Mujeres en todo el mundo sigue un principio tácito que indica que es mejor no compartir la noticia hasta pasado el primer trimestre por si algo “sale mal” y el embarazo no llega a término
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En Chile hay un viejo refrán, de cuando no había forma de diagnosticar un embarazo, que dice: “Menos de tres meses es atraso, más de tres embarazo”.
Y aunque la rima sea antigua, y local, hace referencia a una principio tácito que siguen hoy día muchísimas mujeres en todo el mundo: es mejor no compartir la noticia hasta pasado el primer trimestre por si algo “sale mal” y el embarazo no llega a término.
No es solo una tradición que adoptan muchas mujeres sin darle muchas vueltas al asunto, es una recomendación que también hacen algunos médicos y matronas para supuestamente proteger a los padres de tener que lidiar públicamente con la mala noticia.
De acuerdo a la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, uno de cada cuatro embarazos reconocidos acaba en un aborto espontáneo.
Se estima que el porcentaje total es más elevado aún dado que la gran mayoría de los abortos espontáneos (que se producen mayormente debido a una anomalía cromosómica) ocurren en las primeras semanas, a veces incluso antes de que la mujer sepa de su condición.
Sin embargo, para muchos expertos en duelo gestacional o perinatal —que aborda la pérdida del embrión desde cualquier edad hasta el fallecimiento posterior al nacimiento—, este secretismo alrededor de las primeras semanas de embarazo puede llegar a ser contraproducente.
No hablar de un aborto espontáneo en el caso de que ocurra, dicen tanto expertos como mujeres que han pasado por ello, invalida e invisibiliza un duelo que para muchos puede ser extremadamente doloroso.
“Nadie lo alcanzó a querer”
Los estudios de duelo perinatal muestran que, efectivamente, “cuando hubo un aborto en la semana 8 o 9, por poner un ejemplo, a la pena de esta madre que perdió a su hijo, se le suma la pena de perder un hijo que nunca existió, que nunca se lo alcanzó a anunciar a nadie, que fue inexistente”.
Así lo explica a BBC Mundo Andrea Von Hovelin, ginecóloga que formó parte del equipo asesor de la Ley Dominga promulgada en Chile en 2021, que establece un protocolo universal en hospitales y clínicas frente a la pérdida perinatal.
En cambio, cuando la noticia se comparte, puede pasar al revés. “A veces hay un elemento de consuelo en saber que los abuelos lo alcanzaron a querer, o queda un elemento de despedida como los zapatitos que le regaló el tío”.
“La sensación de que si ocultamos la existencia del embarazo, si se pierde, va a doler menos, es muy sesgada, muy masculina”, apunta Von Hovelin.
“Hay veces que a los padres les alivia más el hecho de no tener que contarlo, pero la experiencia que tú adquieres por el relato de las mujeres es todo lo contrario. Te dicen: nadie lo llegó a querer, nunca existió. Yo tuve a este hijo, es un hecho, quiero hacerlo parte de mi biografía y nadie se enteró. Si nadie lo supo, ¿cómo reivindico yo mi duelo?”.
Por otra parte, los abortos en esta etapa temprana suelen generar muy poca empatía, comenta la experta.
“Cuando alguien quiere hacer algún tipo de rito fúnebre o de despedida de este hijo, muchas veces lo que encuentras en el entorno son burlas o incomprensión franca o evasiva”.
“Te dicen cosas como tienes que pensar en tu otro hijo, o por lo menos sabes que eres fértil. Cosas que, aunque sean con la mejor intención, nos impiden expresarnos e invalidan completamente la existencia de ese hijo, como si una se fuera a quedar patológicamente en el duelo, cuando en realidad está demostrado que los duelos que se cierran tienen un mejor pronóstico desde la perspectiva de salud mental”.
“A mi me dijeron frases del tipo ‘oye, pero todavía no estaba ni formado, la naturaleza es sabia: mata los huevitos malos’. Yo eso lo entiendo racionalmente, pero para mí no era un huevito malo, era mi hijo”, dice Von Hovelin, quien sufrió un aborto espontáneo durante el primer trimestre de gestación.
“Sí, la naturaleza es sabia, pero tremendamente cruel. Y, en ese momento, para mí era más cruel que sabia”, recuerda.
No son las semanas, es tu proyección
Evaluar el impacto psicológico de la pérdida de un embarazo en el primer trimestre es algo complejo.
Aunque tendemos a pensar que cuanto más avanzado sea el embarazo más grande será la pena, no se trata de una relación matemática. Un aborto espontáneo en las primeras semanas puede también tener un impacto profundo en algunas mujeres o parejas.
“Varía enormemente de persona en persona, dependiendo de su propio perfil psicológico, su historia de pérdidas, el apoyo a su alrededor e incluso cómo se sienten en relación a su cuerpo, porque, desafortunadamente, escuchamos en estos casos a muchas mujeres que sienten que su cuerpo les ha fallado y se culpan por algo que está fuera de su control”, le explica a BBC Mundo Jessica Zucker, una doctora en psicología basada en Los Angeles y autora de “I had a miscarriage” (Yo tuve un aborto espontáneo, en español).
