Edward Burtynsky es un fotógrafo canadiense que dedicó su vida a retratar paisajes de la Tierra desde el aire para registrar el impacto que la actividad del hombre deja sobre ellos
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Durante más de 40 años, el fotógrafo canadiense Edward Burtynsky registró el impacto de los humanos en la Tierra en imágenes a gran escala que a menudo parecen pinturas abstractas.
La escritora Gaia Vince, cuyo libro Nomad Century se publicó en 2022, entrevistó a Burtynsky para BBC Culture sobre su último proyecto, Estudios Africanos, que ahora están recopilados en un libro.
Crédito de todas las imágenes: Edward Burtynsky, Nicholas Metivier Gallery, Toronto / Flowers Gallery, Londres
Con tus fotos hemos visto los resultados de nuestros hábitos de consumo o nuestros estilos de vida en nuestras ciudades, así como en paisajes naturales. ¿Podés hablarme de Estudios Africanos?
Leí que China estaba comenzando a operar en África, y pensé que sería muy interesante seguir lo que estaba pasando.
Ha sido un proyecto de una década, investigando y luego fotografiando en 10 países. Empecé en Kenia, luego en Etiopía, luego en Nigeria y luego fui a Sudáfrica.
Contame de tu experiencia en la depresión de Danakil, en Etiopía.
Todo nuestro equipo de drones no funcionó porque estábamos a 400 pies bajo el nivel del mar. El GPS del dron decía: ‘Se supone que no debés estar aquí. Estás en el fondo del océano’.
La Depresión de Danakil es una vasta área que cubre unos 200 por 50 kilómetros. Es uno de los lugares más calurosos del mundo y se la conoce como el “infierno en la Tierra”.
Nunca he trabajado en temperaturas superiores a 50 °C. Por la noche, hacía 40 °C, incluso eso es casi insoportable. Dormíamos afuera porque no hay edificios, no hay espacios interiores.
Allí estuvimos tres días fotografiando; cada mañana conducíamos hasta 25 kilómetros para ir a las ubicaciones.
Una de ellas fue Dallol, un infierno volcánico de manantiales sulfurosos. Llegar requirió que cargáramos todo nuestro equipo pesado mientras subíamos rocas irregulares durante aproximadamente un kilómetro y medio.
África es el último gran continente al que le quedan grandes cantidades de vida salvaje. En parte debido al colonialismo y otras industrias extractivas del norte global, la revolución industrial en África está ocurriendo ahora. ¿Cómo la ves vos?
Al continente africano le queda mucho desierto y hay muchos recursos, como el descubrimiento de petróleo en Tanzania y en el norte de Kenia y otros lugares.
Hay mucha prisa por instalar oleoductos, particularmente con la participación de China.
Y muchas maniobras para construir infraestructura a cambio del acceso a los recursos, ya sean tierras de cultivo para la seguridad alimentaria, o petróleo, torta amarilla (óxido de uranio), etc.
Es como un colonialismo económico: no creo que quieran el control total de estos países. Quieren una ventaja económica, sus recursos y la oportunidad que estos brindan.
Por ejemplo, los chinos poseen el mayor depósito de torta amarilla de todo el continente africano: yo fotografié esa mina.
También vi tus increíbles fotografías de la fábrica de zapatos en Etiopía. Parece completamente transpuesto de China a África.
Algunas de las fotos fueron tomadas en Hawassa, que es una Zona Económica Especial de 80.000m2, como Shenzhen en China.
Los chinos construyeron 54 galpones, carreteras, iluminación, plomería... todo, de principio a fin, en un año.
Todas las estructuras se trajeron por barco y luego por rieles a Etiopía y se erigieron como un decorado de Meccano.
Y cuando yo fui, estaban llenando esos galpones con máquinas de coser y tejedoras.
La revolución industrial comenzó en Inglaterra y las fábricas del norte global, y luego eso se desplazó a países más pobres... Ahora está afectando a África. Pero, ¿adónde irá después? No hay otro lugar.
A menudo digo que ‘este es el final del camino’.
Tuvieron que irse de China porque se están ahogando con la contaminación, y la mano de obra dijo: ‘Ya no voy a trabajar por salarios tan bajos’.
