Lata Liste fue el dueño de la noche
Creó en 1964 la mítica boîte Mau Mau, el inolvidable templo de la calle Arroyo
Es mentira que la noche lo había olvidado. ¿Cómo su primera novia, aquella, la más distinguida, la más mona, la más fina, la del buen gusto, se iba a olvidar de uno de los hombres que más la habían festejado? El tampoco se había olvidado. La mantenía intacta y todos los días sus recuerdos le contorneaban una sonrisa en la cara.
El romance seguirá en otro lado, porque el sábado, sí, justo un sábado, José Lata Liste (78), el último y verdadero rey de la noche de Buenos Aires, nos dejó a todos tristes, pero con sonrisas de recuerdos que se resumen en dos palabras: Mau Mau.
Murió Jose, así, sin acento, y su noche se fue con él, seguida por ella y por muchos gentelmen que también la cortejaron.
Hace cinco años me había contado que en Marbella, su principal lugar de residencia, había firmado una autorización para que le amputasen una pierna: allí radicaba el problema (irrigación), pero no fue así y a los pocos meses caminábamos juntos por Arroyo, y es allí donde está la verdadera historia, una historia que comienza en Olivos, en Costa Norte, cuando Alberto y José Lata Liste deciden venir al centro y eligen el "codo" de la calle Arroyo para trascender en el mundo. Estas páginas ya contaron la historia de Mau Mau y su gente cuando la boîte cerró en 1994, después de 30 años de esplendor.
En síntesis, fue en el invierno de 1964 cuando abrió Arroyo, cinco meses después se incendió y Juanjo Saavedra volvió con la misma decoración. Luego vino el Mau Mau de bordeaux y negro, y otro duro incendio humano: la muerte del gemelo Alberto.
Por ese entonces, José ya había abierto Mau Mau en Madrid y la Caja de Cristal (Mau Mau-Marbella-Puerto Banus, que era como estar en medio de la playa, pero con aire acondicionado).
Sería espléndido recordar clientes de aquí y de allá, como Liza Minelli, Omar Shariff, Philipe Junot, Christina Onassis, Mayza Matarazzo, el príncipe Bertil de Suecia, Fred Bongusto, Charly Menditeguy, Margaux Hemingway, Roberto Carlos, Charles Aznavour, Peret ("Es preferible…") y tantos otros. Pero debemos hablar de Jose y sus otras amistades: Dominguín, Paquirri o Isabel Pantoja, porque su afición por los toros, su fanatismo por la tauromaquia, era la novia de día que, a veces, competía con la noche.
Igualmente, la palabra mágica era Mau Mau: tan mágica que se volvió intocable y nunca la vendió a pesar de las ofertas.
Una noche, en su departamento de Parera y Alvear, comíamos la mejor tortilla española que este cronista probó y que venía de manos de su querida cocinera, que el traía siempre en sus viajes desde España. Hablamos de toros; de aquellas noches de elegancia; de Exequiel Lanús; del barman Hugo Di Domenico; del maître, el "Tano" Fabrizzi; del portero Fraga, y de Salvador, el del baño.
José recordó: "¿Te acordás, Mariano, de cómo titulaste el cierre de la boîte en la tapa de LA NACION? Sí -le dije-: «Una parte de la noche se fue con Mau Mau»".
Ahora, no dudaría en afirmar que una parte de la noche se fue con José.
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