Lidia preparaba el almuerzo mientras su hijo Víctor conversaba con sus hermanas en otra habitación. Él acababa de regresar de la Escuela Mecánica de la Armada. Sus bolsos todavía estaban junto a la puerta. Cuando la comida estuvo lista, Lidia llamó a sus hijos. Víctor no apareció. Su equipaje ya no estaba. Sin decir una palabra, a sus 17 años, acababa de comenzar un viaje que tendría como destino final el corredor de la muerte en Texas, Estados Unidos.
Víctor Hugo Saldaño, oriundo de Córdoba, hoy tiene 45 años y lleva más de 20 años condenado a pena de muerte por asesinar a un hombre en 1995. Un primer juicio en su contra fue anulado por una denuncia de racismo. Luego de varios años en el llamado "corredor de la muerte", Saldaño llegó al segundo juicio con su estado de salud mental muy deteriorado. Durante las audiencias se reía, leía revistas y se masturbaba. Fue condenado otra vez a la pena capital.
Hoy, 23 años después, la Cancillería analiza pedir al gobierno de los Estados Unidos y a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que sea trasladado a un neuropsiquiátrico argentino.
El largo camino a Texas
Cuando Víctor huyó de su casa en la ciudad de Córdoba, fue hasta Villa María, en donde un tío podría ofrecerle trabajo. Como no lo encontró, pidió a un camionero en una estación de servicio que lo llevara a dónde fuera. Terminó en Salta, trabajando en un taller.
Logró juntar un poco de dinero y continuó su viaje a Brasil. La elección de ese país no fue al azar: fue en busca de su padre, que se había ido de casa cuando Víctor tenía 3 años. "Está conmigo, quedate tranquila", fue lo que Lidia le escuchó decir a su ex marido. Eran las primeras noticias que tenía de Víctor desde su huida.
Pero no hubo tranquilidad para ella. Al poco tiempo Víctor escribió desde el Mato Grosso. "Me hice amigo de unos artesanos y estoy viajando con ellos", decía la carta que le envió a su familia, junto con unas pulseritas para sus hermanas. En el sobre no había dirección de procedencia.
Su madre fue a hablar con la Policía Federal para pedir que lo trajeran de vuelta, pero le dijeron que no podían. Allí comenzó el verdadero sufrimiento para esta mujer, con el destino de su hijo rodeado de incertidumbres. Esporádicamente recibía cartas desde Perú, Guayana Francesa, Venezuela. Pero en ninguna había una dirección para responder.
Tiempo después, Víctor escribió desde Colombia. Dijo que se había enamorado y que vivía con la familia de su novia. Pero el amor no retuvo a Víctor. No pasó mucho tiempo hasta que comenzó a escribirles desde México. Y luego desde los Estados Unidos. Les contó que había ingresado a ese país ilegalmente. Al tiempo escribió desde Nueva York y dijo que un señor cubano que lo encontró durmiendo en una plaza lo invitó a vivir con él.
Ese señor les escribió también y les mandó su número de teléfono. Lidia, por fin, pudo escuchar la voz de su hijo.
"Huguito", como le decía su madre, le dijo que no pensaba regresar hasta no juntar algo de plata. Hablaron un par de veces más, pero el último llamado no fue de Víctor, sino del cubano que lo alojó. "Huguito se fue", les avisó.
Víctor volvió a escribir desde Texas, diciendo que la vida en Nueva York era demasiado cara para él. Les dijo que el barrio en el que vivía era peligroso, que la gente andaba armada. Pero la carta no tenía dirección, por lo que Lidia no pudo responderle.
El comienzo de la pesadilla
El Día de Acción de Gracias de 1995, en Dallas, Texas, Víctor y un amigo mexicano, borrachos, secuestraron a Paul King, un comerciante. El cuerpo de King fue hallado horas después por la policía. Un testigo señaló a Saldaño. La policía encontró en su poder el arma y el reloj de la víctima.
Víctor escribió a su familia para avisar que estaba preso. Luego recibieron una carta de un abogado que les contó más detalles. Lidia comenzó a endeudarse pagando fax y llamadas de teléfono a los Estados Unidos para poder saber más sobre su hijo.
El caso no tardó en llegar a los medios: un ciudadano cordobés enfrentaba la posibilidad de ser condenado a muerte. La Cancillería se puso en contacto con Lidia. Para el primer juicio, ella viajó a Texas.
Dos condenas cuestionadas
En 1996, Víctor fue condenado a pena de muerte. Estos juicios tienen dos etapas. En la primera se determina la responsabilidad del acusado: Víctor fue hallado culpable del crimen. En la segunda etapa se determina si hay aspectos que sirvan para mitigar la acusación y que puedan definir si se lo condena o no a la pena capital.
En Texas, además, se debe definir la "peligrosidad futura" del imputado. Sólo se puede imponer la pena de muerte si el jurado determina en forma unánime que el imputado representa un peligro futuro. En el caso de Víctor, hacia el cierre del juicio, un psicólogo llamado Walter Quijano citado por la Fiscalía declaró que el cordobés tenía más probabilidades de volver a cometer un crimen por ser latino, ya que había más latinos presos que en libertad. Esto motivó una denuncia por racismo.
Tras la apelación, la Corte Suprema nacional envió el caso de vuelta y se logró que el Estado de Texas admitiera el error. En 2004, hubo una orden del juez federal local de realizar un nuevo juicio.
Para entonces, Víctor ya había pasado ocho años en el corredor de la muerte y su estado mental se había deteriorado. Para evitar que Víctor sea expuesto a un nuevo proceso, la defensa intentó introducir como testigo a Orlando Peccora, un psiquiatra que podía corroborar que el corredor de la muerte había causado serios daños en la salud mental del acusado, "resultando en una disminución de su capacidad cognitiva y de su habilidad para reaccionar emocionalmente de manera apropiada".
Pero, según el juez, incorporar este testimonio podía habilitar al Estado a hacer su propio examen psicológico, y citar a su experto como testigo en el juicio sobre la peligrosidad futura de Saldaño. Finalmente Peccora no declaró.
Durante el juicio, la conducta de Víctor fue errática y provocadora. Se reía, leía revistas, se hamacaba en la silla y hasta se masturbaba, según consta en las actas. Además, varios guardias del corredor de la muerte declararon sobre conductas similares en la cárcel. Como si esto fuera poco, se le permitió declarar al custodio que acompañó a Víctor durante un receso del juicio. El hombre dijo que Saldaño le confesó que había cometido otros asesinatos además del de King. Se trata de supuestos homicidios sobre los cuales no existía evidencia alguna.
Para el jurado no hubo dudas de la "peligrosidad futura" que representaba el cordobés. Nuevamente, Víctor fue condenado a muerte.
Hace dos años, la CIDH emitió un "informe de fondo" en el que declaró la "responsabilidad" de Estados Unidos en "plurales violaciones de las garantías judiciales de defensa" de Saldaño en los dos juicios. Definió el "corredor de la muerte" como un "sitio técnico de tortura" y ordenó sacar de allí al cordobés de inmediato. Ante la inacción frente a sus sentencias, la Corte Interamericana generó dos reportes más en los mismos términos.
En ese contexto, en una reunión con el canciller Jorge Faurie y el equipo de Derechos Humanos de la Cancillería, el mes pasado, se planteó que la Argentina pida formalmente el traslado de Saldaño a un hospital neuropsiquiátrico del Estado.
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