Las conmovedoras historias de dos mujeres que salvaron a más de 300 chicos judíos de los nazis
Elsa Rozin e Irene Spanier, sobrevivientes del Holocausto, se sumaron a la resistencia francesa y arriesgaron su vida por los demás
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Se lo acuerda perfectamente. 74.865. Ese es el número que a su madre le sellaron en un brazo cuando llegó a Auschwitz, el campo de concentración y exterminio, que arrasó con su identidad y con su vida durante mucho tiempo. “Crecí tocando esa cicatriz, porque mi mamá se lo hizo borrar, hay mucha gente que no quería saber nada de su historia cuando llegó a la Argentina. Se lo borró del brazo, pero nunca de la cabeza”, cuenta Marcia Rosner, mientras los ojos claros se le inundan de lágrimas que no puede controlar.
Todavía recuerda la noche que Elsa Rozin la sentó a ella de unos 7 años y a su hermano mayor, uno a cada lado en la cama y les relató su historia, porque ellos le empezaban a preguntar: “Mi mamá lo contaba sin amarillismo, como algo que le había tocado vivir. Ella quería contar, pensaba que la gente tenía que saber, pero a la vez era una persona muy alegre, siempre con una sonrisa, nunca padecimos su sobrevivencia, como le pasó a otros chicos. Yo tenía mucha necesidad de saber”.
Elsa había nacido en un pueblo entre Belarús y Ucrania, pero a los 4 años se mudó con su familia a Bruselas, donde aprendió francés, iba a la escuela, participaba en actividades de boy scout y tenía un novio, Georges, como cualquier chica de 17 años. Hasta que en plena Segunda Guerra Mundial, un día cuando volvió a su casa, los nazis se habían llevado a su hermana mayor y a su madre y así de un minuto a otro, su vida cambió para siempre. Ella se quedó con su hermana menor, de la que tuvo que hacerse cargo y entró en la clandestinidad. Así comenzó su calvario, si huida, la deportación a Auschwitz, el trabajo esclavo, la vida inhumana, las marchas de la muerte y finalmente también su salvación.
Elsa Rozin fue una de las jóvenes y pocas mujeres de la resistencia que, perseguida y arriesgando su vida, ayudó a salvar a chicos judíos que habían perdido a sus padres.
La estremecedora historia de Elsa Rozin como sobreviviente del Holocausto, además tiene un capítulo especial: fue una de las jóvenes y pocas mujeres de la resistencia que, perseguida y arriesgando su vida, ayudó a salvar a chicos judíos que habían perdido a sus padres. Un acto de valentía, de fuerza, que más de 70 años después se reivindica junto al de muchas otras mujeres.
Después de más de un año de vivir escondida en la casa de una familia no judía junto con el novio, el hermano de Georges que formaba parte de la resistencia belga, les propuso que se unieran para rescatar niños cuyos padres habían sido deportados. Formaban una pequeña célula. Georges recibía a los chicos traídos desde Bélgica en Belfort, una ciudad cercana a Suiza, y los llevaba a un pequeño pueblo cercano a la frontera. Elsa los recibía y cuidaba hasta que pasaran al otro lado de la frontera. “No podía ir con más de 3 o 4 chicos para no levantar sospechas. Ella se ocupaba que no les falta al menos un vaso de leche, algo que consideraba fundamental, y se esforzaba para acompañarlos, para que no estuviesen aterrados, contenerlos, enseñarles a llamarse con nombre, hasta que se formara un grupito para hacer el cruce a Suiza”, recuerda Marcia.
Tenían que esperar noches especiales, bien oscuras sin luna, donde caminaban varios kilómetros para entregar a los chicos con la ayuda de un passeur, que los ayudaba en la frontera y al que le pagaban.
Así lograron salvar a varios grupos de chicos, que pasaron a Suiza como refugiados. También logran pasar a Lea, la hermana de Elsa, aunque era un poco más grande. Pero pagaron caro: en el pueblo se empezó a correr el rumor del trabajo que hacían y corrían peligro. Cuando estaban a punto de huir los detuvo la patrulla francesa. Nunca supieron si fueron delatados por el passeur o fue una casualidad. Fueron encarcelados y luego deportados a Auschwitz. Georges murió, pero Elsa a pesar de todo el padecimiento, sobrevivió. Emigró a la Argentina junto con una tía, formó familia y murió en 2015, a las 92 años.
Merecido homenaje
Como parte del actual revisionismo histórico que visibiliza la labor de las mujeres durante el nazismo y en coincidencia con el Día de la Mujer, el Museo del Holocausto de Buenos Aires inauguró el lunes pasado la exposición temporaria #MujeresResistentes, que rescata la labor de 15 mujeres, muchas que vivieron en la Argentina, otras en América latina que de diversas maneras resistieron el nazismo. Entre esas historias de mujeres se destacan dos rescatadoras de chicos, ya fallecidas: Elsa Rozin e Irene Spanier. La muestra, que se puede visitar hasta el 5 de mayo de manera gratuita, complementa el recorrido histórico que propone la renovada exposición permanente. En un circuito de dos horas en este edificio de Uruguay 919, con fisonomía similar a la Usina del Arte, se desanda el ascenso del nazismo, la política antijudía, los guetos, el terror de la guerra y la vida en los campos de concentración, con videos, fotos, testimonios y más de 5000 objetos originales de la época del nazismo.
