La superación de Nerina: nació sin la mano derecha y una idea inesperada cambió su negocio para siempre
Sufrió bulliyng en la adolescencia y fue discriminada cuando salió a buscar trabajo; impulsada por el amor de su familia logró vivir de lo que más le gusta: las manualidades
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Más que Arte Nery, su marca debería llamase El arte de la perseverancia, la superación y la aceptación. Nerina Zanchetta (44) es hija de Emilio y Olga, la mayor de cuatro hermanos (Luciana, 41, Emiliano, 38 y Matías, 36) y la única de la familia que nació con una dificultad física: no tiene ningún dedo en su mano derecha.
“La verdad no se sabe bien por qué me sucedió. Mamá me cuenta que mi gestación fue complicada, con muchas pérdidas y malestares; algunos médicos dicen que fue por falta de ácido fólico, otros arriesgan que pudo haber sido un golpe cuando yo estaba en la panza… No sabemos por qué, fue una sorpresa para todos”, contó Nery, que esta casada hace 18 años y es mamá de Ramiro (22) y Agostina (15).
“Lo primero que quise saber cuando quedé embarazada era si ellos tenían todos sus deditos”, asegura la fundadora de Arte Nery, Moldes Flexibles, para quien haber nacido con esta malformación fue una dura batalla que la llevó a esconder al máximo su mano para evitar preguntas dolorosas. “Sufrí mucho en mi adolescencia, fue una época complicada. Me han llegado a llamar ‘la hija manca de la panadera’ y yo dudaba si alguna vez encontraría a alguien me quisiera teniendo solo una mano”, recordó en diálogo con LA NACIÓN.
“Si bien para mi familia era algo natural y yo era así, la mirada del resto siempre era inquisidora. No fue fácil. Sin dudas mi pilar, mi estímulo y la que siempre me decía ‘vos podés’ fue mi mamá. Ella se bancó todo, incluso mi rebeldía adolescente, cuando le reclamaba: ‘¿Por qué a mi?’. O, peor aún, cuando enojada le decía: ‘Por tu culpa nací así’”, agregó.
El tiempo fue pasando y Nery fue aceptando su fisonomía tal y como era. Pero, por más que se sintiera que lo había superado, la realidad más de una vez la golpeó con fuerza. Terminó el colegio, estudió un año de abogacía y dos de profesorado de Historia, pero lo que más le gustaban eran las manualidades. “A los 20 años quise trabajar en una lencería. Cuando la dueña vio mi mano dijo que no me podía contratar, porque para ella así no podía mostrar las medias”, contó. Fueron tiempos difíciles donde se encerró en sí misma y en su familia por miedo a ser rechazada.
Nery comenzó a hacer cursos de repostería y de porcelana fría. Le encantaba modelar. Se casó, tuvo a su primer hijo y a los seis meses se separó.
Años más tarde conoció a su segundo marido y cuando pasaron un momento laboral difícil fue que decidieron apostar a las artesanías de Nery. “Mi naturalidad y buen desempeño con mi muñón, así le digo porque siempre recurro al humor para hablar de lo que me pasa, se debe principalmente al estímulo permanente que recibí de chica. En mi casa nunca me trataron diferente. Hacía todo igual que el resto de mis hermanos. Desde poner la mesa hasta cortarme la comida y pasar un trapo. Nunca me dijeron ‘vos no podés’. Es más, fue raro cuando tomé conciencia de que a mí me faltaba la mano. Tal vez por eso se me dio tan bien la cosa manual”, indicó.
Tan natural es para Nery no tener dedos que cuando evaluó la posibilidad de someterse a una operación reconstructiva o aprovechar la tecnología de las impresoras 3D para solucionar ese tema, ella misma terminó descartando ambas alternativas. “Recuerdo que una vez me hicieron una nota para una radio y me preguntaron si me acomplejaba mi problema y les contesté que no, que mi complejo era no tener lolas que no tener una mano”, recordó con gran sentido del humor y señaló que se ve perfectamente bien tal y como es.
“Ojo, no digo que todo sea color de rosas, hay gente que puede hacer preguntas incómodas y yo sigo tratando de evitar mostrar mi mano derecha, pero la verdad no me siento ni menos ni más por ser así. Es más, el certificado de discapacidad lo saqué como a los 30 y pico porque mi marido me insistió. Y debo admitir que mi madre casi se ofendió, porque nadie me considera minusválida y yo tampoco”, agregó.
El boom de los moldes multifunción
“Comencé vendiendo productos a cotillones de Junín y de los alrededores, pero todo cambió cuando conocí el mundo de los moldes. Hasta ese momento hacía souvenirs, adornos para tortas y hasta ambientaciones. Pero con los moldes sentí que podía hacer algo distinto”, comentó. Hizo varios cursos y supo que para poder vivir bien de eso tenía que inventar algo que fuera un boom. Finalmente consiguió revolucionar el mercado de los moldes de silicona con su producto multifunción que vende por Internet en su página web.
“Soy pionera en esta idea y creo que se me ocurrió porque siempre miré esa herramienta desde el lado del comprador y no del vendedor. Sabía de la importancia de los que vivimos, de esto de recuperar rápidamente la inversión. Cuando yo empecé había siete fabricantes, los moldes eran carísimos y solo servían para hacer una figura determinada”, relató.
“Un enero, que es cuando más baja nuestro trabajo, se me ocurrió el multifunción: hacer un prototipo que contara con cabeza, torso, piernas y brazos y que permitiera crear 15 o 20 personajes distintos. Recuerdo que a la primera exposición, en 2016, llevé 30 y vendí los 30. De ahí en más no paramos más. Hoy toda mi familia vive de este negocio, llegamos a tener más de 100 puntos de venta en todo el país. Ahora, con la pandemia y la falta de ferias, la venta bajó un poco, pero seguimos. Estoy súper feliz y orgullosa de hacer lo que más me gusta”, reveló Nery emocionada.
Y para que los moldes fueran realmente un éxito Nery recurrió a algo que jamás pensó se animaría a hacer: tutoriales. “Para que las clientas entiendan cómo usarlos había que explicar y para ello nos propusimos hacer videos explicativos”, indicó.
¿Y quién mejor para transmitir su creación que la propia Nery? El problema era que la cámara iba a estar apuntando casi constantemente a sus manos. “Al principio nos dio miedo que la gente me dijera algo feo, y no, fueron todas palabras de aliento. Es más, a veces yo misma me asombro de los sentimientos de superación que genero en otras personas y de la admiración que sienten por mí quienes me conocen”, reconoció.
“Mi marido me ayudó mucho a valorarme a tal punto que ahora dice: “¡He construido un monstruo!”. Es más, cuando nos casamos él era de los hombres que pensaban que la mujer tenía que estar en la casa cuidando a los chicos. Hoy se ríe al reconocer que se tuvo que comer sus propias palabras: su mujer es ahora su jefa”, cerró Nery con alegría.
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