Si bien el uso de la inteligencia artificial no llegó a la agenda institucional, se volvió un tema ineludible en las salas de profesores
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“No tengo ni idea del ChatGPT y tampoco si mis alumnos lo usan”. “Yo me enteré en noviembre por mi sobrino y lo empecé a probar por mi propia cuenta”. “Aún no sé cómo incorporarlo al aula, pero los pibes seguro que lo están usando”. “Acá ni llegó, ¿no se están adelantando un poco con la pregunta?”. “La escuela no nos habla del tema y en sala de profesores se lo debate como el apocalipsis”. “La primera jornada docente fue para hablar de este tema y estamos tratando de poner reglas institucionales para usarlo en el aula”. “Yo lo estoy probando para preparar clases, pero en la escuela es como si no existiera”. “Lo traje al aula, lo hablamos y lo estamos usando”.
Estos son algunos de los muchos testimonios recibidos de docentes de escuelas públicas y privadas de todo el país sobre la llegada del ChatGPT (por las siglas en inglés de Generative Pretrained Transformer) a las aulas, mientras especialistas en educación de todo el mundo debaten en torno de ciertos interrogantes: ¿desafío o amenaza? ¿Se necesita un cambio radical en la forma de enseñar? ¿Qué pasará con los docentes en el futuro? ¿Aletarga las mentes o desarrolla el pensamiento crítico? ¿Dónde está el verdadero riesgo de las inteligencias artificiales?
La gran novedad del algoritmo, lanzado en noviembre de 2022 por la empresa OpenIA y llamado en inglés Large Language Model (LLM), es que genera textos basados en un aprendizaje automático, ya que fue entrenado con millones de textos escritos por los humanos desde hace siglos y utiliza sus patrones y relaciones subyacentes en el lenguaje que va imitando y combinando. Responde a todas las preguntas, refina su contenido, se corrige si se le marcan errores, hace imágenes, traduce, resume y puede también redactar en cualquier idioma y estilo literario que se le pida, en pocos segundos.
En la mayoría de las escuelas consultadas, el tema de la IA no llegó a la agenda institucional. Ante la falta de planes formales, e incluso gubernamentales, previos al inicio de clases para recibir la la inteligencia artificial en el aula, algunos docentes interesados en el tema empezaron a capacitarse en forma autodidacta. Durante las vacaciones de verano, jugaron con la aplicación, evaluaron sus alcances, le hicieron preguntas cada vez más complejas, se animaron a diseñar una clase, una evaluación o un programa. Se dieron cuenta de que es un antes y un después en el ejercicio de la docencia, y de que, bien utilizada, podría ser una gran herramienta si se enfoca la clase en el desarrollo del pensamiento crítico y no en los resultados.
“En sala de profesores, los profes tienen una reacción de fastidio y alarma cada vez que se habla del tema”, dice Martín, profesor de literatura de una escuela privada en la provincia de Buenos Aires. En noviembre, él empezó a explorar el ChatGPT y trató de ver qué utilidad podía tener para su materia. Buscó material de consulta y diseñó algunas pruebas. “Facilita mucho el trabajo del docente, al que le queda después el trabajo de editar, completar la información y corregir en caso de que sea necesario”, agrega. Y aclara que habló del ChatGPT con sus alumnos desde el primer día de clases. “A nivel institucional no se nos capacitó ni se habló del tema. Yo trato de anticipar los problemas que puedan llegar a surgir para tener respuestas y estoy convencido de que vamos a convivir con esto de ahora en más”.
Ante las consultas de LA NACION, ni el Ministerio de Educación de la Nación ni el porteño respondieron sobre posibles capacitaciones a los docentes, como ya se hizo en varias ciudades del mundo.
Si bien han transcurrido solo dos meses desde el comienzo de las clases, varios docentes entrevistados ya tuvieron experiencias de plagios con el ChatGPT. “Cuando uno conoce a sus alumnos, la comprobación es rápida porque uno sabe cómo redactan y puede ver la diferencia entre el texto copiado del algoritmo y su forma de escribir habitual”, afirma Elena, profesora de economía de una escuela privada de la ciudad de Buenos Aires. Gracias a su hijo, descubrió la herramienta en el verano y se dedicó a investigarla. “Mientras trato de ver cómo incorporarlo en mis clases, lo primero que hice fue hablarles del tema a mis alumnos y resaltar la conducta ética que deberían tener al usarla”, sostiene.
Ante la posibilidad de plagio, ya hay varias aplicaciones que ayudan a comprobarlo y también una lista de tips para identificarlo. ChatGPT hace uso de palabras comunes por sobre palabras más complejas o sofisticadas. También genera muchos errores en datos e informaciones, contenidos con sesgos y redacción sin sentido lógico. Por eso, la intervención de un docente es fundamental porque corrige, edita y completa la información.