Entonces, los chinos están capacitando a trabajadores textiles, principalmente mujeres de 16, 17 años, en Etiopía y Senegal.
En cuestión de dos o tres meses, esas chicas, separadas de sus familias, están metidas en un taller detrás de las máquinas de coser y a la par con las tasas de producción chinas.
Ese es su objetivo.
En el fondo tus imágenes son muy políticas, ¿no?
He estado siguiendo el globalismo pero comencé con la idea de simplemente mirar la naturaleza.
Partí de ‘¿quién está pagando el precio del crecimiento de nuestra población y nuestro éxito como especie?’.
En términos generales, es la naturaleza. Son los animales, los árboles, las praderas, los humedales, los océanos; ahí es donde se paga el precio.
Todos son los entornos naturales del planeta con los que solíamos coexistir, pero que estamos arrollando.
Así que la naturaleza está en el centro de todo mi trabajo, que es realmente una especie de lamento prolongado por la pérdida de la naturaleza.
¿Te ves a vos mismo como un activista, estás tratando de provocar un cambio?
Yo no diría activista. Alguien dijo una vez ‘artivista’ y eso me gustó más.
‘Activista’ parece inclinarse más hacia el discurso político directo: no quiero convertir mi trabajo en una acusación, una especie de herramienta contundente bidimensional para decir: ‘Esto está mal, esto es malo, cese y desista’. No creo que sea tan simple.
Estoy tratando de mostrar partes de nuestro mundo que se están desarrollando todos los días para apoyar lo que ahora son ocho mil millones de personas, queriendo tener más y más de lo que tenemos en Occidente.
Entendí hace 40 años, cuando comencé a observar el crecimiento de la población y tuve la oportunidad de ver la escala de producción, que esto solo se haría más grande.
Decidí continuar observando la expansión humana, cómo estamos llegando a todo el mundo, haciendo retroceder a la naturaleza, pero vivimos en un planeta finito.
Creo que el término ‘revelador’ versus ‘acusador’ siempre me ha hecho sentir más cómodo, en el sentido de que estoy abriendo el telón y diciendo: ‘Miren, todavía podemos darle la vuelta a esta nave si somos inteligentes. Estamos apostando el planeta’.
La fotografía hace que todo sea nítido y presente a la vez.
Al ver mi trabajo a escala, como grandes impresiones, puedes caminar hacia ellas y puedes mirar las huellas de los neumáticos y puedes ver el pequeño camión o la persona que trabaja en la esquina.
Tus fotos son muy pictóricas. ¿Te ves más como un artista o más como un reportero gráfico?
Yo camino por esa línea. Lo que comparto con el fotoperiodismo es que hay una narrativa detrás.
Diría que mi timón es el arte, pero todo lo que estoy fotografiando está vinculado a esta idea de lo que estamos haciendo los humanos para transformar el planeta, así que esa es la narrativa general.
También fotografiás algunos paisajes naturales, y a menudo paisajes, como círculos repetidos de monocultivos agrícolas, que parecen naturales pues tienen patrones que se dan en las plantas y en los sistemas fluviales naturales.
Yo parto del arte, así que busco referencias históricas del arte, ya sea expresionismo abstracto u otras ideas compartidas con la pintura.
Examino un tema en particular y luego dedico tiempo a cómo abordarlo.
Si el expresionismo abstracto nunca hubiera existido como movimiento, no creo que hubiera hecho estas imágenes.
Vivimos en un mundo alterado por los humanos, pero dependemos de la Tierra para todo y todos estamos interconectados. Me pregunto hasta dónde puede llegar una fotografía para explicar ese concepto complicado de interconexión.
Una de las cosas que pueden hacer la fotografía y el cine documental es revelar eso una y otra vez.
Puede mostrar lugares donde la gente promedio normalmente no iría y llevarla a las áreas de las que todos dependemos.
Las personas pueden absorber la información mejor que leyendo: las imágenes son realmente útiles como una especie de punto de inflexión para una conversación más profunda.
No creo que puedan dar respuestas, pero ciertamente pueden llevarnos a la toma de conciencia, y la toma de conciencia es el comienzo del cambio.
Con mi fotografía, observo, y mi trabajo nunca ha sido sobre el individuo, ha sido sobre nuestro impacto colectivo.
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