Lo bueno de la pandemia: ¿qué hábitos deberíamos mantener de manera definitiva?
Los especialistas destacan sobre todo la importancia del lavado de manos para prevenir contagios de enfermedades
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El lavado constante de manos durante 30 segundos. Sacarse las zapatillas al entrar a las casas y, al estilo asiático, tener una reunión mientras todos lucen sus medias. Ir al supermercado y luego desinfectar los envases, y lavar las frutas y verduras como nunca antes se había hecho. Y, claro, usar el barbijo en casi todo momento.
Todas estas son costumbres que, en mayor o menor medida, las personas han adoptado durante la pandemia de coronavirus que aún golpea al mundo entero. Sin embargo, tal vez sería bueno no tirar por la borda todo lo aprendido en materia de higiene cuando el Covid-19 sea parte del pasado. LA NACION consultó a especialistas para saber cuáles son las otras enfermedades que podemos prevenir si mantuviéramos estos cuidados, quienes reflexionaron sobre el impacto positivo que tuvo reconocer la propia vulnerabilidad así como la responsabilidad en el cuidado de la salud personal y colectiva.
“Llego a casa, me saco las zapatillas y me lavo las manos. Ya es algo automático, al igual que guardo las llaves siempre en el mismo lugar para no tener que buscarlas cuando tengo que salir. No creo que abandone estas costumbres porque ya me da un poco de asco llegar a casa y tocar mis cosas si vengo de la calle. Lo que sí aborrezco es el barbijo, si no hubiera pandemia, chau”, dice Denise Rivera, de 30 años.
“Yo limpiaba las cajas de leche, todos los envases de los productos que compraba, las bebidas, todo”, recuerda Nicolás Aznar, de 42 años. “Vivía tirándole alcohol a las cosas. Hasta que, de manera natural y sin darme cuenta, lo empecé a dejar de hacer. Hoy ya no lo hago y me parece un delirio lo que hice durante todo ese tiempo”, relata. Mientras que, Ana Pérez, de 35, opina algo distinto sobre las compras del supermercado: “Las compras están sucias, vienen de los depósitos donde hay ratas e insectos. Incluso las góndolas del super no son muy limpias. Antes no lavaba los envases, pero ahora sí, y no voy a dejar de hacerlo”.
Si bien las investigaciones científicas han relativizado las posibilidades que una persona tiene de contagiarse de coronavirus a partir de tocar una superficie infectada, igual es importante repasar la gran colección de bacterias y parásitos que podríamos evitar si elevamos o mantenemos los estándares de higiene y cuidado personal.
Lautaro De Vedia, infectólogo y miembro de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI), asegura que, si tiene que elegir alguno de los cuidados incorporados durante la pandemia para que la sociedad lo mantenga en el tiempo, sin dudar se queda con el lavado de manos. En la misma línea, Leda Guzzi, también infectóloga y miembro de la SADI, destaca al lavado de manos como “la piedra angular” del cuidado personal.
“Es muy útil porque las manos se llevan a las mucosas de los ojos, nariz y boca. El tapabocas también juega un rol porque evita ese contacto. Pero es básico y fundamental para evitar muchos patógenos. En todos los hospitales es la piedra angular del cuidado del paciente porque las manos pueden ser portadores de varios agentes, como bacterias multirresistentes. Pero en cuanto a la vida en la comunidad, fuera de los hospitales, en las manos puede haber estafilococos, enterococos, vamos trasladando patógenos en las manos que pueden infectar heridas o generar enfermedades digestivas, entre otras”, explica Guzzi.
En las compras del supermercado, además de esos patógenos que se podrían trasladar de las manos a los envases y viceversa, el riesgo principal está, según Guzzi, vinculado a los envases que podrían ir directo a la boca, como una lata o botella de gaseosa. Ahí podría ingresar la leptospira, muy vinculada a los roedores de los depósitos y puede generar cuadros graves en donde el paciente sufre vómitos, fiebre, escalofríos y, en algunos casos, puede ser necesarios hospitalizar a la persona.
En cuanto a la costumbre de quitarse los zapatos al entrar a las casas, de Vedia señala que esa es una costumbre ya enraizada en muchos países desarrollados: “En Holanda, Suecia y en algunos países de Asia, acostumbran sacarse las zapatillas al entrar. En nuestro país hay cada vez más gente que lo empezó a hacer. Es muy útil para la higiene en general, sobre todo si hay chicos que tienen contacto con el suelo. Puede haber bacterias que generen enfermedades cutáneas o digestivas y en la materia fecal de los perros, que muchas veces hay en la calle y se traslada a la zapatilla, puede haber todo tipo de parásitos o bacterias como la salmonella”.
El uso del tapabocas, tal vez una de las novedades más incómodas que trajo la pandemia, también cumple un rol importante para prevenir otras enfermedades respiratorias. “El año pasado a raíz del confinamiento, la distancia social y la ventilación de los ambientes, hubo muy poca circulación de los virus clásicos como el adenovirus, la influenza y el metaneumovirus, así como del neumococo, que es la bacteria que con mayor frecuencia genera la neumonía”, describe Guzzi. Por eso, si bien el aislamiento no es una medida que se pueda prolongar en el tiempo, el uso de tapabocas puede prevenir el contagio de todas esas enfermedades. “El barbijo tiene un rol de protección; en Asia se usa el barbijo cuando alguien tiene gripe y así previene de contagiar a otros. Todas las medidas tienen impacto”, agrega la especialista.
Estos nuevos hábitos, incorporados por un hecho traumático como es la pandemia, también tienen un fuerte componente psicológico. Eso puede llevar a una sobreactuación de algunos cuidados, pero también, según José Eduardo Abadi, escritor y psicoanalista, condujo a una mayor consciencia colectiva del cuidado de la salud.
“Los cambios que impuso la pandemia dan una cierta sensación de artificiosidad a nuestra rutina. Una vez que esto pase y merme la amenaza dramática que tiene, los hábitos que resultan enriquecedores van a prevalecer y las prolijidades excesivas generadas por la angustia estimo que irán desapareciendo. Pero esta pandemia, primero como exigencia, lo que también puede quedar luego como rasgo de la cultura, empezó a jerarquizar el cuidarse a uno mismo y al otro. Esto no solo implica hábitos más saludables, sino que este reconocimiento de la propia vulnerabilidad nos llevó a tener una consciencia distinta de lo que tenemos que hacer para ser sanos. El cuerpo tiene una significación más importante que antes, y eso es muy valioso. El virus, en su inédita forma de avisarnos que él existe, también nos hace entender que existen otros similares y que nuestra salud también depende de tener una relación armoniosa con la naturaleza”, concluye Abadi.
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