La tragedia de los Andes: “Sobrevivimos porque funcionamos como equipo”, dice Carlos Páez, que interpreta a su padre en un nuevo film
Próximo al estreno de “La sociedad de la nieve”, que ayer ganó el Premio del Público en el Festival de San Sebastián, uno de los sobrevivientes del accidente aéreo de 1972 e hijo del artista plástico Carlos Páez Vilaró, rememora los más de 70 días en medio de Cordillera; además, describe porqué el director Juan Antonio Bayona logró una representación magistral de la odisea
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En poco tiempo, llegará a la Argentina La sociedad de la nieve, la película basada en el libro homónimo escrito por el uruguayo Pablo Vierci en 2008, y dirigida por el español Juan Antonio Bayona, que se sumerge en el trágico accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya que se estrelló en la Cordillera de los Andes el 13 de octubre de 1972.
El film ahonda en las situaciones extremas que atravesaron los 16 sobrevivientes del accidente que dejó 29 muertos. La obra del director de Lo imposible (2012), de Jurassic World: el reino caído (2018) y de la serie de El Señor de los Anillos: los anillos de poder (Amazon Prime), basada en los libros de J.R.R. Tolkien, no solo pone el acento en las sensaciones y emociones que surgieron durante los más de dos meses perdidos en la nieve, sino que también les pone voz a quienes no regresaron.
El año pasado se cumplieron 50 años del accidente del vuelo que había partido desde Uruguay hacia Chile y en el que viajaba un equipo de rugby del Colegio Old Christians para participar de una competencia. Después de diez días de búsqueda, el operativo dio por perdidas a las víctimas. Sin embargo, unos sesenta días después, dos de los sobrevivientes –Roberto Canessa y Fernando Parrado– realizaron una expedición desde los restos del avión y, tras diez jornadas de caminata, avistaron al arriero chileno Sergio Catalán Martínez, lo que significó la libertad y el fin del calvario. El 23 de diciembre todos los sobrevivientes fueron rescatados.
Nominada a Mejor Película Extranjera, por España, en los Premios Oscar, ya se presentó con gran repercusión en el festival de Venecia y en el de San Sebastián, donde ayer ganó el Premio del Público. En su paso por Buenos Aires, Carlos Páez, uno de los sobrevivientes, calificó al film como un trabajo descomunal de Bayona que logra transmitir con rigurosidad y realidad lo que vivieron tras el accidente. Él participa en el largometraje en el papel de su padre, el artista plástico Carlos Páez Vilaró, que murió en 2014, y que nunca bajó los brazos en la búsqueda de su hijo.
“Entre Carlitos y yo estaba la luna que me miraba desde el cielo. Y yo le había chiflado detrás de la Cordillera, como para que supiera que estaba ahí”, escribió el pintor y escultor en el libro Entre mi hijo y yo, la Luna. La odisea de un padre en la tragedia de los Andes. Fue él quien leyó la lista de sobrevivientes desde Chile –donde se había instalado para la búsqueda– por teléfono para una radio uruguaya. En ese momento se enteró que su hijo estaba entre los supervivientes y esa misma escena es una de las que representa Páez en la película producida por Netflix.
–En la película representás a tu padre, quien fue una de las pocas personas que insistió en continuar con la búsqueda y quien leyó la lista de sobrevivientes cuando fueron encontrados, ¿cómo fue esa experiencia?
–Fue algo durísimo. En especial, ese momento icónico que es cuando él lee la lista de sobrevivientes para el mundo. Por un lado, yo estaba metido en la historia porque fui uno de los sobrevivientes, pero también estaba metido en la figura de papá y tenía que transmitirme a mí, a Carlos Páez hijo, como sobreviviente, tal como lo hizo él. Cuando leo la lista es cuando me pongo a llorar porque uno viene aguantando todo el peso de lo que pasamos y ese es un momento liberador. Para la caracterización me tiñeron el pelo, me hicieron bajar de peso, estuve un año con el seguimiento de una nutricionista del Real Madrid. Cuando Bayona me ofreció hacer de papá le dije que me dejara hablarlo con mi psicóloga, no solo por lo que tuvo que pasar mi padre, sino también porque él era una persona famosa y estaba esto de ser el hijo de..., pero en definitiva fue una propuesta muy sanadora.
