Le amputaron una pierna por un accidente a los 21 años y se hizo una pregunta que le cambió la vida
El chubutense Carlos Escobar derrumbó todos los obstáculos gracias al deporte; en diálogo con LA NACION, habló del momento que su vida dio un giro 180 grados y las personas que lo acompañaron
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A lo largo y ancho de todo el mundo, hay personas que conmueven a otras gracias a las historias de superación que atravesaron en algún momento de sus vidas. Ya sea por un hecho particular, desde tragedias o milagros, logran remover hasta la fibra más sensible del cuerpo humano. Entre la variedad de protagonistas, Carlos Escobar, de Esquel, Chubut, es uno de los tantos ejemplos. Se trata de un pintor y deportista que, en su juventud, perdió una parte de su cuerpo como resultado de un accidente y, pese al diagnóstico poco prometedor, atravesó todos los obstáculos hasta convertirse en un claro ejemplo de resiliencia. “Todo es posible de lograr“, expresó en declaraciones con LA NACION.
El 27 de abril de 1982, a sus 21 años, todo cambió para él. Se encontraba en San Juan cuando sufrió un accidente automovilístico y, en cuestión de segundos, vivió un antes y un después en todo sentido. ¿El motivo? Tras el hecho, los médicos que los atendieron le informaron que debían amputarle la pierna izquierda como consecuencia de las lesiones. A partir de ahí, un sinfín de interrogantes surgieron en su cabeza: se replanteó sobre las personas que lo rodeaban, cambió de hábitos y hasta de rutina “Me acuerdo de ese 1 de mayo, el día de la intervención en el que todo cambió”, recordó en diálogo con este medio.
“¿Y ahora qué hago?”, fue lo primero que pensó al enterarse de la noticia que indudablemente nunca imaginó. Los días transcurrían y se encontró con un escenario desolador: “Estuve un tiempo en ese estado, pensaba cómo iba a hacer con mi vida y cuál sería el próximo comienzo”. Asimismo, y entre las malas noticias, se percató de que sus vínculos no lo apoyaron tal como esperaba. “Estuve internado por tres meses y no tenía familia en aquel entonces. Ahí me di cuenta de que, en ocasiones, los amigos están en las buenas y en las malas desaparecen. Visualicé la clase de amistades que tenía”, rememoró.
Un alivio en el deporte
Luego de permanecer por unos años en aquella provincia, Carlos regresó a Esquel, donde es nativo, en el 1984 y poco a poco conoció a un círculo de personas que lo ayudaron a salir adelante. Sin embargo, también vivió la contracara de algunos ciudadanos que lo discriminaron por su discapacidad. “Lo primero que hice cuando llegué fue buscar un trabajo en un reconocido colegio, pero me dijeron: ‘Vos no podés, te falta una pierna’, y me miraron de arriba hacia abajo”, detalló.
Pasaron los meses y en 1985 finalmente ingresó a la Municipalidad, lugar donde se jubiló como sereno. Asimismo, formó una familia y, en la vorágine de su vida, se convirtió en un atleta. “Mi afición por el deporte fue en el 1992. Hice un desafío deportivo con unos amigos y me encantó. Me animé a andar con un pilón de palos y con un bastón”, explicó.
La primera actividad que eligió para desempeñar fue el ciclismo. En aquel entonces, se compró una bicicleta y se animó a rodar con las prótesis. La primera experiencia en la que se dio cuenta de que eso era lo que le gustaba fue cuando realizó un recorrido de 60 kilómetros desde Futaleufú, Chile, a Esquel. A partir de ahí, el resto fue historia.
A lo largo de los años también conoció a diversas personas que lo motivaron a crecer. Entre ellos se encontró con Román, un joven atleta -quien también sufrió la amputación de una pierna- que hacía esquí, kayac y atletismo: “Me dije a mi mismo: ‘Si él lo hace, ¿por qué yo no?, y me largué”.
Con esa iniciativa, incursionó en el mundo del tetratlón, que consiste en realizar cuatro pruebas combinadas, en modo no stop. “Hice muchísimos. Siempre iba a las carreras de afuera y no participaba, pero cuando vi a este chico se despertó mi pasión”, comentó.
Los logros que realizó a lo largo del tiempo
Con constancia y dedicación, sus marcas mejoraron y la técnica se perfeccionó: “Una carrera desde Esquel hasta el Parque Nacional los Alerces demoraba unas cuatro horas y hoy quizás la hago en 2 horas. Una vez fui a Río Pinto y estuve entre los mejores de Latinoamérica y eso fue una satisfacción propia, también recorrí muchas provincias y sitios”.
Entre las hazañas que resguarda, se encuentra el día que subió al reconocido Cerro 21, que cuenta con una altitud máxima de 2.076 metros: “Siempre lo miraba desde abajo y pensaba que estaba bueno hacerlo. En el 2020 lo cumplí, demoré un montón, pero fue un objetivo que logré”.
En cuanto al resultado de sus carreras, afirmó que el puesto en el que termina, entre la variedad de participantes, no es un inconveniente. “Siempre le digo a la gente que yo nunca estaré en el podio, pero llevo un mensaje de superación y eso es lo importante. Ejemplos como el mío en Chubut hay, y que también son un ejemplo: Nico González, quien formó parte de la selección Argentina de amputados y fue subcampeón de la Copa América, o Pablo Traversaro, quien triunfa en el esquí adaptado”.
Todos ellos llevan el mismo lema: si tu cabeza y el físico se encuentra en buen estado, no hay limitantes para ninguna persona: “Yo no me considero ejemplo, más bien son objetivos personales que uno se propone. Creo que todos pueden lograr cosas. El que quiere y el que puede realizará lo que se le ocurra”.
Además de sentir que el deporte le abrió las puertas para hacer visible la discapacidad, Carlos, a sus 61 años, aseguró que la tragedia que vivió lo hizo despertar en muchos aspectos, y que hoy se encuentra en un momento positivo en su vida. “Tengo amigos y una familia hermosa, eso es lo más importante”, concluyó.
Como Escobar, existen un sinfín de personas con discapacidad que viven años sumidos en la incertidumbre. Sin embargo, esta historia abre la puerta a la esperanza e invita a pensar que, a pesar de las dificultades, pueden escribir un nuevo capítulo en sus vidas.
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