La psicología de los ventrílocuos, gente grande que juega con muñecos
El estreno de una película temática es una oportunidad para conocer el oficio y sorprenderse con sus personajes
"Él dice las cosas que yo no puedo decir”. Palabras más, palabras menos, esta declaración de principios sobrevuela gran parte del documental ¿Dónde estás, Negro?, dirigido por Alejandro Maly, que indaga en el oficio de la ventriloquía y que puede verse desde el jueves pasado en el Centro Cultural San Martín. Tomando como ineludible punto de partida el derrotero de Chasman y Chirolita, la película permite asomarse a un sinfín de historias que rodean un universo tan entrañable como extraño.
Pero el acierto de Maly no es sólo mostrar la disciplina desde su lado cómico –que lo tiene, sin ninguna duda–, sino también los ribetes psicológicos que acarrea el vínculo entre el ventrílocuo y su muñeco.
Por la pantalla desfilan testimonios que incitan con más frecuencia a la risa nerviosa que a la carcajada. Están aquellos para quienes sus muñecos son como sus hijos, otros que llegan a sentir celos de ellos y no falta el que menciona que, en el clímax de una relación sexual, piensa en la cara de su muñeca. En definitiva, para la mayoría el muñeco es algo así como la extensión de su persona.
Sin ir más lejos, la figura de Ricardo Gamero –el hombre que encarnó a Mr. Chasman y suerte de santo patrono de estos animadores– no estuvo exenta de un halo de misterio. Parecería ser que detrás de esas volutas de humo (Gamero fue un pionero también en eso de fumar en cámara) y esos desopilantes diálogos con Chirolita frente a las cámaras, había alguien retraído y con una relación enfermiza con su criatura. “Era tan humano el muñeco, que nadie lo veía como tal sino como un ser humano, un chico. Es muy difícil darle esa categoría, pero él se la daba”, cuenta en la película Silvio Soldán, amigo del ventrílocuo fallecido en 1999. “Él llegó a tenerle fastidio. Tan es así que una vez fingió que le habían robado la valija con Chirolita, pero lo hacía para que la gente se ocupe más de él”, agrega el ex conductor de Feliz Domingo. Santiago Bal, otro de sus allegados, dice que Gamero “hacía una catarsis con Chirolita”.
Los herederos de Chasman
Es un acto reflejo: cada vez que habla Pascualito –en una performance con LA NACION como único testigo– la vista se posa, admirada, en la boca de Miguel Ángel Lembo, el padre de la criatura. Hace 17 años, este oficial retirado de la Policía Federal fundó el Círculo de Ventrílocuos Argentinos (CIVEAR), que cuenta con más de 140 miembros activos. Ni bien se cruza el umbral de la sede administrativa (un local en una galería frente a la estación de Saavedra) da la impresión de ingresar a un santuario: fotos y afiches de actuaciones, recortes de prensa, libros y DVS temáticos y, por supuesto, más de una versión de Pascualito, tapizan el lugar. “Estamos un poco locos”, señala Lembo sin necesidad de una pregunta incómoda previa.
Cuando Lembo empezó a hacer hablar a su muñeco, Chasman fue primero referente y después amigo: “No me enseñó nada, pero me bendijo con su aprobación. Como él tenía un perfil muy bajo, se me ocurrió fundar el club y ponerlo de presidente, pero no se pudo dar por su muerte”. Ese respeto por Gamero lo hace ser cuidadoso a la hora de dar crédito a rumores: “Quizás esa depresión que le adjudican a Ricardo se debe a que le habían hecho cuatro bypass; fumaba mucho, eso sí”.
Puede resultar una curiosidad, pero, además de Lembo, hay varios policías ventrílocuos. El presidente del CIVEAR no encuentra una razón puntual, aunque lo atribuye a “la verdadera vocación del policía, esa que no tienen publicidad y que es ayudar, servir, ver feliz a la gente”. El hombre que maneja a Pascualito afirma que vive de su jubilación y que en más de una oportunidad actuó gratis en actos benéficos.
Si bien hubo una renovación en la ventriloquía tras lo que significaron Chasman y Chirolita para la cultura popular, el oficio sigue concentrando veteranos. Uno de los pocos sub 40 es Javier Villoldo, que heredó el oficio de su padre y tiene una participación en ¿Dónde estás, Negro? Lembo rescata que hay niños que a partir de los siete años se entusiasman porque les sale fácil la técnica, pero llegan a los doce y abandonan. “Quizás por influencia de los medios u otros estímulos”, aventura.
Gente grande que juega con muñecos
Discuten con ellos mismos en voz alta; consideran que es el muñeco quien los maneja; lloran si ven a su “hijo” en brazos de otra persona. ¿Esquizofrenia? ¿Trastorno de personalidad? Para Federico Aberastury, médico psicoanalista y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina, la ventriloquía “es una habilidad especial que tiene una persona de representarse a sí mismo dándole a un objeto inanimado el carácter de una identidad diferente. Ahí se da esa división. El ventrílocuo tiene con respecto al muñeco una relación especial, como si fuese un ser querido”. El especialista destaca que Chasman y Chirolita aparecían en escena idénticamente vestidos, por lo que se puede interpretar que el muñeco es una extensión de sí mismo. “Pero uno podría plantear –agrega Aberastury–, invirtiendo la fórmula, que uno no es uno, que la individualidad no existe o que uno es más de lo que uno cree. Hay un sujeto consciente que constituye un yo mismo, y hay más de una versión de esa subjetividad que podemos atribuirla a algo que queda incorporado al inconsciente.
Miguel Lembo es más contundente en el diagnóstico: “Somos gente grande que juega con muñecos. Es algo que nos quedó pendiente en la vida, no resuelto, entonces hablamos con el muñeco porque hablamos con nosotros mismos. Y es el otro yo o el ello el que está respondiendo…¡y a veces esas respuestas son crueles! Cuando yo empecé, tenía un problema familiar: me estaba alejando de mi familia por una tercera persona. Y cuando me ponía a pensar, lo trabajaba con Pascualito. Pero creo que esto le pasa a cualquier persona cuando dialoga consigo mismo”.
Aunque Aberastury no considera que estas conductas conlleven gravedad, “sí está demostrado que las personas que desarrollan un talento particular tienen un componente neurótico muy importante. Tienen una condición predisponente a determinada patología y a algo que se llama sublimación, que les permite canalizar esto mediante el arte”.
Como sea, y al igual de lo que sucede con cualquier pasión, lo importante no es lo que se ama sino cómo se lo ama. Acaso es el periodista Daniel Riera, que comenzó haciendo una investigación sobre la ventriloquía para un libro y terminó siendo uno más de la cofradía, quien da la mejor justificación: “Si no te gusta que te pregunten boludeces, como si estás loco u otras cosas por el estilo, no podés dedicarte a ser ventrílocuo”.
El estreno de una película temática es una oportunidad para conocer el oficio y sorprenderse con sus personajes
Por Hernán Cortés