Elizabeth Blackwell fue una pionera que logró recibirse en un mundo al que le estremecía la sola idea de una “doctora mujer”
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El nombre Elizabeth Blackwell generalmente aparece seguido de la frase “primera médica”. Nacida en Bristol, Inglaterra, a principios del siglo XIX, pasó a la historia como la primera mujer en recibir un título de médico en Estados Unidos.
Los nueve hermanos Blackwell eran hijos de una paradoja. Su padre Samuel, un disidente de la Iglesia de Inglaterra, era un refinador de azúcar y un abolicionista, un hombre que se beneficiaba de una mercancía que dependía del trabajo esclavo, que aborrecía.
Les dio a sus cinco hijas las mismas oportunidades educativas que a sus cuatro hijos, y las trasladó de Bristol a Nueva York en 1832 y luego a Cincinnati en 1838, con la esperanza de reemplazar la caña del Caribe con remolacha azucarera. Murió en bancarrota, dejándoles como última lección que un marido no era garantía de seguridad.
Ninguna de sus hijas se casó jamás.
¿Quién era Elizabeth Blackwell?
Blackwell era brillante, socialmente torpe y bendecida con un sano sentido de autoestima. Estaba de acuerdo con la escritora y editora trascendentalista Margaret Fuller, quien había proclamado que la humanidad no alcanzaría la iluminación hasta que las mujeres demostraran que eran capaces de cualquier cosa que eligieran, y que ese logro era una cuestión de talento y trabajo, no de sexo.
Elizabeth Blackwell quería ser alguien cuya vida encarnara la idea de Fuller.
Eligió la medicina, no porque le encantara la ciencia o le importara la curación (de hecho, pensaba que la enfermedad era un signo de debilidad y encontraba repugnantes las funciones corporales) sino porque era una forma inusualmente clara de demostrar su punto.
Si una mujer lograba tomar asiento en la sala de conferencias de una escuela de medicina y aprobar todos los exámenes requeridos para obtener un diploma, ¿quién podría argumentar que no estaba calificada para ser doctora? Después de una serie de rechazos, Blackwell se matriculó en el pequeño y rural Geneva Medical College en el oeste del estado de Nueva York.
Su aceptación fue como una farsa: la facultad les presentó a los estudiantes la “espantosa” idea de admitir a una mujer, a quienes les resultó gracioso y, asumiendo que se trataba de una broma pesada, votaron unánimemente a favor de admitirla.
Se graduó como la mejor de la clase en 1849, habiéndose ganado el respeto inequívoco de sus compañeros en virtud de su brillantez y disciplina. Fuera de la universidad, la gente tendía a pensar que era una de dos cosas: o perversa o loca. ¿Qué tipo de mujer elegiría estudiar el cuerpo en compañía de hombres?
Muy consciente de la soledad de su trayectoria profesional, Blackwell reclutó a su hermana Emily, cinco años más joven, para que la siguiera en la medicina.
La “doctora mujer”
En esa época, la escuela de medicina incluía poca o ninguna exposición a pacientes reales, y los graduados emergían con un aterrador nivel de ignorancia. Blackwell se fue a Europa en abril de 1849, tres meses después de graduarse, para realizar una formación práctica en París, donde estudió en un hospital público de maternidad y quedó ciega de un ojo después de contraer una infección de un paciente.
Se mudó a Londres, donde recorrió las salas del hospital de San Bartolomé y encontró una nueva amiga fascinante en la joven Florence Nightingale. Al regresar a Nueva York en 1851, descubrió que el título female doctor, que en español es redundante pues sería “doctora mujer” pero en inglés, necesario, la alejaba de los pacientes potenciales.
Una “doctora mujer”, en el lenguaje de la época, era una abortista, alguien que operaba en las sombras y en el lado equivocado de la ley.
La próspera práctica que había esperado no se materializó. Pero Emily pronto se unió a ella, con su propio título de médico, tan duramente ganado como el de su hermana, y juntas abrieron la Clínica de Nueva York para Mujeres y Niños Indigentes en 1857.
Las mujeres pobres no eran tan exigentes respecto a su médico y la clínica proporcionó un lugar para que el número cada vez mayor de mujeres graduadas en medicina terminaran su formación. Fue el primer hospital con personal femenino en su totalidad.
Inmediatamente después del estallido de la Guerra Civil estadounidense en 1861, las hermanas Blackwell convocaron una reunión de sus donantes y simpatizantes, y redactaron un llamamiento a las mujeres de Nueva York. En respuesta, miles asistieron a la primera reunión organizativa de la Asociación Central de Socorro de Mujeres, que se convirtió en la Comisión Sanitaria de Estados Unidos, la organización civil más grande de la guerra.
Las Blackwell supervisaron la selección y capacitación de enfermeras para enviar al frente, pero finalmente dejaron de trabajar para la guerra cuando quedó claro que los médicos varones no estaban dispuestos a reconocer su participación en igualdad de condiciones. Dirigieron su atención a su siguiente logro: la apertura de la facultad de medicina Women’s Medical College of the New York Infirmary en 1869, con un énfasis en el rigor académico y la formación práctica que la puso por encima de las escuelas para hombres en las que los Blackwell habían recibido sus títulos.
Una vez que la enfermería y su colegio se establecieron sólidamente, Elizabeth dejó a Emily, la practicante más dedicada, para que las dirigiera y regresó a Inglaterra, el lugar que siempre había considerado su hogar, y donde se había convertido en la primera mujer en ser incluida en Registro médico de Reino Unido.
Habiendo inspirado a doctoras pioneras como Elizabeth Garrett Anderson y Sophia Jex-Blake, se apartó de la práctica y se dedicó a la defensa de la salud pública, haciendo campaña contra las Leyes de Enfermedades Contagiosas, que hospitalizaban a las prostitutas por la fuerza en lugar de centrarse en los hombres que las infectaban, y se convirtió en una de los fundadores de la Sociedad Nacional de Salud, con el lema “Más vale prevenir que curar”.
Llegó a creer que una doctora debería ser maestra armada con ciencia, y pasó las últimas décadas de su vida instalada en una cabaña junto al mar en Hastings, atendida fielmente por su hija adoptiva Kitty.
¿Por qué es famosa Elizabeth Blackwell?
Es tentador leer la historia de Blackwell simplemente como una historia de las de mujeres pioneras, pero la realidad era más complicada. Elizabeth Blackwell miró con recelo el movimiento emergente por los derechos de las mujeres.
Creía que era una tontería darles el voto a las mujeres antes de que éstas arrebataran su propia independencia ideológica de las manos de los hombres. No estaba de acuerdo con la creencia de Florence Nightingale de que el verdadero papel de la mujer en la salud era ser enfermeras, y no estaba de acuerdo con su propia hermana médica, Emily, sobre el papel adecuado de una doctora.
Elizabeth llegó a ver su misión más en términos de salud pública, mientras que Emily se esforzó por ser médica, cirujana y profesora de medicina a la altura de cualquier hombre. Elizabeth no estaba interesada en ser adorable o complacer a nadie. Es una heroína complicada, espinosa, imperfecta y muy real, y sus defectos son inseparables de su logro que cambió el mundo.
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