Le Corbusier: el genio que sacó de su lámpara la casa Curutchet
Entre la mítica visita del arquitecto suizo a la Argentina en 1929 y la pequeña vivienda levantada en la plata y reconocida como una joya muchos años después, se escribe la leyenda que este año se reveló frente a los ojos de todo el mundo
En aquel tiempo, para nosotros era difícil entender el mito.
El mensaje de Le Corbusier no era algo que se veía, sino una luz que nos invitaba a concebir la arquitectura de una manera nueva. Sus edificios no eran casas, oficinas o museos. No. No podíamos leerlos como tales. Eran ensayos, experiencias geniales, valientes desafíos que nos dejaban la evidencia de su genialidad, como verdaderas leyendas.
Estuvo en 1929 en Buenos Aires y en su primera conferencia apareció en el escenario sin saludar al público, se dirigió a la pizarra y dibujó una columna con su capitel corintio; después tachó el dibujo con una cruz y gritó: ça ne va plus ! Y luego, "Prefiero dibujar a hablar. Dibujar es más rápido, y deja menos espacio para la mentira."
Nos regaló un evangelio de modernidad en diez sesiones inolvidables, pleno de hipótesis alucinantes y enormes dibujos sobre la ciudad y la nueva arquitectura que al final los pocos asistentes se disputaban a trozos como autógrafos de la estrella pero que olvidaron rápidamente.
Pasaron veinte años sin recuerdos de la visita de aquel visionario ni de las cosas que había dicho, hasta que en 1948, un hecho casual, el encargo de una pequeña vivienda en La Plata, frotó la lámpara, despertó al genio y nació una nueva leyenda, la casa Curutchet.
Sin perder su elegancia el maestro suizo dio un puñetazo en la mesa, concibió uno de sus más bellos y poéticos proyectos, expuso un nuevo concepto de residencia y quebró de manera radical con las formas preexistentes de habitar en la ciudad.
Ya nada sería como hasta entonces. Aprender todo de nuevo o lamentarnos por no entender nada, esas eran las únicas alternativas.
¿Cómo pudo imaginar un jardín en el techo? ¿Quién podría demostrar que la luz, la transparencia y continuidad entre el interior y el exterior era compatible con la idea de una casa? ¿En qué cabeza cabe la posibilidad de construir prácticamente solo con aire, el material más barato de la arquitectura?
La casa se terminó de construir en 1955 superando gran cantidad de conflictos, muchos de ellos provocados por incultos funcionarios municipales, aviesos constructores o el simple temor a lo desconocido.
La familia Curutchet intentó vivir allí, pretendió instalar su propia historia dentro de la casa, lucharon para conseguirlo, pero su esfuerzo resultó estéril más temprano que tarde, pues?¿quién sería capaz de vivir en una leyenda?
Hasta que comprendieron que el mensaje no era para ellos, que eso no era una casa, que se trataba de un manifiesto universal y que ellos no serían capaces de adaptarse ni de modificarla. Entonces sabiamente la dejaron. "Le dure métier de vivre", en palabras de Pedro Curutchet.
El poeta veía cosas que nosotros no veríamos hasta 40 años después.
Estuvo cerrada por otros veinte años en los que la leyenda no dejó de crecer. Conocíamos los dibujos, admirábamos al mito, estaba la obra, pero no se podía ver, sólo se imaginaba desde fuera o en el fugaz instante en que la empleada de la limpieza abría la puerta para entrar.
En esa época la olvidamos nuevamente, apenas se estudiaba en las escuelas de arquitectura, inundadas de ridícula posmodernidad. La dejamos sin mantenimiento y en un estado lamentable hasta 1987 cuando, casi por vergüenza, en el centenario del nacimiento de Le Corbusier, fue restaurada y declarada Monumento Nacional.
Estos últimos años volvió con más fuerza el espíritu del genio, redescubrimos a Amancio Williams, su mejor intérprete, hicimos una nueva mirada a la Casa Curutchet, replicamos sus conceptos, escribimos, trasladamos sus ideas, la llevamos al cine, aprendimos de ella, la declaramos Patrimonio de la Humanidad, en definitiva entendimos un poco más la leyenda, lo que había de ser leído.
Del editor: ¿por qué es importante? La Unesco declaró en julio Patrimonio de la Humanidad la Casa Curutchet de La Plata
Daniel Merro Johnston