La última entrevista de José "Pepe" Eliaschev concedida a LA NACION
Fue publicada el 4 de marzo de 2013 y su autora es Alicia Petti; en esa oportunidad, el periodista analizó su estilo, el presente de su profesión y el de la radio
El 4 de marzo de 2013 , José Pepe Eliaschev concedía la última entrevista publicada por este diario antes de morir.
En diálogo con Alicia Petti, periodista y autora del artículo, analizó su estilo de conducción, el presente de su profesión y el de la radio.
A continuación, la reproducción de la entrevista completa, publicada en la sección Espectáculos de la edición impresa.
Pepe Eliaschev: "Hablar de reivindicación o revancha es excesivo"
Con Esto que pasa, que ya lleva 15.000 horas al aire, el periodista analiza su estilo, el presente de su profesión y el de la radio
Por Alicia Petti | Para LA NACION
Los términos reivindicación o revancha le parecen excesivos a José "Pepe" Eliaschev. El prestigioso periodista independiente de 67 años -con 48 de trayectoria-, después de un largo peregrinaje por distintas emisoras y de un año conduciendo un exitoso espacio semanal en Mitre (AM 790), retoma en esta emisora el clásico horario del regreso (lunes a viernes, de 17 a 20) con su programa Esto que pasa que le brindó tantas satisfacciones y reconocimientos y que lleva 15.000 horas en el aire.
- ¿Otra vez liderando un ciclo diario y en la franja del regreso?
Hablar de reivindicación o revancha es excesivo. Para mí es un enorme reconocimiento estar en el horario en el que me he sentido cómodo y reconocido durante muchos años. Comencé a hacer la vuelta en Radio Del Plata en 1990, y estuve durante una década. Siempre hice el programa con total libertad, aun cuando la radio cambió de dueño dos veces. Esto que pasa , que se funda en el 85, fue el primero en audiencia en esa radio. Después hubo un quinquenio ingrato en Radio Nacional, que terminó amargamente. La vuelta siempre ha sido, para mí, el gran momento periodístico; lo sabemos los periodistas de raza. La tarde es el momento de la información. Lo digo con todo respeto por mis colegas de la mañana, pero un programa que sale a las siete de la mañana mastica la información de los diarios, cerrada doce horas antes. Por la tarde, en cambio, tenemos las cadenas nacionales, las crisis, los colapsos. Es muy importante, es un momento de mucha tensión; desde el punto de vista periodístico, el prime time no es a la mañana, sino que es la vuelta.
El prime time no es a la mañana, sino que es la vuelta
-¿Es muy exigente hacer un ciclo diario?
-Para mí esto es ponerme el casco, es volver a un combate al que pensé que no volvería. Tras el portazo tan amargo en Nacional, un 30 de diciembre a la noche sin permitir que me despida de mi audiencia, me fui resignando a que ya no regresaría a la frecuencia diaria. Empecé a pensar que había sido una etapa de mi vida. Tampoco hubo muchas emisoras que se interesaran en mí. En la Argentina, ha habido y hay mucho miedo. Transité por radios alternativas y el año pasado llegué a Radio Mitre, para hacer un programa pequeño, los sábados por la mañana, que terminó con un 36 por ciento de audiencia. Mi gran sorpresa fue cuando me convocaron para hacer la vuelta. La verdad, no sé hasta qué punto voy a tener la energía y las ganas de continuar. En algún tiempo quizá diga que estoy satisfecho, que volví y que es hora de un descanso, aunque no en lo inmediato, porque además de la radio, hago tres columnas periodísticas en diarios diferentes y escribo libros. Para mí la jubilación no existe y, aunque quisiera, no podría porque me moriría de hambre. Después de 48 años de ejercicio profesional, tengo la jubilación mínima. Esto es lo que la Argentina me dio, pero no me quejo.
Para mí la jubilación no existe y, aunque quisiera, ni podría
-¿Qué pone en especial Eliaschev a su programa?
