La tierra de Lionel Scaloni, entre el orgullo por el triunfo del hijo pródigo y la mesura por el dolor de una muerte reciente
En este pueblo del sur santafecino, enclave rutero, cientos de vecinos vivieron el partido en los buffets de los clubes locales y festejaron frente a la iglesia, en una celebración medida por el recuerdo de la tragedia automovilística del 9 de diciembre
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PUJATO, Santa Fe. A miles de kilómetros de Qatar se desató una vuelta olímpica en la pequeña plaza central de Pujato, una procesión que encabezaron cientos de vecinos del terruño de Lionel Scaloni, el director técnico de la selección argentina que hoy se consagró campeona del mundo después del partido histórico contra Francia.
El festejo fue un desahogo familiar en un pueblo rutero de camioneros y transportistas cerca del “taco de la bota” de Santa Fe. Frente a la Iglesia Nuestra Señora del Carmen, los pujatenses festejaron con bocinazos, cornetas, pirotecnia y trapos verde y blancos del Sportivo Matienzo (CASM), el club de “los raneros” donde el seleccionador dio sus primeros pasos en el fútbol. La fiesta en el interior santafecino tuvo una batucada que fue el centro de la escena, a la que se sumaron vecinos con la camiseta de Newells y otros con los colores rojo y blanco del Atlético Pujato (CAP), el club histórico de aquella región, fundado en 1934.
Pujato todavía no se recupera de la tragedia que signó al pueblo semanas atrás con la muerte de uno de sus ciudadanos en un accidente vial y la hospitalización de su acompañante, cuya vida sigue en peligro. La previa del partido se vivió con un clima de luto colectivo. La victoria albiceleste se vivió después con alegría y cierta mesura en esta, una de las cunas donde se empezó a escribir la historia que le dio al equipo argentino su tercera copa mundial.
El pueblo tiene una extensión de 1,3 km y viven 3370 habitantes, según el censo 2010 del Indec. Se llega a través de la ruta 33 y es casi inexistente la señalización que anuncia su existencia. Recorriendo el camino, el ejido urbano emerge de forma súbita.
La previa
Pocos minutos antes de que empezara la final, en Pujato, un pueblo rutero por el que transitan camiones graneros que traquetean sobre el pavimento, se vive como un domingo más. En la iglesia, los feligreses están congregados y rezando sus plegarias en silencio mientras escuchan el sermón del sacerdote de túnica púrpura luego de la lectura del evangelio del día.
El calor no es agobiante como días atrás, pero al mediodía, con el sol a pleno, desaparecen las sombras del pueblo y la gente busca refugio en la iglesia, los bares o los clubes deportivos. Una mujer pasea en bicicleta con la compra de la panadería, dos amigos juegan al tenis en el predio del CASM y un vecino riega las plantas de la vereda.
El clima mundialista en la antesala de la final recién se respira en los clubes deportivos y en los bares. Eduardo, jubilado de 83 y exdueño del bar Central, toma un café allí junto con otros clientes, en el local que fue de su propiedad al costado de la ruta 33, la avenida principal de Pujato. “Va a ser el primer partido de la selección que vea de todo el mundial. Generalmente está cerrado a esta hora los domingos, pero por la final se hizo una excepción aunque la mayoría lo ve desde su casa”, dice. “Acá hay muy pocas empresas y son pequeñas. La mayoría de los trabajadores son transportistas o camioneros que transportan soja. En la actualidad hay 400 camiones en el pueblo. Hay que ver si este año se cosecha algo, aunque no creo. Por lo menos espero que gane la selección”, agrega. Diez minutos antes de que empiece el partido, los clientes se van y en el bar solo quedan el dueño actual y dos empleados.
Del otro lado de la plaza está el club social del CAP, el más antiguo de Pujato y rival del CASM. En el buffet, cerca de donde están los trofeos ganados por el equipo en la liga de Casilda, Eduardo –el encargado– tiene todo decorado con los colores de la selección y con globos desinflados que no infla por cábala.
“El factor suerte va a ser determinante en esta final. Es una victoria que necesitamos todos, y también el pueblo, por todo lo que nos pasó”, dice el encargado. El 9 de diciembre, Agustín Fratini, de 27 años, falleció en un accidente con un Peugeot 208 en la ruta que conecta el pueblo con Casilda. Sigue en grave estado su acompañante, Ciro Franceschetti, que está internado en el Sanatorio Parque, de Rosario.
A raíz de la fatalidad el intendente Daniel Quacquarini aseguró que no habría festejos el domingo si la Argentina se consagraba campeona.
El encargado del buffet del CAP sentencia: ”Al técnico lo veo espectacular, nos está representando muy bien a los pujatenses”. Pese a la ambientación, el lugar está vacío. Los jóvenes prefieren irse en grupos hacia la villa deportiva, también de aquel club que está en el límite del pueblo.
La Escuela 227 Bernardino Rivadavia, donde Scaloni cursó sus estudios primarios está toda rodeada por una bandera con la leyenda “Pujato y la 227 junto a la Selección”. La directora de la escuela, María D’Alleva, de 57 años, abre las puertas a LA NACION para conocer dónde estudió el DT de niño, en el aula San Martín. La escuela está decorada con la temática mundialista y con mensajes motivacionales y de trabajo en equipo.
“Scaloni era siempre fútbol, o con una pelota o hacía un bollito de papel y se iba al patio a hacer tiros. Chichita, su maestra, que hoy tiene 83 años y ya se jubiló, lo recuerda siempre como un chico que no era malo, pero si muy travieso. Lo ubicaba en el primer pupitre para que no se distraiga. Igual, de alguna manera se escapaba para el patio con una pelota y lo perdíamos. Los alumnos más chicos vivieron a pleno este mundial, aunque después del accidente se suspendieron los festejos contra Croacia”, dice D´Alleva.
