La valiosa propiedad en el barrio de Palermo que vendió la Iglesia y desató la polémica en el Vaticano
Una auditoría de la Santa Sede reveló la falta de revisiones internas en transacciones inmobiliarias del arzobispado de Buenos Aires
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La Casa del Catequista, ubicada en Guatemala 5674, en el barrio porteño de Palermo, fue pensada para ser “usina” y “fogón” del quehacer de los catequistas de la diócesis de Buenos Aires. Empezó como un sueño, un anhelo que se expresó durante un encuentro de la Junta de Catequesis y que luego se terminó concretando.
Hoy, de esa casa, que ocupaba todo el ancho de la manzana hasta la calle Soler y que supo reunir a los fieles, no queda nada. De hecho, sobre aquel sueño hecho realidad ahora pesa un escándalo que estalló en el Vaticano por la venta de este inmueble a una desarrolladora.
Tal como publicó ayer LA NACION, una auditoría ordenada por la Santa Sede mostró anomalías en operaciones inmobiliarias que se concretaron sin la correspondiente intervención de los organismos de control de la curia. Según ese informe, dichas operaciones se tendrían que haber llevado a cabo con el aval del Consejo de Asuntos Económicos y el Colegio de Consultores, tal como establece el Código de Derecho Canónico, pero esos organismos directamente no estaban en funcionamiento en la arquidiócesis más importante de la Argentina. Esta falta de control en operaciones inmobiliarias despertó fuertes observaciones del Vaticano al arzobispo de Buenos Aires, el cardenal Mario Poli.
Uno de los inmuebles señalados sería la Casa del Catequista. Según cuenta a LA NACION un empleado de seguridad de un edificio de la cuadra, cuando comenzó el proyecto de construcción del edificio donde él trabaja, la intención de la constructora era comprar, además, el terreno ocupado por la Casa del Catequista, pero en ese momento eso no habría sido posible. Un proyecto que la desarrolladora finalmente sí pudo concretar ahora. Según pudo saber LA NACION, se trata de Mirabilia Desarrollos, que hasta el momento no contestó a la consulta de este diario.
“La casa ya hace años que no la usaba nadie, parecía abandonada. De hecho, desde que yo estoy acá sentado, hace cinco años, casi no veo movimientos. Sin embargo, antes de que comenzara la pandemia vi llegar a un grupo de curas acompañados por otras personas y comenzaron a vaciar la casa. Se llevaban escritorios y otros muebles que se veían muy gastados”, relata el empleado de seguridad.
Según la información que brinda el gobierno de la Ciudad, la demolición de la Casa del Catequista fue autorizada el 21 de diciembre del año pasado. El empleado de seguridad cuenta que esa demolición, que la llevó adelante la empresa Demoliciones Mitre SRL, culminó hace algunas semanas. Y desde entonces, el imponente terreno que supo ser un lugar de unión y recogimiento es solo una superficie lisa que aguarda por la puesta en marcha de un emprendimiento inmobiliario.
El origen de la Casa del Catequista
En una entrevista que le hicieron al sacerdote Alejandro Puiggari, y que se publicó en el sitio de la Junta Catequista de Buenos Aires, se hace referencia al origen de la Casa del Catequista y cómo fue un sueño para ellos un sueño hecho realidad: “Ante el pedido en una reunión de la Junta de Catequesis, propuse que pidieran públicamente en el Encuentro Arquidiocesano de Catequesis (EAC) al Cardenal Antonio Quarracino la Casa del Catequista, convencido de que iba a quedar más en un deseo público que en una realidad. Pero, con gran sorpresa mía, al año siguiente [1995], en el marco del EAC, el Cardenal Quarracino nos sorprendió con el otorgamiento de la Casa del Catequista de la calle Guatemala. Fue un tiempo de mucho trabajo, de mucha ilusión, de mucha providencia. Después de una primera adaptación edilicia, llego el desafío de ir constituyendo ‘La Casa’ en un lugar de referencia y pertenencia para los catequistas”.
Puiggari reconstruye en ese reportaje que, salvo por el pedido público de dos minutos en el plenario del EAC de 1994, no hubo ninguna otra gestión para levantar la Casa del Catequista porque él mismo se oponía a la idea. “Gracias a Dios, el señor no me hizo caso, y la generosidad del Cardenal Quarracino y el apoyo de Monseñor Raúl Rossi hicieron realidad la casa que ha sido una gran bendición para los años en que fui director de la Junta. Recuerdo que el día de su inauguración, el cardenal Quarracino plantó un árbol, haciendo propia aquella tradición de la Biblia en la que la que en torno a la sombra de un árbol se congregaba el rabino con sus discípulos para enseñar y cuidar la memoria e identidad del pueblo de Israel. Luego, la misma providencia fue acercando rostros de catequistas y voluntarios que le dieron calor y vida a una serie de iniciativas que surgieron en esa primera etapa ”, contaba Puiggari.
Manuel Antonio tiene 76 años y vive hace 25 a solo una cuadra del terreno donde se ubicaba la Casa del Catequista. Él señala que sabía que era un lugar “religioso”. Su relato es similar al del empleado de seguridad. “Se veía poco movimiento. Es un terreno invaluable, seguramente ahora van a construir una torre importante, yo intuía que era de la Iglesia o algo por el estilo porque es muy raro que este tipo de edificios sigan en pie en Palermo, y sobre todo si es un edificio que se usa tan poco; en general se venden todos para hacer torres de departamentos u oficinas”, cuenta Antonio.
En medio del escándalo, el cardenal Mario Poli, que en noviembre próximo cumplirá 75 años, la edad prevista para que los obispos presenten su dimisión al Papa, tendrá mañana un encuentro privado en Roma con el Sumo Pontífice.
En la curia porteña admitieron que el Consejo de Asuntos Económicos y el Colegio de Consultores, los organismos de control que supervisan ese tipo de transacciones, no estaban en funcionamiento cuando llegó la Congregación para el Clero a revisar las cuentas, pero dijeron que “en ningún caso se detectaron delitos o negociados”.
“El Consejo de Asuntos Económicos no se reunía por las restricciones de la pandemia y el Colegio de Consultores tenía los mandatos vencidos y debía renovar sus miembros, cosa que se hizo inmediatamente después de la visita”, explicaron fuentes del arzobispado a LA NACION.
La raíz de la desconfianza del papa Francisco por la administración de los bienes de la Iglesia en la Ciudad de Buenos Aires se habría originado en 2017, cuando ordenó desde Roma no vender el mítico estadio Luna Park, según dijeron fuentes eclesiásticas a LA NACION. Por entonces, habría habido una oferta de 50 millones de dólares. Ernestina de Lectoure, expropietaria del Luna Park, cedió en partes iguales a Cáritas y a la Iglesia la operación comercial del estadio, que quedó bajo administración del Arzobispado de la Ciudad de Buenos Aires.
Con la colaboración de Nicolás Balinotti
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