–¿Considerás que Bayona aborda el accidente desde una nueva perspectiva? ¿En qué se diferencia de Viven, la película que se estrenó en 1993?
–Si, hay un nuevo enfoque. Viven fue una película muy taquillera, que estuvo muy bien. Era una película muy estilo Hollywood, en el sentido que se basaba en el chico protagonista, algo típico norteamericano. En cambio, la película de Bayona es más coral, funcionan todos los personajes, participan todos, tanto los sobrevivientes como los muertos, le da un lugar a cada uno, algo que refleja el trabajo descomunal que hizo.
–¿Cómo fue trabajar con él?
–Es realmente un monstruo. Hace doce años que está con este proyecto. A él le llegó el libro La sociedad de la nieve en el momento en que empezaba a filmar Lo imposible –la película sobre la catástrofe del tsunami en el sudeste asiático–. Aunque parezca mentira, esa película se llama así por nuestra historia. Cuando él empezó a leer el libro dijo: “Yo me estoy equivocando de película, yo tengo que hacer esta historia, por la nuestra”. Y comenzó con una idea que le llevó mucho tiempo concretarla. Hay que tener en cuenta que es una persona muy obsesiva, está entre los diez directores top del mundo, y esta película es una maravilla.
–¿Cómo viviste el proceso?
–La producción vino hace unos cuatro o cinco años a Montevideo y realizaron entrevistas filmadas de cuatro o cinco horas con cada uno. Él nos generó tanta confianza que nosotros no le revisamos ni el guión, ni nada. Cuando fue a Montevideo a mostrarla a los sobrevivientes y los familiares de los muertos, que yo no digo que haya una grieta, pero siempre son momentos difíciles, todos lo aplaudieron de pie y creo que es porque les da el lugar a los muertos que ellos se merecen. Justamente la historia la narra uno de los fallecidos.
–¿Representa las emociones y sentimientos que tuvieron durante esos meses?
–Es una película que te mueve la vida. Y, recientemente, escuché decir a algunos periodistas que trata los temas con elegancia. Sí, refleja lo que sentimos totalmente, no critico a Viven, que es un film al que respeto mucho, pero tiene esa cosa más americana. En La sociedad de la nieve, los actores son todos desconocidos, son argentinos y uruguayos de 18 a 19 años, no hay ninguna estrella. Hay un actor uruguayo que se perfila muy bien, que viene de un barrio muy humilde, que se llama Enzo Vogrinci, que es el que narra la historia y uno de los que muere. La película dura dos horas y veinte minutos y es dura porque la historia lo es. Además, las condiciones de filmación fueron también complicadas, mucho se rodó en plena pandemia, en Sierra Nevada en España, también en Mendoza, en el lugar donde tuvimos el accidente en la cordillera. Bayona repitió la caminata exacta de Parrado y Canessa. Lo que hizo el director es descomunal, el film es un monumento al trabajo y a la pasión.
–¿Cómo fue esa sociedad que conformaron en la nieve?
–Fue realmente una sociedad, porque creo que la única manera que teníamos de salir de ahí era hacerlo todos juntos. El trabajo en equipo fue fundamental, siempre digo que si hubiese pasado en un avión de línea donde nadie se conocía hubiese sido un desastre, se hubiesen muerto todos. Pero nosotros teníamos un objetivo en común y, además, veníamos de un país muy democrático. Cuando Parrado y Canessa salieron a su expedición, Canessa era el único que opinaba que había que salir hacia el lado argentino y tenía razón, pero los otros 15 opinábamos que había que salir para el lado chileno.
–Y se hizo la voluntad de la mayoría.
–Sí, y aún equivocados, llegamos igual que es de lo que se trata. Porque no se trata de historias perfectas, se trata de historias con pasión, con ilusión y con actitud. Nosotros no peleábamos por Hollywood, ni por documentales, ni por libros, peleábamos para regresar. Yo peleaba para llegar a casa con mi mamá y mi papá. Hay que entender que yo era un nene que no servía para nada, que se pasó 70 días con los mocasines de la zapatería Guido que me habían comprado en Guido y Quintana, en Recoleta, aquí en la Argentina. No íbamos preparados para los 25 y 30 grados bajo cero que hacía en la Cordillera. Yo tenía niñera y me servían el desayuno en la cama y ahí es cuando te das cuenta de la capacidad que tiene el ser humano para evolucionar y transformarse a partir de esta historia que fue descomunal.