El entorno familiar de Scaloni se concentra a la vuelta de la escuela, en la sede del CASM. “Lionel durante el mundial estuvo muy hermético y trabajando mucho. Hablé solo una vez, hace unos días. Siempre que vuelve a Pujato viene al CASM, pero está más en la villa deportiva, donde están las canchas y donde le gusta estar”, dice a LA NACION Juan Marcetti, de 35, primo de Scaloni, por el lado de la madre. A su lado está Eduardo, de 43, socio del CASM. ”Scaloni se formó acá, jugó desde chico en el club, y también su hermano Mauro, que ahora dirige las inferiores. Estuvimos 30 años sin jugar la liga de Casilda y este año, cuando volvimos, le ganamos el superclásico al CAP por 2 a 0. Fue una fiesta, festejamos hasta la madrugada”. El padre de Scaloni fue arquero de la reserva y suplente de la primera del CASM. El partido está por empezar, pero Eduardo, por cábala, se retira a su casa a ver el partido.
Sin distinción de colores del club de la pasión, los vecinos de Pujato se dirigen a la villa deportiva del CAP. Al lado de la villa está la Asociación de Transportadores Rurales de Pujato. El club, de colores rojo y blanco, está ubicado donde se termina el pueblo y comienzan el campo abierto, los pastizales y los silos de acopio de la cosecha. Sobre la calle del club hay hileras de camiones graneros y pickups rurales estacionadas.
“El pueblo venía con una manija de clima mundialista y el accidente lo apagó”, cuenta Sandra, de 52 años, a cargo de la garita de entrada de la villa deportiva del CAP. “Fue muy duro y nos cuesta recuperarnos. Este año, en el exacto lugar donde murió Agustín, murieron dos hermanos de Chabas. La ruta es un desastre, pozos y quebraduras por todos lados. Ninguna señalización. Hace años que está abandonada y no se mantiene. De noche no te podés subir porque es un peligro. Y peor cuando llueve, decí que ahora hace mucho que no pasa, lo que tampoco es buena noticia porque necesita regarse el campo. Pero con las lluvias fuertes se inundaba. En lo personal fue muy duro, porque era amigo de mi hijo. Era un chico que se formó en la colonia del club, que fue jugador y trabajaba en la Municipalidad. Una persona excelente. El intendente es muy allegado a su familia, tenían preparados festejos y eventos para después de cada partido y ahora se suspendió todo”, cuenta. Sandra hace años que vive en Pujato y si bien pertenece a otro club siente a Scaloni como propio.
“Scaloni de muy chico se fue a jugar a Newells. Los de Matienzo exageran su protagonismo en el club para apropiárselo. Es el clásico más picante de acá, como un Boca-River. Lo que pasa es que Matienzo volvió recién a jugar la liga de Casilda, el campeonato más importante y competitivo de la región, después de estar sin jugarla por muchos años. La mayoría de los vecinos va a ver el partido en la casa para mantener las cábalas. Por ahí, si ganamos se juntan en la plaza, pero la muerte empañó el clima mundialista”.
El partido
A la hora del partido, las cábalas forman una parte fundamental del espíritu mundialista que se congregó en la pantalla del tinglado del kiosco del club, entre la pileta y las canchas de futbol. Los vecinos comen sándwiches, empanadas, papas en cono y milanesas cortadas y servidas en pinchos de espaditas de plástico. Nelly, que vino a vivir a Pujato cuando se jubiló, se santiguó cuando entraron los jugadores. “Vi todos los partidos en el club con mis amigas”, dice, y se pide tres empanadas y una lata de cerveza Santa Fe helada. Entona el himno con la mano en el corazón. Los más jóvenes ocupan las mesas frente a la pantalla.
Muchos cierran los ojos y agachan la cabeza cuando Messi patea el penal en el primer tiempo. Nelly desaparece y vuelve cuando la pelota entra en el arco. “Para que sea gol no lo tenía que ver. Es mi otra cábala. En Pujato somos todos muy cabuleros, cada uno tiene la propia y se la respeta”, cuenta.
Las gaseosas y las cervezas se vuelcan en las mesas de plástico con el gol de Ángel Di María. Muchos se contagian las lágrimas del jugador en su festejo.
En el entretiempo, los más jóvenes y los niños se van a refrescar a la pileta y las fuentes del parque de agua. En el segundo tiempo, con el dominio inicial de la selección, el ambiente se empezó a animar. De forma repetida se entonó “Muchachos”, el hit mundialista con la melodía de La Mosca. Horacio, el empleado a cargo del boliche, trabaja frenéticamente llevando a las mesas, cerveza y otras bebidas frías. Los nervios se apoderan de todos con cada corrida de Mbappé. Luego llegará el minuto desolador de la selección con el empate cuando faltaba muy poco.
Otro final ajustado, otra definición por penales y el desenlace de Argenitna campéon. Abrazos, desahogo, una euforia efímera acompañada de nieve en lata de carnaval que baña a todos. Después de la explosión efusiva vino la calma, el aturdimiento o incredulidad por la victoria y todo viró a una sobremesa larga de charlas sobre el partido. A la salida del club se armaron caravanas en dirección a la plaza central. Tranquilos, en una procesión todos a la plaza, con la alegría de la victoria, pero la mesura sintetizada en las palabras de Scaloni de días atrás, en una conferencia de prensa a miles de kilómetros de aquí. “Tenemos que entender que es solo un partido de futbol. Argentina, gane o pierda, mañana sale el sol y hay que trabajar”. En Pujato es solo futbol. ¿Es solo futbol?
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