Carlos López-Otín, catedrático español de bioquímica y biología molecular, habla de su nuevo libro, en el que investiga a las células que causan esta enfermedad
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“Se vuelven egoístas, inmortales y viajeras”, dice Carlos López-Otín, cuando nos habla de las células que provocan el cáncer. Así titula también su libro donde explica de manera cristalina los procesos tumorales, pero en el que además nos cuenta la historia del cáncer, el turbulento camino de la ciencia para desvelar su origen y comenzar a ganar las batallas a una enfermedad tan democrática “que no distingue ni país, ni ciudad, ni edad, ni género, ni profesión, ni condición”.
“Comienzo mi escritura en limpio, -dice el catedrático español de bioquímica y biología molecular, que es parte de Hay Cartagena- las palabras van compareciendo una a una, lentamente, como si sus sílabas llovieran gota a gota: vida, organismo, célula, genoma, imperfección, azar, mutación, inestabilidad, evolución, transformación, traición, egoísmo, inmortalidad, migración, invasión, colonización, cáncer, metástasis, incertidumbre, miedo, cirugía, radioterapia”.
A partir de ahí, va compartiendo lo vivido y aprendido en los 30 años que ha dedicado a la ciencia para salvar vidas: “Salgo a la calle, comienzo a caminar, miro a la derecha y a la izquierda, me doy cuenta de que por azar dos personas han acompasado sus pasos con los míos. Los observo, me observan. No los conozco de nada, pero sé que al menos uno de los dos desarrollará un cáncer a lo largo de su vida. Estos son los números de la malignidad. Números que abruman, números que estimulan”.
-¿Por qué decís que el cáncer es una tormenta perfecta?
Cuando entras en ella todo es incertidumbre, pero las tormentas pasan y hoy es más fácil sobrevivir al cáncer que sucumbir a la enfermedad, hay más casos que se curan, pero nos quedan grabados los que no han superado la tormenta.
Es una palabra adecuada, porque el cáncer, molecularmente, es una tormenta de mutaciones, de daños en nuestro material genético y en sus alrededores; también es una tormenta de miedo, porque todavía tiene un estigma, se habla en susurros.
Me pregunto a veces por qué, cuando es una enfermedad tan frecuente.
Ya estamos en una de cada tres personas en el mundo; de ellas, una de cada dos, como mínimo, se va a curar completamente y entre las que no se curan, muchas van a tener la enfermedad controlada y cada vez más.
-¿Se va a erradicar el cáncer?
Cada poco tiempo sale alguna figura y nos dice que el cáncer se va a erradicar. Yo no lo creo, el cáncer forma parte de nuestra esencia biológica, es una enfermedad consustancial a la vida y a la adquisición de la complejidad celular.
Mientras tengamos componentes biológicos, células, tejidos y órganos, habrá tumores. Los vegetales los tienen, los dinosaurios los tuvieron, los hombres de las cavernas los tuvieron y los tendrán los hombres más tecnológicos del mundo mientras no sean reemplazados por robots.
-¿Por qué nuestras células, que son generosas, altruistas y dan vida, escogen el camino de la malignidad? ¿Cómo se convierten en células egoístas?
En la intimidad celular, no cabe el egoísmo bajo ningún concepto. Dependemos de que las células se dividan un cierto número de veces, máximo 60 o 70, como mecanismo de seguridad. Pero de repente, una célula sufre una mutación. Un solo cambio en estos tres mil millones de letras, que componen en genoma, este largo verso interminable que es la vida, hace que la célula adopte una estrategia egoísta; empieza a dividirse y no responde a ninguna señal de moderación.
Tenemos la esperanza de que a los 60 o 70 ciclos se detenga, porque ahí hay un freno, pero comete más errores, porque su división es urgente, lo hace muy rápido; el objetivo es volver al egoísmo bacteriano unicelular. El sueño de una bacteria es crear otra igual y dividirse, el sueño de una célula que aspira a ser maligna, pero que todavía no lo es, es dividirse.
-¿Cuál es el siguiente paso en su transformación?
Necesita alcanzar la inmortalidad, que también está prohibida. Somos mortales y cada segundo más de un millón de células se han suicidado en nuestro interior, han muerto por apoptosis, que es una palabra griega: la caída de las hojas en otoño.
Así mueren las células, un millón por segundo, fíjate si es importante para nosotros la muerte. Hoy sabemos que como mínimo hay 17 formas de morir por dentro.
Con estas nuevas mutaciones en las células, alguna las hace ser inmortales y una vez que adquieren la inmortalidad y son libérrimas en su capacidad de dividirse sin parar, crecen tanto que se les agotan los nutrientes del oxígeno.