Vos recordarás que cuando estaba en el cuarto año de programa en Del Plata, saqué mi libro de las editoriales de las seis de la tarde, que ya a esas alturas eran un clásico. Espero que nadie se sienta molesto, pero la noción del interior radiofónico es un concepto mío, así como el editorial no leído. Yo a las seis de la tarde me tengo que expedir, sí o sí, sobre un tema de actualidad, alrededor de ocho, nueve, diez minutos. Nadie me escribe los editoriales, ni yo los leo. Creo que la improvisación sobre la base de un guión es el arte de la radiofonía. Esto es lo que me distingue, pero es también un peso emocional muy fuerte.
Tus editoriales tienen un estilo muy especial.
Es la hora a la que les pido a mis compañeros que me dejen solo en el estudio. En alguna época de locura absoluta, en Radio Nacional pedía que me bajaran las cortinas, que yo mismo había comprado, porque había gente que venía a mirarme, porque algunos todavía no creen que no leo mis editoriales. Me dicen que los leo porque hablo "con puntos y comas"; pero es que así fui educado en la Universidad de Buenos Aires. Creo que hay que hablar bien, respetar el lenguaje. Pero también el ciclo aporta muchas otras temáticas. La gente cree que soy un periodista político. Soy un profesional que considera que es una obligación hablar de la medicina, el arbolado público, la basura, que es una obsesión permanente para mí. Le dedico mucho espacio a cuestiones que creo que son gravitantes sin ser políticas. En tres horas diarias tenés espacio para dedicarte a todo. La política es muy importante, la economía también. Y convoco a especialistas. El periodista tiene que tener los sentidos muy alerta. Creo que los periodistas jóvenes han olvidado la importancia de estar alerta, de ver con sus ojos, escuchar con sus oídos, oler con la nariz. Eso trasciende la política, obviamente, así que el programa es eminentemente generalista.
Le dedico mucho espacio a cuestiones que son gravitantes sin ser políticas
-Y la música juega un rol importante en tus ciclos.
-Mi gran orgullo es haber demostrado en AM que no tiene por qué caerse ningún anillo por pasar música clásica, escuchar a Mozart, Schubert, Bach, Chopin, Bizet. Muchos dicen que es música para pocos, pero el año pasado la gente llamaba loca de felicidad cuando sonaban esas composiciones. No soy un puritano: puedo poner eso, pero también me gusta Frank Sinatra o Louis Armstrong. Soy muy clásico, y tal vez un poco conservador, pero creo que la gente merece esos momentos en la locura de Buenos Aires.
-¿Y el equipo?
-Cuento con una productora como Marta Lamas, con la que me siento muy respaldado. Como siempre, la relación entre la producción y la conducción es de negociación; no creo que haya que zamparle a la gente siete notas por tarde, la audiencia quiere escuchar el editorial, la tertulia. En ese sentido, Marcela Labarca es muy pertinente y gran compañera; cuento también con el aporte de Horacio Pagani, en deportes, y de Micky Balbiani, con su iniciativa juvenil. La producción se completa con Mariana Torres Day, Mariano Tabares y Gastón Ibarra.
Que un Randazzo no atienda el teléfono a un periodista es patético
-¿Cómo está resultando el ejercicio periodístico en estos años?
Difícil, porque para un tipo al que nadie le puede achacar ninguna afiliación partidaria es muy frustrante no poder hablar con el Gobierno. Que un Julián Domínguez, un Randazzo, no atienda a un periodista como quien te habla, que estuvo exiliado diez años y es un hombre de la democracia, es patético. Ha desaparecido la posibilidad de tener un contacto franco con el Gobierno. Vivimos en un mundo de operaciones mediáticas, amigos y enemigos. Y yo no tengo enemigos. ¿Qué más quisiera yo que hablar con funcionarios del Gobierno, como al principio del gobierno de Néstor Kirchner? Hoy veo el costado más dogmático y cerrado del oficialismo, pero sigo peleando.
¿Cómo ves la radio, Pepe?
-Empobrecida, como al periodismo en general; el lenguaje está empobrecido. Tengo 67 años, y pienso que figuras de otras épocas -como Carrizo, Cervantes Luro o Bonardo, que tenían un enorme cuidado con el uso del lenguaje- no podrían trabajar en la radio de hoy, en esos programas llamados "juveniles". Hay una pandilla de cincuentones que hacen esos programas, se siguen vistiendo como si tuvieran 15 y son alfabetos a duras penas. Todo eso me da tristeza.
Dada la sensibilidad del tema, la nota está cerrada a comentarios.