“Mar del Dibu”: La tierra que vio nacer e irse de chico a Emiliano Martínez delira con el tricampeonato y hasta rebautizó una calle
Los marplatenses coparon las calles y la playa luego del triunfo argentino; la ciudad prepara una recepción histórica para su primer campeón mundial nacido aquí
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MAR DEL PLATA.— Las manos, y también el pie de Dios viven en este marplatense que de pibito nomás se fue de esta ciudad, la misma en la que saltaron esta tarde miles de sus vecinos que vivieron y sufrieron al final esta Copa del Mundo que llegó con este Emiliano Martínez que salió de acá, de un barrio humilde próximo al puerto, y se abrió camino para alcanzar esta instancia de gloria. Hoy, más que nunca, es “Mar del Dibu”.
“Gracias Dibu”, se lee en las banderas. Sí: desde hace dos días, hasta una calle de la costa lleva su nombre, a partir de unos atrevidos dispuestos a hacer justicia con este nuevo héroe que tienen estas playas y todo un país, que vive y celebra la alegría por la que se esperó más de 36 años. En este tramo, el Boulevard Peralta Ramos ahora se llama Dibu Martínez.
Los buzos verdes con su nombre, con su número 23, se multiplican entre la multitud que celebra en el Arena Fest, frente a las pantallas gigantes. Una apuesta que salió bien y se convirtió en el primer epicentro de festejo, trasladado paso a paso y minuto a minuto hasta el microcentro. Una bandera de 100 metros de largo, entre la gente amuchada sobre el parque con vista al mar, resume sentimientos: “Dibu te amamos”, dice.
Con el título ganado hay caravana a pie, en auto y moto. Un rato antes hasta hubo moto de agua y avión que con el nombre de Dibu estampado sobre celeste y blanco, con recorrido frente a y sobre las playas céntricas cuando el partido todavía estaba en marcha y temblaban las piernas, a la espera del mejor final.
Ahora, cuando Leo Messi ya alza la Copa del Mundo, las calles son un solo de bocinazos, con tránsito que se traba y nadie insulta. Porque todos están felices. Y se asoman por las ventanillas y se unen en un “Vamos, Vamos, Argentina….”. Aun no hay dato científico que lo certifique pero tampoco margen alguno para dudas: la celebración popular que se vivió este domingo no tiene antecedentes en la historia de esta ciudad.
El paseo costanero es un mar de gente que marcha, salta, baila… Todos disfrutan de un momento histórico que tendrá felicidad eterna. Y caminan con rumbo a las cercanías del palacio comunal, punto de encuentro habitual para cualquier celebración. Pero esta sí que no es cualquiera. Por cualquier avenida hay tres hileras de autos, camiones con caja repleta de gente y vuvuzelas y silbatos que suenan fuerte, a repetición.
Cuánto abrazo y cuánta fiesta hay. Y están acá, en la ciudad del arquero titular del seleccionado argentino, del equipo de Messi. Y de la Scaloneta, que con un técnico sin escala en clubes se dio el gran gusto —como pocos de sus colegas— de saber cuánto pesa una Copa del Mundo.
Mar del Plata es una fiesta que comenzó con el penal convertido por Montiel, un grito de gol que cruzó el Atlántico para llegar a Qatar, donde otros cientos de marplatenses andan por las tribunas del estadio Lusail, embajadores como el Dibu de una ciudad que escribe su nombre entre los que dieron jugadores para el máximo título que ofrece el fútbol.
“Salí de un hogar humilde y me fui a Inglaterra, para ellos es esto”, dijo Martínez cuando llevaba apenas tres minutos de Campeón del Mundo, un título que llevará para toda la vida y una estrella, a tercera, que la camiseta argentina tendrá con el aporte de sus manos. Vaya si recordará sus primeros revolcones en los potreros marplatenses, sus ganas en el fútbol infantil y su decisión adulta de subirse a un avión rumbo a Europa cuando recién promediaba sus estudios secundarios en el Colegio Sagrada Familia.
Dibu fue glorioso contra Países Bajos, cuando atajó dos penales para pasar a semifinales. Y lo fue más en el momento cumbre, cuando las balas picaban. Primero en el último minuto del partido, cuando tapó con el pie izquierdo a Kilo Muani una pelota increíble que tenía todo el olor y sabor a gol y corona para Francia.
Pero ahí apareció este marplatense, iluminado como pocos. Pura confianza y corazón. “Es enorme es un fenómeno, lo amamos y lo esperamos a Mar del Plata para agasajarlo como un Dios”, dicen Gastón y Luz, pareja de novios que vieron el partido de rodillas, frente a las pantallas dispuestas en el parador Las Toscas.
Es que la ciudad ya se frota las manos y prepara para mediados de esta semana una recepción épica, histórica, para su primer campeón mundial nacido en la ciudad. No se lo cuenten y mejor que no se entere, porque dicen que será espectacular. Un anticipo: será junto al mar y con música, casi seguro con presencia de una banda que unió a un país en una canción que hasta los jugadores adoptaron como propia. “En Argentina nací...”, comienza.
En 1978 se lo recibió con caravana inolvidable a Jorge Mario Olguín, el marcador lateral derecho del equipo campeón del mundo que dirigió César Luis Menotti. Pero apenas había sido formado aquí, ya que es nacido en Dolores, y lo homenajeó una multitud en camino y dentro del Club Alvarado.
“Es el mejor del mundo, y es de Mar del Plata”, dice Matías, con la camiseta de Messi que revolea por el aire y no deja de pensar en el arquero. “Viste como bailó en el penal que atajó, lo viste”, le dice a un amigo y con dedo índice se hace giros a la altura de la sien. “Está re loco el Dibu”, repite y se ríe.
Acá arranca una fiesta larga, eterna, inmensa. “Hay que cambiar la letra”, pide una señora de cachetes pintados de celeste y blanco cuando escucha el nuevo himno argentino futbolero, que dice “quiero ganar la tercera, quiero ser campeón mundial”. Deseos concedidos.
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