-¿Es en ese momento cuando comienzan el viaje?
Necesitan alimentarse, luego deben explorar otros territorios y allí es donde empiezan con nuevas mutaciones; ese afán viajero es una exploración dentro del organismo.
Utilizan las autopistas sanguíneas, el torrente circulatorio y viajan hasta un lugar donde los nutrientes y el oxígeno no estén comprometidos.
Afortunadamente muy pocas, menos del 0,001 por ciento de las que inician el viaje logran completarlo, pero si lo hacen, empieza su aventura de colonización, como hacen las sociedades humanas cuando buscan nuevos territorios y si tienen éxito, crearán nuevas colonias, se formarán las metástasis y entonces sí que nuestra vida empezará a estar comprometida.
Pero es un viaje de condiciones inciertas, no solo por la dificultad, sino porque está muy controlado por el sistema inmune.
-¿Cómo nos protege de estas egoístas, inmortales y viajeras?
El coronavirus ha renovado el interés por entender el sistema inmune como defensa contra los microorganismos, pero tiene otra función decisiva y es defendernos contra nosotros mismos, contra las células alteradas que continuamente estamos generando, este proceso se llama inmunovigilancia tumoral.
Si te despertás con una célula transformada, el sistema inmune continuamente nos da la oportunidad de reconocerla como extraña y eliminarla; eso hace que no estemos en riesgo extremo de tener tumores.
-Cuando el cáncer se repite en una familia, ¿recomendás investigar nuestra herencia genética para saber si somos propensos a generar tumores?
Básicamente, todos los tumores tienen un origen genético, porque surgen de daños en nuestros genes. Solo algunos son infecciosos, como el virus del papiloma o algunas bacterias que causan Helicobacter pylori que puede llegar a producir cáncer de estómago; son muy pocos los que se deben a microorganismos, que también acaban dañando o confundiendo a nuestros genes.
-Todo cáncer, por tanto, es genético, pero solo un porcentaje mínimo, menos del 10 por ciento, es hereditario, es decir que los defectos ya los traemos de fábrica, de nuestros progenitores y eso nos hace susceptibles a un tipo de tumor concreto.
Entre los más habituales están el cáncer de mama y el cáncer de colon, pero hay más de 50 síndromes hereditarios de cáncer. Es bastante fácil de reconocer y es importante acudir a una consulta de consejo genético.
-En el libro relatás el caso de Angelina Jolie y comentás que recibió críticas por su decisión de realizarse una doble mastectomía preventiva…
Su madre, su tía y su abuela habían muerto de cáncer de mama o de ovario; es un caso paradigmático. Sin embargo, ella, con gran acceso a la información y tantos recursos, esperó a cumplir más de 40 y a tener hijos biológicos para hacerse la prueba que determinaba si había heredado la aparente mutación que existía en su familia, con un 50 por ciento de posibilidades de heredarla; y efectivamente la tenía, por eso ella tomó sus medidas profilácticas, agresivas para algunos, pero muy necesarias para las pacientes.
-¿Por qué se la criticó?
Fue criticada justo en tomar sus medidas; y decían “es que ella tiene acceso”. Las pruebas para cáncer de mama hereditario son sencillas, las cubren los sistemas públicos de salud, te podés hacer un seguimiento y tomar medidas más radicales. Además, al menos en España, se permite la selección de embriones sin mutación para evitar que se transmita.
Las enfermedades de cáncer hereditario, que son interpretadas como una desgracia, son las que se pueden erradicar en una familia concreta, porque sabés cuál es el defecto y podés actuar con la legislación adecuada.
-Habrá personas a las que les afecte negativamente el saber que tienen un riesgo mayor, ¿es mejor saber o no saber?
En el caso del cáncer saber, siempre saber, porque hay muchas medidas que se pueden tomar.
Angelina Jolie va a ser la primera en su familia que no se va a morir de cáncer de mama o de ovario pese a que le correspondía porque tiene la mutación.
Otra cuestión son las enfermedades que todavía no nos ofrecen una oportunidad, como las neurodegenerativas.
En Colombia hay algunos núcleos con muchísimos casos de Alzheimer familiar o Corea de Huntington en Venezuela, por citar casos que me vienen a la mente.
En estos, las posibilidades de hacer intervenciones son mucho menores que en el cáncer. Prefiero la información, pero entiendo que si no hay alternativas haya personas que no la quieran.
-Si no hay signos cáncer hereditario, ¿es relevante conocer nuestro genoma?