Sin embargo, la mayoría de los docentes entrevistados desconocen aún la proyección y la implicancia que tiene el algoritmo. Algunos creen que es insignificante el impacto que hoy tiene en las aulas y asumen que los alumnos no lo usan. “No cambié nada en mi planificación, sigo dando clases como siempre y mis alumnos no tienen idea de qué es”, sentencia una docente de una escuela pública de la ciudad de Buenos Aires.
Una profesora de historia de una escuela privada del conurbano bonaerense sostiene que “los que se preocupan por este tema, se están adelantando, porque no llegó a la escuela todavía”. En zonas rurales del interior del país, no es muy diferente. “No tuve experiencia con esta aplicación, quizá mis alumnos la tengan, pero en mis clases no les permito usar dispositivos”, explica una profesora de matemática de una escuela rural de Córdoba. “Por acá, ni se habla de eso. No hay buena conexión, pero yo sé que los chicos andan con sus celulares y seguramente ya la conocen”, responde una profesora de biología de otra escuela rural, en la provincia de Chubut.
Así, al igual que con la llegada de la calculadora y de los buscadores de internet, la primera reacción de los profesionales de la educación parece ser de parálisis e incertidumbre. Años después, llega la capacitación y calma las aguas; por ejemplo, las TIC fueron herramientas fundamentales cuando la pandemia aceleró y forzó el ingreso de todos los docentes a la virtualidad. Pero esta vez no hay tanto tiempo para esperar porque la velocidad de la inteligencia artificial es otra y llega en forma transversal a todas las poblaciones y geografías del mundo a través del teléfono celular.
“Es evidente que, en la medida que empezamos a incorporar a nuestra vida esta tecnología basada en modelos de lenguajes grandes o extensos, que replican las lenguas y las conectan entre sí, que tienen acceso al archivo de toda la humanidad, tiene que haber equipos técnicos y permanentes de trabajo no solo en educación, sino en filosofía, en historia, en lenguas y por supuesto en matemática y ciencias físicas, para que piensen cómo integrarlas sin que sea traumático”, describe Flavia Costa, doctora en ciencias sociales y autora del libro Tecnoceno. Algoritmos, biohackers y nuevas formas de vida, publicado en 2021. “Lo que antes hacían los consejos escolares, ahora lo tienen que hacer estos equipos, para pensar cómo apropiarse de estas tecnologías y cómo tratar con ellas. Esta estrategia tendrá que renovarse permanentemente”, añade.
Desafíos y actividades
En la Escuela Escocesa San Andrés decidieron abordar el tema desde el comienzo de clases, con una primera jornada docente. “Es importante entender que los chicos ya tienen acceso a esto y que lo que sirve es mirar el proceso de producción de textos, porque se puede fraguar el producto final, pero no el proceso”, explica Esteban Aranda, director del nivel secundario, que funciona en Olivos, y profesor de historia. Él también se ha encontrado frente a textos plagiados y usó esa experiencia para hablar con sus alumnos sobre el tema. “Yo no veo que el uso de ChatGPT sea un problema, creo que tiene un enorme potencial. Sería un error hacer caso omiso a esto, porque llegó para quedarse y es mejor entender cómo funciona para llevar adelante el proceso de enseñanza y aprendizaje”, añade.
Juan Soriano es profesor de literatura y coordinador de Perspectivas Globales en un colegio del oeste del conurbano bonaerense, y decidió llevar al aula el Chat GPT desde el primer día de clases, porque quería “mostrarles cómo usarlo, cómo investigar y profundizar en los temas que ellos mismos generan con la aplicación”. Además de sus asignaturas, dicta clases de debate y utiliza el algoritmo con sus alumnos para refutar los argumentos que presentaron a favor y en contra de una consigna dada.
En efecto, para los docentes la aparición de la inteligencia artificial es un gran desafío no solo porque tienen que aprender cómo funciona, sino también porque deben saber enseñar su uso. “Las personas mejor formadas van a tener una ventaja competitiva porque van a tener la capacidad de atravesar ese archivo que las tecnologías tienen y ponerlo en juego en la interpretación de la vida social y la vida tecnológica. Van a poder detectar cuándo tienen errores, cuándo no, cuándo trae citas, cuándo no”, agrega Flavia Costa, especialista además en tecnología, cultura y sociedad. Autoridades educativas y formadores de docentes tendrán también que diseñar nuevos programas que incluyan estas herramientas.
Según los docentes entrevistados, entre las actividades que se pueden poner en práctica en el aula figuran:
- Presentar en la clase un texto generado por el ChatGPT y pedir a los alumnos que propongan ideas complementarias, indiquen asuntos olvidados y detecten errores.
- Hablar sobre la integridad académica y explicar la importancia de usar lo que el ChatGPT les ofrece para pensar mejor, refutar, complementar, criticar y producir contenido.
- Elaborar nuevas preguntas de evaluación, que sean puramente de reflexión y que apunten al análisis crítico más que a la memoria.
- Comparar textos elaborados por ellos y por el ChatGPT sobre un determinado tema.
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