Elsa Rozin luce una sonrisa todavía adolescente en uno de los grandes paneles que relatan su historia. Una foto que pudo recuperar muchos después, por esas casualidades de la vida. Una amiga en un viaje a Estados Unidos conoció al hermano mayor del que era su novio, que vivía en California y le envió varias fotos de aquellos tiempos todavía felices.
Junto al panel de Elsa, la historia de Irene Spanier es igual de cruda y digna de reconocimiento: fue parte de la Organización Internacional de Mujeres Sionistas (WIZO por sus siglas en inglés) y ayudó a rescatar a más de 300 chicos.
“Mi mamá empezó a hablar de todo esto de muy grande, cerca de los 80 años, antes no hablaba del tema porque tuvo un bloqueo de personalidad, bloqueó todos los recuerdos por ser demasiado traumáticos y no poder elaborarlos. Pero no se sentía para nada como una heroína, siempre repetía la frase Es lo que me tocó, por su misión como rescatadora de niños, siempre se manejó con un perfil muy bajo y con nosotros mucho no habló del tema, yo me enteré de muchas cosas de grande, por sus testimonios”, cuenta Claudia Bendiner, hija de Irene.
Irene era alemana, pero vivió toda su infancia y adolescencia en París. En 1942, cuando tenía 21 años, la Gestapo la llevó al campo de tránsito de Drancy, en París, por ser judía alemana en Francia. Se enfermó gravemente, la llevaron a un hospital y pudo escaparse gracias a la ayuda de un médico y a que su madre sobornó a un comisario francés. Pero no pudo volver a su casa, estuvo errante un tiempo, sin quedarse más de dos días en el mismo lugar hasta que la contactaron de la WIZO y le ofrecieron ser voluntaria para rescatar chicos judíos que habían perdido a sus padres. No lo dudó.
Irene Spainer ayudó a salvar de la muerte a más de 300 chicos. Ella se encargaba de ir a buscar a los chicos a la escuela cuando se enteraba que a los padres los habían llevado, de conseguirles un nuevo hogar con familias no judías a las que se les pagaba para que los reciba
Ayudó a salvar de la muerte a más de 300 chicos. Ella se encargaba de ir a buscar a los chicos a la escuela cuando se enteraba que a los padres los habían llevado, de conseguirles un nuevo hogar con familias no judías a las que se les pagaba para que los reciba y luego todos los meses los visitaba, les llevaba ropa, comida, intentaba que no les falte nada. Siempre en la clandestinidad, escondiéndose, con documentos falsos.
Ya de muy grande, acá en la Argentina, donde emigró sola cuando terminó la guerra, todos los años iba a la escuela secundaria donde trabajaba su hija y les contaba a los alumnos, que la escuchaban fascinados, pequeñas anécdotas de esos chicos que salvó: “Recuerdo que rescató a un chico que era un eximio pianista y ella lo había escondido con una familia campesina y como no estaba contento le buscó otra familia que tuviera piano para que pueda desarrollar su arte. Otro de los chicos que quedó en un convento fue cardinal primado de París. Ella los visitaba todos los meses, se ocupaba de que estuvieran bien”. Irene falleció en 2017.
Historias vivas
Las historias de Irene y Elsa también pueden leerse en los libros Querido país de mi infancia (Libros del Zorzal) de la escritora y socióloga Hélène Gutkowski, que les dedica un capítulo a cada una. Hélène las conoció a ambas, sabe de sus vidas en profundidad y habla de sus historias, valentía y padecimientos con detalle, pero especialmente con mucha pasión. Ya se publicó el volumen 1 y están próximos a salir el 2 y 3. Hélène, también sobreviviente del Holocausto, nació en 1940 en París. Cuando tenía apenas dos años sus padres la dejaron al cuidado de una familia de campesinos desconocidos durante más de dos años. Ellos y su hermano mayor ya circuncidado tenían que huir, perseguidos por los nazis y era más seguro dejarla, ella no tenía nada que la identifique como judía.
Hélène, junto con un equipo de trabajo, dedicó buena parte de su vida a reconstruir las historias de chicos y adolescentes judíos que sufrieron la guerra en Francia y luego emigraron a la Argentina. “Entre la gente que tuve como compañeros en los grupos estuvieron Elsa e Irene, que tenían la característica poco común de haber salvado a varios chicos judíos. Yo, que soy judía, que nací en Francia durante la guerra, hasta hace muy poco no sabía que había habido instituciones judías que habían hecho ese trabajo impresionante de salvar chicos. Y también de personas que pertenecían a pequeñas células”, puntualiza Hélène
“De muchas historias –continúa Hélène- se supo muchos años después porque los sobrevivientes demoraron mucho en poder hablar. Hubo varias instituciones: la WIZO salvó a 2000 chicos y la OSE, a 6000, solo en Francia.”
También agrega, que en el grupo de trabajo hay dos personas, que en ese momento eran muy chicas, que creen que Irene fue quien los rescató, pero todavía no pudieron corroborar esa información porque, asegura que hay mucho por investigar.
Hélène pudo cerrar una parte de su historia recién el año pasado, cuando en el pueblo donde estuvo refugiada con esa familia desconocida se les hizo un reconocimiento a los que se animaron a salvar chicos. Allí pudo reconectarse con el hijo menor de esa familia que la escondió y verse en fotos de chiquita con los que fueron durante unos años sus hermanos y amigos.
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