Aunque los cuatro puntos cardinales de una brújula están definidos por las realidades físicas del Polo Norte magnético (norte-sur) y la salida y puesta del Sol (este-oeste), no hay ninguna razón que le confiera al norte automáticamente esa distinción
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Pocas cosas parecen más naturales que los cuatro puntos cardinales. Dondequiera que te encuentres en el planeta, puedes ver la salida del Sol en el este y su puesta en el oeste. El cenit de ese astro identifica al sur, mientras que otra estrella, la polar, te indicará dónde está el norte.
Sin los puntos cardinales estaríamos perdidos. Y más que puntos en un mapa o una brújula, son ideas poderosas con significados políticos, morales y culturales.
Pero, ¿por qué el norte terminó estando arriba en la mayoría de los mapas del mundo?
Aunque los cuatro puntos cardinales de una brújula están definidos por las realidades físicas del Polo Norte magnético (norte-sur) y la salida y puesta del Sol (este-oeste), no hay ninguna razón que le confiera al norte automáticamente esa distinción. El sur y el este podrían perfectamente ocupar ese lugar, y lo han hecho en el pasado.
Fuera de concurso
Notarás que estamos descontando uno de antemano, el oeste. Aunque ha dado a luz a uno de los conceptos más poderosos e intangibles -Occidente o el mundo occidental- las sociedades antiguas se negaron a privilegiar el oeste por ser el lugar en el que se ponía el Sol.
El atardecer personificaba el fin del viaje de la vida, anticipaba oscuridad y el reino de la muerte, así que casi ninguna cultura lo eligió como una orientación sagrada para la oración y aún menos lo colocaron en la parte superior de sus mapas.
Aunque sí en la inferior, como en el Mapamundi de Hereford, uno de los grandes mapas medievales, en el que al mirar hacia abajo llegas al oeste, donde te espera el juicio final.
Esa posición se asocia con una sensación de fin, de presagio, de oscuridad y decadencia. Y alrededor de los bordes del mapa están las letras MORS, la palabra latina para “muerte”. Pero claro, si el occidente está abajo...
El este arriba
En la historia de los puntos cardinales todo comienza en el este con la salida del Sol. El este ha sido desde tiempos inmemoriales un símbolo del nacimiento, del comienzo del viaje de la vida.
Oriente viene del latín oriens, aparecer, nacer. Es la raíz del término “orientación”, la forma principal de ubicarnos en el espacio. El este se definió en oposición al oeste a lo largo del eje horizontal que precedió al norte-sur.
En el cristianismo primitivo, el oriente es la ubicación del paraíso, una poderosa razón por la que muchos mapamundis lo tenían entronizado en su cumbre.
En el de Hereford, debajo de Cristo, sentado en un arco iris, está el Jardín del Edén. Más abajo, la Torre de Babel y en el centro, Jerusalén. En la parte inferior, en el occidente, están los pilares de Hércules, que se pueden interpretar como el fin de los tiempos.
Fuera del mundo terrestre, en las fronteras del mapa, el tiempo terrenal termina y es reemplazado por el presente eterno del cielo, donde no hay necesidad de puntos cardinales. Y en la esquina inferior del mapa hay una figura cabalgando hacia fuera del marco, mirando hacia atrás al mundo que abandona. La inscripción sobre él dice: “Continúa”.
La figura parece estar saliendo de esta vida, pero mira con nostalgia hacia la parte superior del mapa, hacia el este, aquel lugar del renacimiento, donde comienza toda la vida. Este mapamundi fue hecho en piel de becerro alrededor de 1300.
Cubierto por más de 1.000 inscripciones escritas, ilustraciones de laberintos y monstruos, es una vasta enciclopedia visual del conocimiento cristiano y muestra la creación bíblica de la humanidad. El por qué fue creado sigue siendo un misterio.
Aunque no es un mapa convencional, pues más que mostrar un camino físico traza uno espiritual, sí es una prueba de que los mapas podrían haber tenido al este como norte.
Y es que “la dirección también tiene que ver con la identidad y esa es una declaración espiritual y teológica, no geográfica”, subraya el historiador de mapas islámicos Yossef Rappaort.
El sur emerge
La dirección ha sido desde los inicios del Islam extremadamente importante para el ritual en la vida diaria. El “alquibla” o “quibla” es la dirección sagrada de la oración hacia La Meca.
A medida que más tribus al norte de Medina, la ciudad donde el profeta Mohamed vivió e impartió sus enseñanzas, se convirtieron al Islam, el quibla se estableció al sur. “Eso impactó en la manera en la que veían al mundo, por lo que tenía sentido que al elegir una dirección cardinal por encima de las otras, escogieran esa”.
Es por eso que la mayoría de los mapas del mundo islámicos posicionan al sur en la parte superior. Y uno de los más célebres es el realizado en 1154 por Al-Idrisi, quien vivió en la corte del rey cristiano normando Roger II de Sicilia, aunque era musulmán.
“En esos mapas, Europa está en la parte inferior y es a menudo mucho más pequeña de lo que estamos acostumbrados”, señala Rappaort.
Aunque no sea el foco de esos mapas, el continente europeo tiene un nombre hermoso: “‘El entretenimiento de quien anhela viajar por los horizontes”. Esa es la traducción literal”, cuenta el historiador.
