“Las imágenes que vemos anulan”: el difícil desafío de explicarle a los chicos el horror de los ataques de Hamas
La exposición de chicos y adolescentes a escenas de violencia extrema, sobre todo en redes sociales, preocupa los adultos; “no sé hasta qué punto puedo tener control”, indican con angustia; los especialistas recomiendan inculcar que pese al terror, puede haber esperanza
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Con internet y las diversas plataformas, como las redes sociales, casi no hay hechos, no importa dónde ocurran, que luego de ser grabados con algún tipo de cámara, en cuestión de minutos, alcanzan a usuarios de todos los rincones del planeta. El problema es que ese contenido muchas veces muestra imágenes que, por su violencia y crueldad, son imposibles de asimilar no solo para los más pequeños sino también para los propios adultos, como las que ahora llegan desde Israel luego del brutal ataque terrorista de Hamas. Así, muchos padres se enfrentan al desafío complejo de proteger a sus hijos frente a este tipo de estímulos.
El ejemplo más traumático del material gráfico que circula en internet son las fotos que publicó en su cuenta oficial de X (ex-Twitter) el Estado de Israel sobre los bebés asesinados en el kibutz de Kfar Aza. Lo que se ve es un nivel de barbarie tal vez jamás visto por el público en general. “Esta es la imagen más difícil que hemos compartido. Estamos temblando, con lágrimas en los ojos, al escribir esto. No sabíamos si publicar esto. Pero necesitamos que cada uno de ustedes lo sepa. Esto pasó. Esta es la realidad”, escribieron las autoridades israelíes.
Frente a este tipo de imágenes que se vuelven virales, usuarios de redes sociales, como TikTok, donde la mayor parte de los consumidores son niños y adolescentes, alertaron por la posible difusión de videos y fotos en las que se verían escenas de extrema violencia vinculadas a los brutales ataques.
Pamela Goldszer tiene hijos de nueve y 11 años y está intentando, dentro de lo posible, que no vean el horror a través del celular. Para lograrlo, les explicó que las imágenes son muy fuertes y que no se trata de una película o una recreación, sino que, lamentablemente, es algo que está ocurriendo de verdad.
“Les dije que no miren nada, aunque no sé hasta qué punto puedo tener control. Apenas abrís un diario o una red social, las fotos están ahí. Voy a evaluar con mi marido qué hacemos con los celulares, pero de ninguna manera quiero que vean lo que yo vi. Creo que un chico no puede asimilar eso, ni siquiera los adultos deberíamos ver eso. La realidad superó, otra vez, a la ficción”, argumenta Goldszer.
Ella describe que en la escuela adonde asisten sus hijos, que es laica, se habló superficialmente de la guerra, pero no de la posibilidad de toparse con imágenes sobre la masacre. “También trato de regular lo que veo, el otro día estuve llorando por lo sucedido. Son imágenes que te anulan”, resalta Goldszer.
Ante el desconcierto que generan las imágenes, el psicoanalista José Abadi argumenta que, en primer lugar, los adultos deben intentar elaborar la tristeza que esas escenas generan antes de hablar con los chicos para tratar de transmitirles la mayor tranquilidad posible. A su vez, sugiere aportar a la charla algún mensaje esperanzador que apacigüe las fantasías persecutorias que las fotos y videos puedan desencadenar. Aunque, destaca el especialista, hay que intentar que los chicos no vean las imágenes de los fallecidos.
“Tenemos que saber que los padres y adultos, en general, también estamos sumamente impactados y heridos porque sucedió algo del orden de lo inexplicable. Vimos un sadismo que hay que intentar evitar que lo vean los chicos. Hay que decirles que sucedió algo espantoso y explicarles que hay grupos en algunos países que han quedado en una especie de violencia enloquecida, que han perdido la razón y el control, pero que esto será puesto en orden por la gente que defiende el valor de la vida. Es muy importante que los adultos podamos metabolizar el miedo y la tristeza frente a un descontrol que parece no tener límites y así hacer un intento por llevar tranquilidad a los chicos”, indica Abadi.
El especialista explica que los sentimientos que aparezcan en los adultos, también van a repercutir en los chicos, pero de un modo más claro, menos disimulado.
“Las fotos podrían desencadenar una fantasía persecutoria vinculada a que algo pudiera sucederles a ellos o a sus padres. Hay que tratar de reafirmar que esto se va a poner en el orden justo para que no gane una locura de esta magnitud”, agrega Abadi.
Nora Koremblit de Vinacur, especialista en niños y adolescentes y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), aduce que es difícil evitar que los chicos no vean los videos o las imágenes. “Por eso, es fundamental poder hablar y tener consciencia sobre cómo manejar la situación con ellos. La herramienta fundamental es el diálogo. La explicación de por qué no deben ver esas imágenes debe ser creíble y la postura debe ser muy clara respecto a que ese pedido por parte de los padres es para resguardarlos”.
Aprendizajes
Liliana Shapiro, asesora pedagógica del área de Educación de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), explica que si un chico vio imágenes de extrema violencia, para bien o para mal hace que los estudiantes entren en contacto con la guerra y aprenden, a su vez, la importancia de la paz.
“La manera de procesar la extrema violencia es contrastarla con acciones solidarias que promuevan otros modos de relación, y que de alguna manera vengan a reparar esa barbarie y aprendan la dimensión más humana de la compasión y la empatía. Abrir espacios en los que circule la palabra con los niños y adolescentes es de vital importancia para tramitar un contexto de guerra. La información debe darse teniendo en cuenta ciertos criterios: en primer lugar, quien abra el diálogo debe ser un profesor o un adulto cercano con el que los alumnos se sientan confiados. El adulto debe estar informado correctamente, organizar la información acorde a la edad de los estudiantes, encarar esas conversaciones en un clima tranquilo y sin interrupciones. Y, sobre todo, haber gestionado su propio temor. De nada servirá intentar llevar calma si nosotros no la hemos encontrado. Los chicos saben leer más nuestras conductas, nuestros tonos de voz, nuestros gestos, nuestros discursos. Es tan importante lo que decimos como el modo en que lo expresamos”, destaca la especialista
Y agrega que la exposición a imágenes fuertes no es exclusiva de las guerras, sino que muchos niños están expuestos a temas que superan su capacidad de procesar, como escenas de abuso, pornografía, asaltos y muertes. “Somos los adultos quienes debemos moderar el uso, como moderamos el discurso”, resalta.
A su vez, Shapiro describe que algunos docentes los suelen consultar por diversas temáticas, y esta no es la excepción. “Requieren materiales tanto informativos como líneas posibles de abordajes de acuerdo a cada nivel. Buscan sumarse a encuentros de reflexión con especialistas que ofrecemos desde AMIA, como también a las acciones conjuntas de propuestas solidarias que podamos promover e iniciar, como hacer llegar deseos de paz a través de videos, mensajes escritos, dibujos, etcétera. Nos mantenemos cerca, y acompañamos, y saben que cuentan con nosotros. Nos ponemos a disposición frente a las inquietudes, generales como a las necesidades particulares de cada escuela para pensar juntos soluciones o ver la mejor forma de canalizar cada necesidad”, destaca.
Darío Kaplan, coordinador Educativo de la escuela ORT Argentina, señala: “Debemos intentar evitar la sobreinformación y el consumo de imágenes y videos que no estén previamente mediadas por la mirada de los adultos, ya que ver casos de extrema violencia genera inseguridad. En estos casos la figura del docente debe ser preponderantemente protectiva, dándole lugar a la palabra y a los sentimientos de los alumnos, sin negar el tratamiento de la temática por más complejo que sea”.
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