Las tareas de la casa: tiempo o plata
“Es tiempo o es plata”, suele decir un amigo. Es uno de esos habilidosos que sabe de electricidad, de aire acondicionado y de mantenimiento en general; pero que, como casi todos, trabaja 9 horas diarias y cuando llega a su casa de lo que menos tiene ganas es de ponerse a colgar estantes o de arreglar la grifería de la cocina. Aún así, cada vez que le hablo o lo visito, está haciendo algo, porque “o es tiempo o es plata”. Y sí.
Aquellos que son útiles con sus manos saben que tienen un problema y a la vez una ventaja. El problema es que los arreglos del hogar nunca se terminan, porque siempre hay un enchufe que no anda, un cuerito gastado, un azulejo flojo o un agujerito en la pared donde antes había un clavo o un tornillo, y que ahora hay que rellenar. Una bisagra que rechina, alguna mancha de humedad, un burlete que se pone viejo o una rejilla tapada. La ventaja es que los habilidosos no necesitan llamar a nadie para solucionar casi ninguno de esos problemas.
Claro que la ecuación no es tan simple como parece. Para poder hacer ciertos arreglos además de tiempo y habilidad, hacen falta herramientas. Y eso, señores, es todo un mundo por descubrir. Basta con visitar cualquier Easy o Sodimac (o darle la derecha a la ferretería de barrio) para darse una idea de lo costoso que puede ser equiparse con un juego básico de herramientas. Para colmo, la variedad de marcas hace más difícil la elección, aunque en esto sí el precio resulta ser una buena guía. No es lo mismo una pico de loro Bahco de $809, que una Stanley de $265, y mucho menos que una Humboldt de $129. Ahí es donde conviene pensar qué tanto uso se le va a dar, porque ese dicho de “lo barato sale caro” en este rubro se cumple a la perfección. Nada peor que estar ajustando una tuerca y que la francesa se rompa (y con ella nuestros dedos).
Si la decisión pasa por el lado de levantar el teléfono y dejar que otro solucione todo mientras uno mira Netflix, es bueno saber que páginas como Zolvers ofrecen servicios de electricistas o plomeros a domicilio por un mínimo de $480 las dos horas (o de $590 por un gasista), una tarifa que puede aumentar de acuerdo a la complejidad del trabajo a realizar.
En lo personal, mi destino quedó sellado desde chiquito. Cuando empecé a mirar a mi papá arreglar cosas en la casa, supe que -aún sin ser un industrial y apenas un perito mercantil- iba a querer convertirme en ese superhéroe de la poxilina y el poxipol. Será por eso que, apenas me mudé y tuve mi primer cumpleaños en mi nueva casa, me regalaron un taladro con percutor que venía en una práctica valija; y será por eso también que, apenas lo vi en oferta, me compré el destornillador eléctrico que siempre quise. Ahora, mientras corto el césped del jardín que tan poco me gusta mantener, pienso en lo bueno que sería que alguien lo haga por mí, si no fuera porque eso implicaría gastar $500 cada semana. Porque siempre -siempre- es tiempo o es plata.