Las otras huellas del encierro que se manifiestan en los chicos con la vuelta a la presencialidad
Según una encuesta, 6 de cada 10 estudiantes del nivel secundario de colegios bonaerenses dijeron que el aislamiento afectó su personalidad
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Falta poco más de un mes para que termine el ciclo lectivo, pero Olivia Grunter, que tiene 14 años y está en primer año del secundario en un colegio nuevo, reconoce que aún le cuesta hablar con sus compañeros, y que muchas veces se pone nerviosa cuando entabla una conversación. Algo de eso le sucedió con mayor intensidad hace algunas semanas, cuando se flexibilizó el uso del barbijo en los recreos al aire libre, y a muchos de sus compañeros, confiesa, les vio por primera vez la boca, el gesto de los labios al hablar, la sonrisa.
“Fue raro, a muchos de mis compañeros nunca les había visto la cara entera. Con algunos había tenido trato fuera del colegio y los conocía sin barbijo. Pero a otros no, y fue un momento extraño. No sé, estábamos todos como nerviosos”, cuenta Olivia, y dice que aún le cuesta relacionarse y hacer nuevas amistades en la escuela.
Además de la angustia, la ansiedad y la apatía, secuelas que el aislamiento y la enseñanza remota dejaron en los adolescentes y que los especialistas comenzaron a advertir con el paso del tiempo, hay otras huellas del encierro que se manifiestan con la vuelta a la presencialidad, que influyen en el estado anímico de los estudiantes y dificultan los vínculos entre pares.
Según un informe realizado por la Asociación de Institutos de Enseñanza Privada (Aiepba) y la Junta Nacional de Enseñanza Privada (Junep), que analizó las respuestas de alumnos y alumnas que concurren a colegios privados bonaerenses, el 67,5% dijo que el aislamiento afectó su personalidad, y que ya no son las mismas personas que antes de la pandemia.
En rigor, casi 4 de cada 10 adolescentes reconocieron síntomas de ansiedad; el 41,4% dijo que no logra focalizar la atención y el 47,8% señaló estar atravesando un momento de apatía, es decir, no tener ganas de hacer nada. Además, en cuanto a los vínculos dentro de la escuela, el 43% respondió que suele sentirse “nervioso” a la hora de establecer nuevos lazos y “hablar con compañeros”.
“Sumado a las dificultades para gestionar las emociones de un modo adaptativo, tenemos como consecuencia conflictos a la hora de socializar. Porque si bien los chicos reconocen a la escuela como un lugar donde se sienten contenidos, manifiestan inseguridades para establecer vínculos nuevos y relacionarse —señala la psicóloga Giselle Pitaro Hoffman, autora del informe—. La adolescencia es el momento en donde los chicos se identifican con sus grupos de pares, aquellos afectos por fuera del entorno familiar primario. Y el aislamiento, consecuencia de la pandemia, interrumpió en muchos de ellos este proceso”.
“Un baño de realidad”
Los resultados de la encuesta fueron presentados en el XIX Congreso Nacional de Enseñanza Privada, organizado por Aiepba y Junep, que concluyó la semana pasada y se organizó de manera virtual, y del que participaron docentes, representantes legales, especialistas en educación y autoridades educativas de las provincias.
“Trabajamos mucho desde el año pasado solicitando la presencialidad en las escuelas. Insistíamos, y no estábamos equivocados cuando comenzamos a alertar sobre las consecuencias desfavorables a nivel emocional y cognitivo, pero sobre todo en cuestiones de salud mental que veíamos reflejados en los alumnos —agrega Martín Zurita, secretario ejecutivo de Aiepba—. Esta encuesta fue como un baño de realidad, que demuestra descarnadamente lo negativo del encierro prolongado”.
En el terreno de las emociones, 7 de cada 10 chicos manifestaron sentimientos de soledad. Entre ellos, el 48,9% contestó que “a veces” se sienten solos; mientras que el 19,1% dijo que eso les sucede “siempre”, y que consideran que nadie los entiende.
“En este apartado, los estudiantes han respondido que, ante una situación que los angustia, en primera instancia se encierran, lloran, hablan con sus amigos o familiares cercanos; y un 8,6% manifestó sentir deseos de hacerse daño”, reporta el estudio.
Para Pitaro Hoffman, la vuelta a la presencialidad por burbujas sumó, además, otros condimentos. “Las burbujas tomaban características grupales propias, lo que en algunos casos también derivó en rivalidades entre compañeros de un mismo curso”, puntualiza la especialista.
Y agrega: “Hoy, en el día a día en la escuela, se nota a los estudiantes con baja tolerancia a la frustración, irritables, por momentos tristes y, en otros, enojados. Hubo un incremento de las autolesiones y trastornos en la conducta alimentaria, que antes eran casos aislados, muy raros, pero que hoy no nos sorprenden”.
En un sentido figurado, Zurita describe: “Es como si hubiéramos apagado la luz y cuando la encendimos encontramos todo desacomodado. Los indicadores que percibimos fueron señal de preocupación y ocupación. Realizamos capacitaciones para docentes, charlas para familias y alumnos, y creemos que en la agenda 2022 esta problemática debe ocupar un papel central”.
Hábitos
Con respecto de los hábitos, se abordaron preguntas sobre las rutinas de sueño, comida y ocio. El 32,3% manifestó que “siempre” tiene dificultades para regularizar el sueño. “Se acuestan tarde y les cuesta levantarse para asistir a la escuela”, puntualizan los especialistas. Mientras que el 49,4% señala que esto le sucede “a veces”; y el 18,3% “nunca”.
“¿Cómo encontrarle la vuelta?”, se pregunta Pitaro Hoffman, que cree necesaria la intervención de organismos de salud pública con los que se pueda trabajar en red junto con los directores de las escuelas, los docentes y los equipos de orientación escolar. “También hay que sumar espacios de escucha y contención para los estudiantes, a través de jornadas reflexivas y actividades recreativas que apunten al fortalecimiento de los vínculos. Apostar a la resiliencia de nuestros chicos y acompañando a las familias, entendiendo que sin bienestar emocional no hay aprendizaje posible”, concluye la especialista.
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