–Un ejemplo de lo que es capaz el ser humano.
–National Geographic dice que es la historia de supervivencia más grande de todos los tiempos. No hay historias de este tipo de sobrevivir en esas condiciones durante 70 días. Yo no había visto un muerto en mi vida y, de repente, me encontré con 29 muertos alrededor mío y hubo que procesar todo eso.
Homenaje a la vida y a la amistad
El jueves pasado por la mañana, Páez arribó a la ciudad de La Plata por primera vez para dar una charla sobre lo que le tocó vivir hace 50 años a chicos de dos colegios secundarios de entre 17 y 18 años, exactamente la edad que él tenía cuando ocurrió el accidente. Invitado por Roberto Anselmino, periodista y consultor en comunicaciones platense, visitó el Colegio María Teresa Pereyra y el Nacional Rafael Hernández dependiente de la Universidad Nacional de La Plata. Los chicos vieron en primer lugar un video sobre la tragedia y luego, visiblemente movilizados, pudieron hacerle preguntas.
Estas apuntaron a cómo habían trabajado en equipo, cómo se organizaban y a los liderazgos, que fueron cambiando a lo largo de los días. También quisieron conocer sobre qué sintieron cuando se dieron cuenta de que habían dejado de buscarlos. Páez recordó que salieron de una actitud pasiva, de esperar a que los encontraran, para enfocarse en salir de allí por sus propios medios.
Otra de las preguntas se dirigió a profundizar sobre el cambio que le produjo a nivel personal el haber pasado por eso: “Yo era un chico que no sabía hacer nada, de pronto en la Cordillera me encontré conmigo mismo pude saber quién era y de lo que era capaz”. “¿Sintieron a Dios?”, preguntó una alumna. “A Dios lo sentís en todas partes, pero Dios no te va a salvar porque él espera que vos hagas el esfuerzo y te salves”, argumentó. Por último, uno de los chicos le consultó si se volvería a subir al mismo avión, a lo que él respondió que sí lo haría.
–¿Qué te dejó ese encuentro con los jóvenes?
–A mí me encanta dar este tipo de charlas porque esa era la edad que teníamos nosotros cuando ocurrió el accidente. La verdad es que la repercusión siempre es muy gratificante.
–¿Cuál crees que es el mensaje que esta tragedia que te tocó vivir les deja a esos chicos?
–Creo que se dan cuenta de que pueden protagonizar grandes historias, ellos mismos a su edad. Uno los ve inmaduros, ingenuos, como era yo, pero pueden hacer cosas grandes. Recuerdo que después del accidente, luego que había muerto mucha gente, cuando estábamos ahí entre los restos del avión le pregunté a Canessa: “¿Esto es lo que se llama un desastre?”. Y pienso en mi ingenuidad a los 18 años, porque yo no sabía lo que era un desastre, una tragedia, a mí no me habían enseñado. Y, sin embargo, pudimos sobrevivir y seguir adelante. Hoy, la historia sigue.
–¿Con qué se va a encontrar el espectador de La sociedad de la nieve?
–Creo que con el tiempo uno tiende a minimizar la historia de alguna manera, al contarla la vas suavizando naturalmente, pero cuando ves la película te lleva de nuevo al lugar. Me pasó que la primera vez que la vi quedé de cama diez días. Me metió adentro del fuselaje, es una habilidad que pocos tienen, hasta sentía el olor que había. Después ya la digerí y me encantó. La historia nuestra es un homenaje a la vida y a la amistad y demuestra que se puede, pero que se puede en serio, no como dicen los políticos. Nuestra ilusión era ir a Chile y nos encontramos con esa cordillera. Y realmente no puedo creer lo que hicimos. El film no te da respiro, pasa por todos los sentimientos, desde la bronca, la desesperación, a medida que avanza se renueva la fe y la esperanza. Después de verla Nando Parrado me dijo: “Carlitos, ahora van a saber lo que vivimos en los Andes”.
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