Uxía*, madre de una hija de 11 y otra de 7 años, que sufrió dos abortos espontáneos después de la primera hija y antes de la segunda, alrededor de la séptima semana, cuenta que para ella la experiencia fue devastadora.
“Había ido al médico por otro tema y cuando le conté que estaba embarazada me hicieron una ecografía. Cuando no encontraron el latido, para mí fue un shock emocional. No había tenido pérdidas, no había ningún indicio de que algo iba mal”, dice.
“Aunque solo sean siete semanas, a nivel emocional es brutal. Recuerdo que intentaba convencerme a mí misma diciendo: no te preocupes, es solo un grupito de células, un embrión”.
“Pero aunque sepas que solo es un grupito de células que se desarrolló mal, tu ya te has proyectado a un año con un bebé, te has imaginado como mamá, has empezado a hacer planes. Entonces, emocionalmente, el luto por el que pasas es mucho más grande que la descripción científica de lo que pierdes”.
“Además, tu cuerpo sigue embarazado (si te haces el test después de un aborto espontáneo sigues dando positivo). Tienes una revolución hormonal que dura mucho más que el aborto como tal. Yo me miraba al espejo y seguía teniendo barriga, los pechos hinchados, seguía estreñida”, recuerda Uxía.
Otra cosa que no olvida es el sentimiento de culpa. “‘¿Cómo puede ser que algo haya estado mal y yo no notara nada?’, me preguntaba”.
“Y al analizar lo que había pasado pensaba si quizá debía haber descansado más o haber hecho algo diferente”.
Uxía buscó ayuda psicológica, algún grupo para compartir su experiencia (en España, su país natal, y en Reino Unido, donde vive actualmente) y en ese momento, no encontró nada que se adecuara a esta situación particular.
#Ihadamiscarriage
Fue precisamente la falta de información y el deseo de entender por qué las mujeres no hablan de esto, por qué se sienten culpables y se ven como un fracaso por no haber sido capaz de concebir un hijo sano, lo que motivó en el otro lado del mundo a Jessica Zucker, quien además de especializarse en el tema perdió a su bebé en el segundo trimestre, a lanzar una campaña para visibilizar el aborto espontáneo.
Con la etiqueta #Ihadamiscarriage (yo tuve un aborto espontáneo), se propuso generar “una conversación global sobre este tema”.
“No estoy diciendo que todas debamos gritar nuestra pérdida a viva voz, no todas tenemos que convertirnos en defensoras en este espacio, pero si no estás compartiendo (tu pérdida) porque te sientes avergonzada, o porque crees que hay algo que está mal en ti, o porque es algo que no se debe hacer, preguntémonos por qué”, dice Zucker.
“Necesitamos cambiar esto de una vez y para siempre, porque no le hace bien a nadie”.
La regla de las 12 semanas, es “increíblemente dañina para las mujeres y sus familias. Todos necesitamos apoyo, más allá de si el embarazo continúa o no”, afirma la experta.
Y cuando las noticias son buenas...
Aunque todo pueda marchar sobre ruedas y la gestación avance sin mayores inconvenientes, mantener oculto el embarazo en las primeras semanas también puede tener un impacto directo en la mujer gestante, ya que este que suele ser el período más extenuante y movilizador tanto desde el punto de vista emocional como físico.
Zucker señala que esta es la etapa en que puedes sentir náuseas, o “estar muy preocupada porque tienes pérdidas y crees que estás perdiendo el embarazo, así que puede que necesites apoyo antes”.
En retrospectiva, Uxía cree que de haber compartido la noticia de entrada, su calidad de vida de ese momento hubiese mejorado.
“Después de haber pasado dos embarazos que llegaron a término, me di cuenta de que cuando me sentía más vulnerable y con menos energía, era en los primeros tres meses”, dice.
“Los cambios en tu cuerpo son tremendos, todo es nuevo, y si es tu primer embarazo estás llena de ansiedades e ilusión, todo junto”.
“En mi experiencia, habría necesitado mucha más ayuda, comprensión o flexibilidad laboral en los primeros tres meses que en los últimos, porque ahí no tenía ni la mitad de energía que en el cuarto, quinto o sexto, que estaba de subidón”.
“Es una ironía que justo cuando más necesitaba de flexibilidad en el trabajo o simplemente de cierta comprensión de mis colegas por la situación que estaba atravesando, no la tuviera. Pero al final son estas reglas de la sociedad que se imponen y de una u otra manera limitan a las mujeres”, dice Uxía.
No se trata aquí, por supuesto, de forzar a ninguna mujer a compartir o revelar información que considera privada y no desea hacer pública. Se trata de una decisión muy individual, coinciden las expertas consultadas por BBC Mundo.
Lo importante es justamente dejarse llevar por la intuición, por la necesidad propia y no por las reglas sociales, ya sean explícitas o tácitas.
*Uxía es un nombre ficticio que utilizamos para proteger la identidad de la mujer que brindó su testimonio en esta historia.
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