adultos sobre el sexting les parecían totalmente condescendientes y fuera de la realidad.
Las investigadoras también señalan que la comunicación digital íntima podría ser una opción importante para los niños LGBTQ+ que están explorando su sexualidad y pueden no estar preparados o cómodos para hacerlo públicamente.
Múltiples escenarios
Pero hay muchos escenarios en los que los chicos envían mensajes de texto con contenido sexual bajo presión. Entre esos escenarios, pueden estar siendo amenazados o coaccionados para enviar un sexteo, o pueden no querer herir los sentimientos de alguien o terminar una relación o potencial relación. También pueden pensar que todos los demás lo hacen –la investigación muestra que los estudiantes de secundaria que creen que los chicos populares hacen sexting son más proclives a seguir su ejemplo– o creer que tener imágenes de desnudos les da cierto estatus, algo especialmente frecuente entre los varones, o incluso pensar que es la única forma de captar la atención de alguien que les interesa. Otros simplemente buscan afirmación y seguridad sobre su propio cuerpo.
Algunas de las situaciones que escucharon James y Weinstein las sorprendieron incluso a ellas. “A veces, el que pide que le manden fotos de desnudos o semidesnudos no es una persona con la que ya tienen una relación de intimidad, sino personas a las que ven como amigos o amigas”.
Shelley Rutledge, psicóloga del distrito escolar de Salem-Keizer, en Oregón, observó el mismo comportamiento. “Particularmente en los adolescentes más jóvenes se observa el intercambio de imágenes fuera del contexto de una relación romántica, también con relaciones de amistad o incluso con apenas conocidos”, afirma Rutledge.
Rutledge integra el equipo de Respuesta de Apoyo y Seguridad Estudiantil del distrito escolar y recomienda preparar a los niños para lidiar con las solicitudes de imágenes inapropiadas desde que empiezan a usar la tecnología para comunicarse, ya sea por celular, redes sociales o plataformas de juegos.
Y no es un tema que se resuelva de un plumazo. Como ocurre con todos los temas relacionados con la sexualidad, los padres deben estar atentos, mantener con sus hijos conversaciones periódicas apropiadas para su edad y ayudarlos a desarrollar habilidades para lidiar con el rechazo.
Los padres también deben entender que el intercambio consensuado de imágenes íntimas entre adolescentes, que hace unos 15 años ni siquiera estaba en el radar de los psicólogos, ya no es considerado impropio de la etapa del desarrollo, sostiene Rutledge. Por lo tanto, no es atípico que un adolescente de entre 13 y 18 años tenga intriga por “sextear”, aunque sí sería preocupante que envíe fotos de sí mismo que nadie le pidió o que presione a otros para que lo hagan. Pero no hay que perder de vista que los adolescentes son impulsivos y a veces no entienden las posibles consecuencias de sus acciones, o creen en lo que los psicólogos llaman la “fábula personal”: que sus experiencias son únicas y que no puede pasarles nada malo.
Hablar con ellos
¿Cómo hace un padre, entonces, para saber qué está pasando en el entorno digital de su hijo o hija adolescente y hablar con ellos sobre los riesgos que entraña?
Weinstein, James y Rutledge recomiendan hacer preguntas abiertas –sin respuestas encubiertas–, evitar emitir juicios y manifestar curiosidad. Por ejemplo, un padre puede preguntarle a su hijo si sus compañeros de escuela hacen sexting, si sus amigos hablan del tema y qué piensa él del asunto.
También es importante tratar de entender qué función cumple el sexting para cada adolescente en particular, dice Rutledge: ¿los tienta “sextear” para sentir que encajan, para salvar una amistad o reafirmar su percepción corporal? A continuación se puede ir llevando la conversación hacia el tema de los valores. Por ejemplo, si un amigo les pidió una imagen de desnudo y no acepta un no como respuesta, la conversación puede versar sobre si esa persona es realmente un buen amigo.
No alcanza con enseñarles a los adolescentes a defenderse de propuestas sexuales inapropiadas. Los padres también deben dar razones y explicarles por qué no es seguro o apropiado pedir un envío de fotos, y esa conversación no debería depender del género del adolescente en cuestión. “Todos los géneros solicitan, todos los géneros consienten, todos los géneros pueden hacer abuso de esas imágenes, todos los géneros pueden ser abusados”, detalla Rutledge. “Por lo tanto, hay que asegurarse de conversaciones inclusivas de género, no solo sobre los riesgos de compartir una imagen propia, sino también sobre lo profundamente injusto que es pedírselas a otros”, agrega.
Los padres también deben inculcar el valor crucial que tiene el consentimiento. “El verdadero consentimiento es el consentimiento entusiasta: no solo accedo a tu pedido porque me importás, sino porque creo que es lo mejor para mí y es algo que efectivamente tengo ganas de hacer. Eso es consentimiento”, indica Rutledge, y suma que muchos chicos “no entienden que decir diez veces que no y finalmente una vez que sí, no es verdadero consentimiento”.
Otro principio importante para recalcarles a los adolescentes es que los “sexteos” nunca deben compartirse sin permiso del destinatario, dice James, que lo califica como “la violación definitiva del consentimiento y el respeto en el entorno virtual”. Según Rutledge, también hay que alentar a los adolescentes a denunciar a las personas que comparten de manera inconsulta los desnudos que les enviaron otras personas.
Finalmente, es importante que los padres les aseguren a sus hijos adolescentes que pueden recurrir a ellos en busca de ayuda si el sexting sale mal. También por eso es importante encarar el tema con tranquilidad y sin prejuicios. Si bien es difícil, “los padres deben tratar de evitar esa reacción visceral ante algo que los intranquiliza y los aterra –aconseja Rutledge–. Porque en definitiva, cuando nuestro hijo o hija toma una mala decisión, o está siendo explotado o abusado, lo que queremos es que recurra a nosotros”.
Por Elizabeth Chang
(Traducción de Jaime Arrambide)
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