“Liquidación por inundación”: la desesperada estrategia de los comerciantes de Bahía Blanca que lo perdieron todo
En las veredas de los locales, se ven mesones con prendas que quedaron bajo el agua a precios económicos
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BAHÍA BLANCA.- Un conductor a contramano y alcoholizado que se mete con su automóvil, de trompa en la vidriera. Luego un cortocircuito que inicia fuego y provoca el incendio del local, con daños graves en instalaciones y mercadería. ¿Algo más? Si, la pandemia, con otro tipo de daños. Sin embargo, todavía hay más para Sol del Prado. Una inundación histórica que la dejó pérdidas casi totales: ni un mueble para rescatar y apenas unas pocas prendas que en un perchero sobre la vereda sacó a la venta a valores por debajo del costo.
“Lo dudé, mucho, pero igual voy a seguir”, afirma Del Prado, al frente de Burbujas, un pequeño comercio de indumentaria femenina sobre la calle Alsina, en pleno centro y a 200 metros del palacio municipal, donde al igual que todos sus colegas de la zona y gran parte de sus vecinos pagaron muy caro el estar horas, en algunos casos hasta días, bajo el agua. Sobre todo en los sótanos.
Lleva 16 años al frente de este emprendimiento y la sucesión de golpes la viene afectando, pero nunca como en esta ocasión. “Estamos esperando un préstamo, una ayuda, algo, porque sin un crédito o algo similar no se puede”, dice a LA NACIÓN, mientras en la calle atiende clientas interesadas en remeras que se liquidan a $5000 cuando el precio de lista era de $25.000. Y jeans, que de $70.000 los tuvo que bajar a $25.000. Las liquidaciones se repiten a cada paso.
Así se vive este “Hot Sale” bahiense, una feria callejera a cielo abierto, que se improvisó por necesidad de hacer caja en uno de los paseos de compras más destacados de esta ciudad, donde algo más de 300 milímetros de lluvia caída en menos de cinco horas destrozaron a la comunidad en general y al circuito comercial en particular. Primero, porque perdieron gran parte de su mercadería, luego porque deben reconstruir sus puntos de venta y por último, y tanto o más grave aún, porque más de 230.000 habitantes afectados necesitarán un tiempo largo para volver a pensar en un gasto que no sea una necesidad.

Remate
“¿Cuándo vamos a volver a tener una fiesta en Bahía Blanca?”, se pregunta Rocío, que es parte de un emprendimiento familiar que se llama Las Nereidas y que, sobre esa misma calle Alsina, diseña, confecciona y vende vestidos para eventos especiales. Ahora también los remata, porque desde 5000 pesos se pueden conseguir prendas con las cuales vestirse y lucirse en algún casamiento, cumpleaños u otra celebración.
Más de un metro de agua se acumuló a nivel de la calle en esa zona, como en gran parte de la geografía bahiense. Estanterías y exhibidores a la calle quedaron sumergidos también en ese barro que mezclaba tierra y varias cosas más, arrastrado por la corriente y convertido en sedimento una vez que las bocas de tormenta fueron capaces de deglutir semejante volumen de líquido acumulado.
Esos vestidos largos, al cuerpo o acampanados que suelen ser tan buscado para esas citas de gala, quedaron empapados, incluso manchados. Hasta la mitad los que colgaban en los percheros y de punta a punta los que estaban en los estantes más bajos. Un desastre.
“El propietario del local me alentó a que siga, que me iba a apoyar”, acota Del Prado y destaca, como otros tantos, que también los proveedores han sido muy contemplativos con el comercio bahiense. Por propia decisión llegan avisos de refinanciación de deudas y, sin pago previo, también la provisión de mercaderías para volver a poner los negocios en marcha.

“No sirve nada”
Nazareth Molina cuenta que lloró los primeros días. Luego apretó los dientes y buscó acomodar el local. En estas últimas horas otra vez no pudo contener el llanto al ver que tanto esfuerzo se lo llevó esa correntada violenta, que en varios locales vecinos destrozó vidrieras y puertas. “Lo que se rescató es lo que estaba en percheros altos, el resto que se mojó sale a remate”, explica Molina, que también vende ropa de mujer.
Su comercio se llama Mosh y se tomó el trabajo de lavar todas las prendas que consideró recuperables para ver si puede venderlas a mitad de precio y así hacerse de efectivo para afrontar los costos de recomponer instalaciones. “Se perdió todo el mobiliario, no sirve nada”, cuenta y muestra, con el local casi vacío luego de descartar tanto destrozo. “Necesitamos no menos de 20 días para volver a abrir”, arriesgó porque los daños, remarca, han sido más profundos de los que se creían.
La expectativa en el lugar está puesta en las promesas de asistencia que, en cada una de sus visitas, han realizado tanto el presidente Javier Milei como el gobernador Axel Kicillof. Se habló de líneas de crédito accesibles de las que todavía. Hay miles de inscriptos pero, coinciden los consultados, aún no han tenido noticias. Recién este miércoles se conoció la apertura de un registro para acceder a un subsidio de 800.000 pesos, pero destinado a hogares afectados por la inundación y orientado a reparar viviendas y compra de electrodomésticos.
A la par, advierten, lo que el comercio necesita para su reconstrucción también requiere de una recuperación de los vecinos en general, para volver a la categoría de clientes que –por lo menos en este rubro de indumentaria- parecen haber perdido. Quizás por un largo tiempo. “Igual le metemos para adelante”, ratifica Molina.
Crisis
Esa crisis de consumo se respira y se empieza a sentir. Miles de familias tendrán que reconstruir sus casas y han perdido todo su mobiliario y hasta su automóvil. En gran número también algún comercio o similar que era su sustento. Si no era propio y eran empleados, temen por su trabajo. O por la posibilidad de volver a cobrar salarios en tiempo y forma, porque esta tragedia que costó 16 vidas y dos desaparecidos también arrasó – al menos por el momento y por un largo tiempo- con la cadena comercial de esta ciudad y alrededores.
Bombachas, tangas, corpiños y medias. Todo -por cientos, quizás varios miles- llena los cajones que Daiana Arcusini sacó a la vereda. Una prenda sobre otra, como para formar montañitas de un metro de altura. “Se mojó, se destiñó y se embarró”, detalla sobre el proceso de deterioro de esa mercadería, mientras estuvo bajo agua. “Por suerte no nos robaron”, dijo, porque en aquella madrugada del viernes 7 pasado e incluso horas y noche posteriores hubo algunos saqueos en comercios.
En este comercio que lleva su nombre, pero comparte en sociedad con su madre tenían un depósito cargado de lencería, en los fondos pero todo a nivel de calle. Lo que se salvó estaba sobre estantes montados a las paredes, a un mínimo de 1,20 metros de altura. “Estamos pintando para arrancar, pero el agua sigue brotando”, explica sobre esas medianeras que transpiran mucho de lo que la inundación les dejó como recuerdo. Recién 11 días después del temporal acaban de reconectarle el suministro eléctrico.
Los percheros son una tentación con esos carteles de ofertas “al costo”, “secando” o “liquidación por inundación”. Las operaciones son en efectivo o transferencia. Entre la clientela están algunos que el agua los dejó casi desnudos, apenas con lo puesto, y salen a vestirse. Los comerciantes reconocen además a muchos que compran sin necesidad: “Solo para ayudar”, explican. Son indicios de una comunidad que, frente un nuevo drama, vuelve a unirse para salir adelante. Quizás ese vínculo se sintetice mejor en la pantalla gigante que desde la esquina de Alsina y San Martín repite una frase acompañada de un crespón negro: “Fuerza Bahía”.
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