Yo no me he descifrado el genoma porque la prioridad para mí son los enfermos. Hemos descifrado centenares de genomas completos de pacientes, especialmente con leucemia, pero también con tumores sólidos y toda la información que hemos recogido ha sido extraordinaria y genera alivio más que daño.
Sin embargo, en nuestro genoma también tenemos escritas algunas predisposiciones, no mutaciones, sino predisposiciones que en determinados contextos pueden favorecer el desarrollo de algún tipo de cáncer y también creo que es muy importante saber.
-¿Llegará a ser habitual analizarse el genoma o solo algunos podrán hacerlo?
No veo próximo que alguien diga, ‘me voy a hacer un análisis para evitar el cáncer’, porque no lo vas a evitar mientras haya un componente de azar tan importante.
En nuestro país hemos descifrado centenares de genomas, encontrado las mutaciones que han causado el tumor y en algunos casos hemos podido desarrollar terapias específicas para los pacientes.
Esto no ha costado ni un solo euro, nada. Hay sistemas muy sencillos que llamamos paneles de genes que se van a implementar poco a poco en los hospitales de las redes públicas, me refiero a sistemas baratos, sencillos, que garanticen la justicia social.
-Cuando miramos las posibilidades de la modificación o selección genética pareciera que se podría abrir un nuevo sistema de desigualdades, ¿es de temer el futuro?
Habrá que ver cuál es el avance. La edición génica es otra de las fronteras que tenemos, es decir, la modificación del material genético desde el principio para evitar algunos males. Es un paso más y ha generado muchísimas dificultades éticas.
En China se han violado, al menos una vez, todos los códigos al respecto, y se ha detenido a tiempo. Existe gran consenso de que hay que tener mucho cuidado con las intervenciones.
Hemos tardado 3.500 millones de años para sintonizar nuestro genoma con el ambiente en el que vivimos y no puede ser que en unos pocos años y por cuestiones banales, estemos dispuestos a hacer modificaciones que no contribuyen a nada esencial, pero que pueden abrir brechas de discriminación.
Se habla también de la neuroaumentación, el incremento de las posibilidades neurológicas de unos u otros.
La revista Time anunció hace más de diez años que para 2045 serían los primeros inmortales humanos. Faltan solo 23 años y en esa fecha habrá 100 millones de seres humanos diagnosticados de Alzheimer, al ser incurable, es una cifra escalofriante.
Todo lo que tiene que ver con el cerebro sigue siendo la última frontera biológica de conocimiento. Con estos problemas, no entiendo cómo el discurso se lleva siempre hacia cuestiones que nos hacen caer en la arrogancia, en la prepotencia. Y en realidad estamos en la ignorancia, aunque sigue habiendo iniciativas de inversión multimillonarias en búsqueda de inmortalidad.
-¿Comprendés a los que están en esa carrera?
El que quiera ser inmortal, que se acuerde de que las verdaderas inmortales son las células egoístas que quieren ser viajeras y generar tumores.
Estudiamos la inmortalidad para evitarla. Y si no, que lean el inmortal de mi maestro Jorge Luis Borges, en unas pocas páginas te das cuenta de que de nada te vale ser inmortal, porque al poco tiempo, a los pocos cientos de años, lo único que estás deseando es volver la fuente de la mortalidad y volver a ser como todo el mundo, mortal.
-¿Le temés a “la nada y el olvido”, como solés llamar a la muerte?
No le temo al cáncer ni a ninguna otra enfermedad, ojalá me lleguen las que me toquen como ser biológico lo más tarde posible. Cumplí sesenta y tres años, me parece una hazaña cósmica. Sesenta y tres años resistiendo miles y miles de cambios en mi genoma cada día. Tengo claro que lo asombroso no es tener cáncer, sino que es no tenerlo.
Cuando conoces los detalles de la exquisitez molecular, te das cuenta de que es un milagro la supervivencia; cuando observas los millones de reacciones bioquímicas que hacen posible cada instante, el aprecio de la vida es infinito.
El genoma está construido por tres mil millones de piezas en cada célula. Y esta noche, como todas, lo he puesto a replicar, pues cada célula que se divide hace una copia del material genético.
Y me he levantado tan fresco, asumiendo que no he sufrido ninguna mutación significativa, me he mirado al espejo y he dicho, vaya, hoy tampoco tengo cáncer. Pero, el azar todo lo puede y de vez en cuando ocurre algún cambio que nos hace entrar en la dinámica de células egoístas e inmortales y viajeras.
Haber completado dos terceras partes de la vida sin la llamada de estas células, me parece un gran logro. No tengo miedo a la muerte porque la considero parte de la vida y por tanto que una enfermedad nos robe la vida y nos convierta en nada y en olvido me parece de lo más natural.
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