“Llevame Jesús”: La historia de abusos de un cura a una menor de edad
Mailin Gobbo, de 33 años, denunció haber sido víctima de abuso sexual por parte del ex sacerdote Carlos Eduardo José
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“Llevame, Jesús”, era el triste pedido que escribió Mailin Gobbo, que ahora tiene 33 años pero en ese momento acababa de cumplir los 12, en su diario personal. Su madre se lo había encontrado luego de que ella se quedara dormida con el cuaderno al lado suyo.
“La madre le vio esas anotaciones justo el día que cumplía años. Ahí Mailín empezó a ir a distintos psicólogos durante un tiempo; era evidente que algo pasaba”, dice Héctor Silveira, abogado de Gobbo en la causa donde ella acusa al ex cura Carlos Eduardo José de abuso sexual por hechos ocurridos entre 1999 y 2008.
Hoy se presentan los alegatos en el juicio que empezó el 4 de este mes, en los tribunales de San Martín. Silveira estima que se leerá el fallo el próximo martes. La causa es por “abuso sexual gravemente ultrajante agravado por tener un cargo eclesiástico” en el Instituto San José Obrero, ubicado en Caseros, provincia de Buenos Aires.
Si José es encontrado culpable, podría caberle una pena de entre 8 y 20 años de cárcel. Hace tres años que José está cumpliendo prisión preventiva, una medida que dictó la Justicia luego de que el excura estuviera una semana prófugo.
La Justicia también investiga otras tres denuncias, que fueron efectuadas por Jazmín Detez -quien radicó la denuncia junto a Gobbo-, Cecilia Burgos y Karen Maydana. La defensa del acusado señaló que los delitos denunciados por estas tres mujeres prescribieron.
Sin embargo, desde el 2015 se toma como punto de partida para los delitos contra la integridad sexual cometidos contra menores de 18 años el momento en el que la víctima lo denuncia. Ahora, la Corte Suprema de Justicia deberá decidir si esta modificación en la legislación se puede aplicar de manera retroactiva.
“Los hechos que recuerdo fueron desde mis 11 años hasta los 20. En el San José Obrero los abusos fueron hasta los 15 años, pero como el cura seguía viniendo a mi casa porque tenía una muy buena relación con mis padres, los abusos continuaron. Para mis papás, que son muy católicos, cuando entraba José era como si hubiera entrado Jesús, le tenían mucha confianza”, relata Gobbo, que conversa con LA NACION en un café de Castelar, no muy lejos de su casa.
Según describe, ella aún era alumna del San José Obrero y los abusos comenzaron cuando el excura la retiraba del aula para que se confesara. “El venía al aula y me retiraba para confesarme con la excusa de que estaba anotada en el cuaderno. Me llevaba a una secretaría y, mientras me confesaba, abusaba de mí, me hacía sentarme sobre su pierna, me besaba en el cuello, me tocaba las partes íntimas. Luego, a los 15 años me cambié al colegio Santo Domingo en Ramos Mejía, pero José pertenecía al círculo íntimo de la familia, incluso nos hemos ido juntos de vacaciones. Por los abusos, a los 12 años tuve una depresión muy grande y él le decía a mi mamá que los psicólogos no servían, que él iba a hablar conmigo”.
Gobbo cuenta que en su adolescencia se excedió con el alcohol y atravesó distintos problemas de salud. Una de las psicólogas a las que acudió le sugirió que su cuerpo estaba hablando por ella. “No era rebeldía, sino que no quería tener contacto con lo que verdaderamente me dolía, que eran los abusos”.
LA NACION se comunicó con el abogado defensor de Carlos Eduardo José, pero prefirieron no dar declaraciones: “Por cuestiones éticas preferimos no referirnos a un juicio que se está desarrollando. Pero luego de la sentencia, no habría inconvenientes”.
Otro sacerdote que era amigo de la familia les recomendó a los padres un psicólogo del obispado. “Él me ayudó a recuperar algunos recuerdos. Yo no podía estar en las piletas durante mucho tiempo, ni en bañaderas, y era porque José, con la excusa de enseñarme a nadar, también abusaba de mí en la pileta”.
En 2008, describe Gobbo, luego de poder verbalizar los hechos que denuncia, sus padres fueron a hablar con José. “Hablaron con él en la Iglesia y él en ningún momento negó los hechos, solo pedía perdón. Si pedís perdón estás aceptando los hechos. Mis padres hicieron una denuncia en el obispado en 2009. A los dos años me citó Guillermo Rodríguez Mergarejo, que fue obispo de San Martín hasta 2018 y falleció en enero de este año, y me contó que había llegado una sanción desde Roma que dictaba que José no iba a ser más sacerdote, que no iba a poder estar más en contacto con chicos y que tenía que hacer un tratamiento psicológico. Pero me enteré que a José lo trasladaron a Azul, donde sé que también hubo casos de abuso que no fueron denunciados”.
En 2014, Gobbo se había propuesto dejar atrás los hechos que había denunciado en la Iglesia en 2009, pero ese año nació su hija y, asegura, ese fue un punto de quiebre. “No quería hablar más del tema, pero cuando fui mamá me volvieron a surgir lo miedos. Por ejemplo, no podía bañarla sin pensar que estaba abusando de ella”.
Antes de hacer la denuncia en la Justicia en 2017, Gobbo se reunió con el vicario del obispado de San Martín, Eduardo González, para saber si José finalmente había dejado de estar en contacto con menores. Gobbo grabó esa conversación con su celular y fue publicada en el canal TN. En esa charla ella baraja la idea de hacer una denuncia penal y que el caso se hiciera público, pero el vicario, según la interpretación de Gobbo, trató de desincentivarla, algo que el religioso luego negó recordar en una entrevista que brindó a ese canal de televisión.
“Si se hace público van a salir más casos. Lo que pasa es que uno no habla porque yo ya tuve esa experiencia, te dicen ´y, mirá lo que es´”, dijo Gobbo en esa conversación, en referencia a comentarios ofensivos que recibió luego de hacer la denuncia en la Iglesia. A lo que González le respondió: “Te lo digo de modo brutal, ´con estas putitas qué querés´. Esa es la opinión que puede darse, entonces la víctima del abuso pasa a ser denigrada. Por eso yo decía que no conviene hacerlo público”. El excura José finalmente renuncio al sacerdocio en 2017.
En 2018, al año siguiente de hacer la denuncia en la Justicia, Gobbo renunció a su trabajo. Asegura que el proceso judicial y la exposición mediática acapararon todo su tiempo y energía. “Uno como víctima se tiene que someter a pericias muy invasivas, es un proceso difícil. Ahora espero que se haga justicia. Le diría a otras víctimas que se animen a hablar, que hagan la denuncia y pidan ayuda. El abuso te corrompe la confianza, pero ser escuchado es muy reparador y te pone en otra posición frente a la vida. Todos tenemos derecho a ser escuchados, no importa cuando haya sido el hecho”, concluye.
Por parte de la diócesis de San Martín enviaron a LA NACION un comunicado en donde expresan su voluntad de acompañar a quienes “han sido afectados y heridos durante todo este doloroso proceso”, y agregaron: “Rogamos a Dios por un dictamen final justo que pueda llevar paz a las personas involucradas”. Emitirán otro comunicado luego de la sentencia.
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