La santiagueña Rosario
Hay historias que me llegan por terceras personas que mencionan a quienes ellas conocen, entonces trato de acercarme y conocerlas personalmente y así puedo tener la información directa de la propia fuente.
Una pasajera me contó que en una esquina del barrio de Belgrano se encuentra habitualmente una señora de condición humilde, con una o dos criaturas, llevando en su mano un jarrito para recibir algunas monedas que los automovilistas le dan mientras esperan que cambie el semáforo.
Lo primero que hice fue pasar por aquella esquina de añosos y frondosos árboles, detuve el taxi y fui a conversar con esta señora. Se llama Rosario y es de la provincia de Santiago del Estero, tiene cuatro hijos y es viuda. El marido murió atropellado por un auto cuando se dirigía en bicicleta a su trabajo, en Santiago. El conductor se dio a la fuga y lo dejó tirado en la calle.
En la actualidad, Rosario vive en una casa humilde, en una villa de emergencia en la localidad de San Miguel. Después de conversar unos minutos con ella, le di unos billetes y horas después, me encontré con unos amigos taxistas a quienes les conté la historia de Rosario. Acordamos que entre todos juntaríamos mensualmente unos pesos y le compraríamos alimentos no perecederos, los pondríamos en una caja y la primera semana del mes le haríamos entrega de ellos en aquella esquina.
Es importante cuando encontramos personas como Rosario, que están en tal grado de desamparo, mirarlas a los ojos, tienen una mirada triste y cada vez que le llevamos una caja o bolsas con alimentos, como fideos, yerba, azúcar, latas de tomate, arvejas en lata, algún dulce envasado, harina y otras cosas más, se junta con nosotros, charla un ratito recordando anécdotas de sus padres y esposo en su Santiago natal y los ojos se le llenan de lágrimas, mientras que con sus manos callosas, acaricia la cabeza de sus hijos.
Cada uno de nosotros nos hemos tomado la obligación mensual de llevarle a esta señora, nuestra compañía y poner la oreja para que la vida no le resulte tan triste y los paquetes de comida la ayuden a soportar un poco mejor su pobreza.
Ayudando a nuestro prójimo, sin esperar ninguna retribución a cambio, solamente sabiendo que le hemos brindado un poco de afecto, son actitudes que nos hacen bien.
Un breve comentario
Esta semana ha sido abuelo primerizo, mi amigo Juan Carlos Tognetti. Su hija Celeste ha tenido un varoncito, al que bautizarán con el nombre de Santiago, haciéndome acordar al apóstol, y en cuya iglesia del barrio de Nuñez, frente al tiro federal argentino, fui bautizado.
Felicitaciones a Juan Carlos, a los padres y a los tíos Paola y Juan Pablo, como también al resto de la familia.
Debo mencionar además la buena repercusión de la nota publicada el lunes pasado con la historia de Gaby.
Será hasta nuestro próximo encuentro.
La respuesta a la foto publicada la semana anterior
Ante todo debo felicitar a quienes mandaron la respuesta correcta con relación a la foto publicada el lunes pasado. Efectivamente, se trata del monumento al General Justo José de Urquiza que está ubicada en la plazoleta del cruce de las avenidas Sarmiento y Figueróa Alcorta, obra realizada por los artistas: Renzo Baldi y Héctor Rocha.
Este monumento tiene una curiosidad, la montura donde está Urquiza, no tiene cincha, por lo tanto si el caballo se moviera, el jinete se caería. La imagen del general está mirando hacia el lado del Monumento a los Españoles (Monumento a la Carta Magna y las cuatro regiones argentinas), donación del gobierno Español, porque hacia ese lugar estaba ubicada la propiedad de Juan Manuél de Rosas, como también hay una tradición que expresa sobre el monumento a Sarmiento y que manifiesta que fue erigido en el sitio donde se encontraba el dormitorio de Rosas.
¿Qué lugar de la Ciudad es?; deje su respuesta. El lunes próximo, se revelará la incógnita
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