Las embarazadas, ¿están más sensibles de lo normal?
Se dice que durante el embarazo, las mujeres tenemos la sensibilidad a flor de piel. ¿Es esto cierto? ¿Por qué sucede?
El embarazo es un período que para las mujeres implica grandes cambios: se modifica nuestro cuerpo, nuestras rutinas diarias y la dinámica familiar. Además de todos estos factores externos, por dentro tiene lugar una gran revolución hormonal, que genera esa inestabilidad emocional propia del embarazo. Según me explicó la psicóloga Mora Marengo, del Instituto Sincronía, las hormonas causantes de todo este vaivén emocional “son sustancias químicas liberadas por el organismo que envían mensajes a través de la sangre para desatar una cadena de procesos. Durante el embarazo se producen y liberan diversas hormonas para generar un entorno propicio para el desarrollo y crecimiento del bebé, para el parto, así como también para preparar a la mujer física, psíquica y emocionalmente para su nuevo rol de madre”.
Cómo actúan las hormonas en el embarazo
Durante los nueve meses que dura el embarazo, aumenta el nivel de estrógeno. Esta hormona promueve el crecimiento del útero para que bebé pueda desarrollarse bien. Otra hormona que empieza a abundar es la progesterona, que entre otras cosas, ayuda al el desarrollo de las glándulas mamarias para la producción de leche. “Otras hormonas importantes que se generan durante el embarazo son: la Gonadotropina Coriónica Humana, Lactógeno placentario humano, Prolactina y Oxitocina. Esta última, a su vez genera sensación de bienestar, tranquilidad y fomenta el acercamiento social, lo que va a favorecer al nuevo vínculo entre madre y bebé, y la necesidad de ella de querer cuidarlo y protegerlo”, profundiza Marengo.
Según la psicóloga, toda esta revolución hormonal puede generar fragilidad emocional, con altibajos y cambios abruptos en el estado de ánimo. Un claro ejemplo de esto es el momento posterior al parto en donde los niveles de estrógeno descienden de golpe, provocando en muchas madres tristeza, mal humor y en algunos casos, la famosa depresión postparto. Sin embargo, cada mujer experimenta estos cambios físicos y emocionales a su manera, dependiendo de su contexto, personalidad, experiencias vividas, valores, relaciones familiares y socio-ambientales, su situación actual en relación al deseo de ese embarazo, etc.
Qué emociones son las más frecuentes
En las distintas etapas que vivimos las mujeres durante los 9 meses de gestación varían muchísimo las emociones (además, como dijimos antes, el caso de cada una es distinto). Al principio, es momento de asimilar la noticia y adaptarse a los cambios bruscos, tanto físicos como emocionales. Para la Lic. Mora Marengo, las emociones que principalmente pueden aparecer en este período son:
- Alegría, por la noticia e ilusión de lo esperado.
- Miedo, ante lo desconocido e incertidumbre de si está preparada o no para esta nueva etapa.
- Asco, debido a los cambios hormonales.
- Tristeza, porque el cuerpo ya no es el mismo y el estilo de vida se va ir modificando a medida que el físico lo permita.
- También se suma el cansancio, la falta de energía que genera la sensación de no poder llegar a hacer todo lo que uno tiene o desea hacer.
- En las mujeres embarazadas que ya tienen hijos, puede surgir culpa, por no poder estar 100% disponible para ellos y responder de la misma manera en que lo hacía antes.
“En un segundo momento, puede aparecer una mayor tranquilidad cuando los padres saben que el embarazo y el bebé están acorde a lo esperable. El vínculo entre la madre y el bebé se fortalece ahora que se hace notar dentro de la panza, moviéndose e interactuando cada vez más con su mamá”, explica la psicóloga.
En un tercer momento, ya más cerca del parto, lo que prevalece es la ansiedad, ya que queremos que llegue el momento de conocer al bebé y tener todo listo para su nacimiento. Además, aumenta el miedo y la incertidumbre con respecto al parto en sí.
El desorden hormonal no se termina ahí: cómo es durante la lactancia
Cuando las mujeres damos de mamar se siguen generando diversas hormonas que pueden alterar nuestras emociones, como la prolactina y oxitocina, para la producción y mantenimiento de leche. “Hay que tener en cuenta que luego del parto la mujer se encuentra en el período del puerperio o cuarentena. Esta etapa es necesaria para que su cuerpo y organismo puedan volver a la normalidad luego de todos los cambios vividos por el embarazo y parto”, advierte Marengo. Este proceso dura entre 6 y 8 semanas, según cada madre.
Incluso al final de la lactancia, cuando la mujer decide o tiene que destetar a su hijo, puede producirse una nueva ola de emociones encontradas debida a los cambios hormonales (que en algunos casos puede provocar una depresión post-destete).
Cómo regular las emociones durante este período
Tanto en el embarazo como en el post parto, se recomienda siempre que la mujer busque apoyo en su red vincular, para que la pueda sostener y contener. También se aconseja buscar momentos en el día para relajarse, respirar profundamente y conectarse con el bebé (hay muy buenos grupos de gimnasia para embarazadas y otras actividades que ayudan a lograr esto).
Por otro lado, como sugiere la especialista en estrés, ansiedad y emociones, Mora Marengo, es importante que la mujer embarazada y sus familiares, estén atentos en aquellos casos en que estos cambios emocionales resultan muy intensos, se producen con mayor frecuencia y se prolongan en el tiempo: “Puede resultar necesario consultar con un profesional ya que puede deberse a otra situación además de estos cambios hormonales y físicos”, indica. “Cuidar a la madre y acompañarla en el proceso de reconocer, validar y aprender a regular sus emociones en esta etapa contribuye en forma directa al bienestar del bebé y su futuro vínculo”, agrega.
Además, para la psicóloga “es importante trabajar con la aceptación y tolerancia a la incertidumbre, ya que es un proceso en el cual no todo se puede controlar. Hay que poder aceptar la situación en la que se encuentra de no poder abarcar todo y cumplir con sus obligaciones de la misma forma en que antes lo hacía”. Para la especialista, cada emoción es un impulso para actuar que prepara al ser humano para dar una determinada respuesta y así, manejar una situación: “Es una guía, que favorece la toma de decisiones y resolución de conflictos. Al registrarlas y aceptarlas, se logra tomarlas como aliadas y no como enemigas, pudiendo utilizar su energía vitalizadora de manera regulada”, explica, y da algunos ejemplos: “la energía del enojo puede usarse para poder poner un límite con firmeza frente a las exigencias, demandas y opiniones de sus familiares y entorno; la del miedo, para poder estar en un estado de alerta que sirva para la detección de algún riesgo para el bebé y responder rápidamente; la de la tristeza, para poder soltar lo que ya no es como antes y poder buscar contención en su red vincular”.
Todos estos recursos fortalecen a la madre y favorecen el bienestar físico y emocional, tanto propio como de su bebé. Por eso es tan fundamental la red de contención que una pueda armarse y la posibilidad de pedir ayuda cuando la necesite.