Siglos más tarde, el sur volvió a emerger en la cumbre, con obras como “América Invertida” del pintor uruguayo Joaquín Torres-García (1874-1949) y el icónico Mapa Correctivo Universal del Mundo de 1979, del australiano Stuart McArthur.
MacArthur escribió en la leyenda en el mapa: “Ya no se revolcará el Sur en un pozo de insignificancia llevando al norte sobre sus hombros por poco o ningún reconocimiento de sus esfuerzos. Finalmente el sur emerge en la cima”.
Y es que bien podría haber sido así, particularmente si tienes en cuenta que inicialmente el norte rara vez estuvo arriba.
El norte, por defecto
El norte es el más contradictorio de los puntos cardinales. Es un lugar desolado y oscuro. Un páramo helado de exilio, castigo, incluso muerte. Monstruos y demonios llenaban las regiones heladas del norte de los mapas cristianos medievales.
Pero también es una región de austera belleza, que genera asombro, revelación y, con la Estrella Polar, constancia, incluso salvación.
El norte además es único entre los cuatro puntos cardinales, debido al polo físico del campo magnético de la Tierra. Las corrientes de convección combinan la electricidad con el núcleo planetario de hierro y níquel, creando un campo geomagnético que gira alrededor del planeta y hacia afuera profundamente en el espacio.
Sin embargo, como no poseemos una brújula neurológica interna, desde una perspectiva científica, no tenemos un sentido innato del norte magnético.
Así que la razón por la cual terminó por defecto en la parte superior del mapa mundi es un asunto que aún divide a los historiadores.
Sabemos por qué los chinos lo tenían ahí: a pesar de que las primeras brújulas chinas estaban orientadas hacia el sur, que se consideraba más deseable que el oscuro norte. El emperador vivía en el norte del país y siempre tenía que aparecer en la parte superior del mapa, mirando a sus súbditos “hacia abajo”.
¿Y los demás?
“Si hay algo que explica por qué tendemos a poner al norte arriba, creo que es Polaris”, señala Felipe Fernández-Armesto, experto en la historia de la navegación y la cartografía.
“El verdadero salto para poner el norte arriba vino con la propagación de la navegación en alta mar. Esa estrella del norte era absolutamente crítica para encontrar tu lugar en esos mares desconcertantes donde no hay características físicas que te digan dónde estás”.
Si se trata de señalar un momento decisivo para la fijación del norte en la parte superior del mapa del mundo, sería 1569 y la publicación del cartógrafo flamenco Gerardus Mercator.
Su mapa, famoso por ser el primero en tener en cuenta la curvatura de la Tierra (aunque no el primero en poner el norte arriba), fue diseñado para ayudar a los marineros a navegar alrededor del mundo, usando líneas de latitud y longitud para trazar una ruta recta.
El norte está en la cima, pero no porque importara más, sino por todo lo contrario. Los polos Norte y Sur se proyectan al infinito y “no importaban”, según Mercator, pues no había interés en navegar hacia ellos.
El mapa se convirtió en la proyección cartográfica estándar para fines náuticos. En la década de 1970 se utilizaba como base para el mapeo de la superficie de Marte. El norte de Mercator había triunfado hasta en planetas lejanos. Pero, de vuelta en la Tierra, al menos como punto cardinal, esa posición privilegiada ya no lo es tanto.
El norte eres tú
En las últimas décadas, la mayoría de la gente carga su propio atlas virtual en el teléfono. El punto más importante es ese pequeño punto azul en nuestras aplicaciones de mapas que seguimos sin que nos importen mucho las direcciones de la brújula o el terreno a través del cual nos movemos.
“Con el mapa tradicional de cartografía se trata de tener una visión general del área de interés. Mentalmente te pones ahí y navegas usando las habilidades que aprendiste en la infancia”, explica Ed Parsons, tecnólogo espacial jefe de Google. “En el mapeo en línea, los puntos cardinales son menos relevantes”.
“Con Google Maps tu teléfono sabe dónde estás y el mapa que ves se orienta de tal forma que tú estás en el centro. Es egocéntrico. Eres el centro del mapa y la dirección en la que viajas está frente a ti”.
“Es posible que la generación que ha crecido con los teléfonos inteligentes jamás sepa qué se siente estando perdido”.
A algunos observadores les preocupa, sin embargo, que estemos virtualmente conectados pero ambientalmente separados del mundo físico, habitando un reino confuso de analfabetismo espacial.
“Las habilidades de orientación han sido esenciales para la supervivencia a lo largo de nuestra historia evolutiva”, señala el periodista científico Michael Bond. “La relación que tienes con el paisaje por el que estás viajando no se reduce a seguir un conjunto de instrucciones. Obtener información del lugar que te rodea te ayuda a construir un mapa cognitivo”.
Por primera vez en la historia de la humanidad, podríamos estar perdiendo muchas de las habilidades y herramientas espaciales que nos han sostenido durante milenios.
En otras palabras, podríamos estar perdiendo el norte.
* Este artículo es una adaptación de un episodio dela serie de BBC Radio 4 “One Direction” del historiador y autor Jerry Brotton.