Le destrozaron el puesto de diarios que tiene en la avenida 9 de Julio desde 1971: “Quedamos en un estado de indefensión total”
Tras los festejos de ayer, esta mañana muchos comerciantes se encontraron con sus locales vandalizados en los alrededores del Obelisco
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El olor a pis se mezcla con el de hierro quemado que sale de las máquinas soldadoras que trabajan para reparar las rejas que protegen al Obelisco. Para hablar con alguien que se encuentra a pocos metros hay que levantar un poco la voz ya que el ruido de las hidro lavadoras funcionando lo tapa todo. El piso está cubierto de pequeños vidrios molidos que crujen con el andar de los transeúntes.
Tras los festejos de ayer en la avenida 9 de Julio, organizados para saludar a los flamantes campeones del Mundial de Qatar, el microcentro porteño amaneció como la típica postal de una mañana después de una fiesta. Si bien a las 9 el mar de botellas, latas y basura que cubría la avenida ayer por la tarde ya había sido recogido, de todas formas se podía observar el saldo de la celebración más grande de la historia argentina, que terminó con desbordes, corridas, heridos y personas detenidas.
Adriana Pombo, de 58 años, no puede contener las lágrimas al hablar de los destrozos que sufrió el puesto de diarios que tiene su familia desde 1971. En 2011, tras la muerte de su padre, ella se hizo cargo del negocio. “Fue un desastre. Estamos en un estado de indefensión total. Los últimos tres partidos estuve desesperada buscando policías por todos lados y no había ni uno. Ayer bajé a buscar mi paquete de diarios a las cinco de la mañana y no pude abrir. Tenía coches cruzados, chicos tomando merca arriba del semáforo de acá enfrente, gente subida arriba del techo del kiosco”, relató.
Ella es de La Matanza, pero justo antes de que comenzara la pandemia se mudó a un departamento en Cerrito y Corrientes para estar cerca de su puesto de trabajo. Pombo está tan cansada que aseguró que ya no hará nada para reparar los daños materiales.
“Lo único que me preocupa es la falta de seguridad, eso es lo que me tiene mal. El mobiliario ya no me interesa, mientras pueda levantar la persiana lo voy a hacer y vender, pero nada más”, dijo.
Algunos vecinos pasaban y le gritaban “¡Mucha fuerza, Adriana!”
Limpieza de primera hora
A primera hora, en la puerta de muchos comercios y edificios había personas baldeando y refregando los pisos de sus frentes.
Diego Martínez, encargado de un edificio de viviendas ubicado a metros del Obelisco, era uno de ellos. Dijo que esta mañana notó menos basura que la mañana del lunes, pero muchos más vidrios y olor a pis. “Eso es lo peor de todo porque, aunque limpies y limpies, no se va por dos o tres días”, dijo.
El operativo de limpieza que llevó adelante el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires comenzó ayer por la noche mismo, por eso esta mañana el grueso de la basura ya no estaba. Sin embargo, quedaron los mayores destrozos: muchos techos de kioscos de diarios se encontraban caídos, faltaban tachos de basura que fueron arrancados de cuajo, muchas persianas estaban grafiteadas e incluso el monumento de la Plaza Provincia de Mendoza, sobre la avenida 9 de Julio y la avenida de Mayo, amaneció con la leyenda “Sean eternos”.
Además, en el ingreso del banco Galicia ubicado en Lavalle y Cerrito, donde a última hora de ayer ingresaron a robar, había personal trabajando en la reparación de la cortina de seguridad. En frente, en un concesionario de autos que se encontraba cerrado, se podía observar la rotura de una de sus vidrieras.
Yuli Suárez, que tiene un kiosco a pocos metros del Obelisco, sobre la avenida Presidente Roque Sáenz Peña, ayer abrió temprano su comercio, pero cerró cerca de las 13 al ver que la situación se desmadraba. “Me encontré con mucha basura, botellas en cantidad y con que orinaron por todos lados. A mi negocio no le pasó nada por suerte, pero incluso con la valla que había, revolearon botellas y piedras y rompieron el vidrio del puesto policial que hay acá enfrente. Estuvo muy complicado todo, y eso que yo me fui a las 13. A partir de entonces, se fueron los que realmente estaban celebrando y se quedaron los ebrios que querían aprovechar la oportunidad de ver qué sacaban de todo esto”, dijo.
Mario Loschiavo tiene 80 años y pasó más de la mitad de su vida trabajando en el kiosco de diarios que tiene sobre la calle Cerrito entre Sarmiento y Perón. Parte del techo de su puesto se vino abajo como consecuencia de los saltos de la gente. Y ese daño empañó la alegría de Mario por el triunfo nacional. “En este país se confunde festejar con romper y eso no puede ser. Si Queremos vivir en paz tenemos que respetar al prójimo. Lo qué pasó ayer fue una avalancha de gente, no se podía caminar, si te dabas vuelta te pisaban”, dijo.
Esta mañana Mario tuvo que llamar al gobierno de la Ciudad para que lo ayudaran a levantar el techo. Como muchos otros de sus colegas, no está seguro de que vaya a arreglar su puesto. “Posiblemente lo reparemos, sale mucha plata. Hoy un señor me ofreció plata para el arreglo, pero no puedo aceptarlo. Tengo dignidad”, dijo.
La misma situación vivió Walter Cisneros, que tiene su puesto hace siente años sobre la avenida Corrientes, en el ojo del huracán que fueron los festejos de ayer. Cisneros estuvo presente, protegiendo su lugar de trabajo y pidiendo a la gente que no se trepara, pero nadie le hacía caso y ante la impotencia decidió destapar una cerveza para intentar tomárselo con calma. “Abollaron todo el techo, rompieron focos de luz y la caja de electricidad. Llamé a la policía pero no vinieron”, dijo.
Él, al igual que Mario y Adriana, no sabe cuánto le costarían las reparaciones y probablemente no las realice. “Lo importante es que puedo seguir trabajando”, dijo.
En la avenida Perón y Lima quedó una prueba viva de una imagen que caracterizó a los festejos de este campeonato: una liana hecha de trapos y media sombra conectaba el techo de un kiosco de diarios con el balcón en primer piso de un edificio. De esa forma, las personas lograban acceder a cierta altura y quedar a tono con quienes se colgaban de semáforos, carteles de calle, postes de luz y cualquier elemento que permitiese ascender algunos metros.
En uno de los maxikiosco que miran al Obelisco, y que ayer permaneció abierto durante todo el día, un empleado dijo angustiado: “Perdoname, pero después de todo lo que pasó ayer no tengo ni ganas de hablar. Con eso te digo todo”.
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