Sentados en una sala, todos esperan ansiosos. Sienten cosquilleos en la panza e incertidumbre. De pronto ocurre: un señor de sonrisa aniñada y algunos pelos grises entra al lugar. Una mujer se levanta y lo abraza. A su alrededor, algunos sollozan y otros sonríen. El protagonista se llama Gabriel Coll y la emoción no es para menos. La familia lo había dado por muerto. Este hombre, que no puede comunicarse por vía oral, ni escrita, se había escapado del Hospital Alejandro Korn de la localidad de Melchor Romero, llegó hasta Necochea y allí vivió como NN los últimos 13 años. Hacía al menos 20 años que no veía a ningún familiar.
"Mi cuñada estaba mirando el diario y vio la foto de la nota. Le pareció cara conocida, porque los Coll somos todos parecidos. Le comentó a mi sobrino y él pasó la nota en el grupo de Whatsapp de los primos. Cuando empezamos a ver los datos, dijimos 'tiene que ser él'. Y así empezó todo", cuenta Juan Carrió, de 57 años, sobrino de Gabriel.
La nota es cuestión fue publicada hace dos semanas por LA NACION y contaba la historia de este hombre de 67 años que, luego de más de una década, y gracias al incansable trabajo del personal del Hospital Neuropsiquiátrico Domingo Taraborelli de Necochea, había recuperado su identidad.
"Cuando vi la nota, me largué a llorar. Vi la foto: es igualito a mis otros tíos. Definitivamente es Coll", dice Juan, que conoció de pequeño a su tío Gabriel.
El mismo impacto generó la noticia para Francisco Gabriel Coll. Este joven que vive en Mar del Plata tiene 37 años y cuenta con orgullo el origen de su nombre: Francisco por su papá. Gabriel por su tío, a quien no había llegado a conocer hasta ahora.
"Somos como 25 sobrinos de entre 20 y 50 años. Cuando pasaron la nota a Whatsapp, sentí un escalofrío automático. Fue una gran sorpresa", relata Francisco Gabriel.
En menos de dos meses, el protagonista de esta historia pasó de ser un NN al parecer sin parientes, a recuperar su identidad y finalmente a volver a conectarse con una familia numerosa. Algunos de ellos fueron a visitarlo el sábado pasado.
"Fue muy emotivo. Al principio Gabriel estaba como en shock. Se le aceleraba la respiración. Después se sentó, nos miraba y sonreía", cuenta Francisco Gabriel. "A su hermana la reconoció, es a la única que le dio un beso", añade.
Los Coll pasaron todo el sábado en el Hospital entre mates y facturas. No solo con Gabriel, sino con el resto de los pacientes y los médicos, que estaban tan emocionados como la familia por el reencuentro.
Reconstruyendo su historia
Pasaron tres años desde que el Hospital inició un expediente para solicitar un DNI. En medio del trámite, enviaron nuevamente las huellas al Ministerio de Seguridad, que con una tecnología ahora más avanzada pudo finalmente identificarlo. Así descubrieron que su nombre real es Gabriel, que nació en Fraile Pintado, un pueblo de Jujuy, y que se había escapado del Hospital Melchor Romero. Lo que nunca se pudo reconstruir es cómo hizo para llegar a Necochea.
También se enteraron por su historia clínica que tenía un síndrome psicoorgánico de nacimiento y que por eso nunca pudo hablar ni comunicarse por escrito.
"El tiene ese problemita desde bebé. Nunca pudo hablar, pero se hacía entender", cuenta su primo Juan. "Gabriel tenía 13 hermanos, de los que hoy quedan vivos cinco. En el año 69, su hermano mayor trajo a toda la familia a Sierra de los Padres. Se instalaron en el campo. Somos toda una familia de agricultores", añade.
Gabriel nunca fue a la escuela, pero de alguna manera aprendió a hacer dibujos dignos de un artista. Un día, cuando aún era adolescente, dibujó un mural de unos tractores. "Parecían reales, eran perfectos", cuenta su sobrino Juan. Pero era un joven inquieto y así comenzaron los problemas. "Se escapaba siempre. Se iba a los campos de los vecinos y hacía desastres. Andaba con una gilette en el bolsillo y les rompía las bolsas silo", recuerda Juan. "La policía decía que los vecinos se quejaban y que teníamos que hacer algo al respecto. Entonces contactamos a unos primos de La Plata que nos sugirieron llevarlo al Melchor Romero". Y allí fue. Gabriel se seguía escapando. Aparecía en la casa de sus primos en La Plata y lo volvían a internar. "Mis tíos cada tanto iban a visitarlo", rememora.
Ya llegando casi al año 2000, el tío Juan fue otra vez a visitarlo y le dijeron que se había escapado. Nadie sabía dónde estaba. Ahí se perdió todo el contacto. "Pasaron los años y lo dimos por muerto", detalla Juan.
Volviendo a casa
A Gabriel lo encontraron en diciembre de 2005 mientras deambulaba en la Terminal de Ómnibus de Necochea con su bolsito a cuestas. No tenía documentos y nadie sabía cómo había llegado hasta ahí. La policía lo derivó primero a un centro de salud y luego fue trasladado al Hospital Neuropsiquiátrico Domingo Taraborelli de esa ciudad. "Se dio aviso al Ministerio de Seguridad, a la Secretaría de Derechos Humanos y a la Policía Federal", cuenta Ruth Kalle, directora ejecutiva de la institución de salud mental. Su foto y descripción se incorporaron así a la base del Sistema Federal de Búsqueda de Personas (Sifebu): no era un desaparecido, pero no se sabía nada de su origen, ni si tenía familia.
"Lo difundimos en redes sociales, incluso mandamos al programa Gente que busca Gente, pero nada dio resultado", recuerda Alejandra García, licenciada en Trabajo Social y directora asociada del hospital. Aunque no puede hablar, a veces logra unos balbuceos. Una vez intentó decir algo parecido a "Jorge" y a partir de allí, ese fue el nombre con el que todos comenzaron a referirse a él.
Para la familia eso es una señal de que Gabriel estaba intentando volver a casa. "En el año 69, cuando Juan, hermano mayor de Gabriel, trajo a toda la familia a Sierra de los padres, se instalaron en la Quinta San Jorge. Seguro le quedó grabado eso, por eso cuando lo encontraron balbuceó Jorge y en el hospital pensaron que podía ser su nombre. Él andaba buscando a su familia", asegura Juan Carrió, su sobrino.
Durante todos estos años en el hospital, Gabriel siguió dibujando, como le gustaba hacer desde chico. Sus dibujos más recurrentes son un faro, un cubo y un hombre con uniforme militar, que según sus sobrinos podría ser su abuelo, oriundo de Palma de Mallorca, donde había sido soldado de joven.
"Cuando pienso que se escapó buscando el último lugar en donde había vivido con toda su familia me da mucha tristeza. Me hace cuestionar muchas cosas", dice Francisco Gabriel, que asegura que nunca van a dejar que su tío se vuelva a sentir solo. Y agrega: "Me parece maravilloso el trabajo que hace la gente del hospital. Fue una jugada del destino maravillosa que haya caído ahí. Tal vez fue encaminado por Dios".