La pregunta que queda: ¿lograron algo los estudiantes con casi dos semanas de tomas en escuelas porteñas?
Especialistas en educación, la ministra Soledad Acuña y centros de estudiantes expresaron sus conclusiones, al cerrarse hoy el conflicto
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Hoy, con el levantamiento de la toma estudiantil en la Escuela de Educación Artística Rogelio Yrurtia, que sucedió a igual decisión tomada ayer por la Escuela Normal Superior en Lenguas Vivas Sofía E. Broquen de Spangenberg, conocida como Lengüitas, el conflicto entre el Ministerio de Educación porteño y los alumnos parece estar llegando a su fin. Tras casi dos semanas de ocurrida la primera de las protestas en el colegio Mariano Acosta y medidas rotativas en una veintena de establecimientos, lo que queda es una serie de preguntas: ¿qué lograron los estudiantes? ¿se resolvieron los reclamos? ¿qué conclusiones se pueden realizar?
Germán Castelli, vocero de los centros de estudiantes del Lengüitas, la Escuela Superior en Arte Cerámico N° 1 y la Escuela Técnica N°6 Fernando Fader, entre otras instituciones porteñas, dijo a LA NACION que el balance que hacen es dual y que no obtuvieron respuestas concretas a los reclamos realizados.
“Por un lado, rescatamos como positivo que los chicos aprendieron a organizarse. La gran mayoría de los que que hoy están en quinto años arrancaron a militar por Zoom durante la pandemia y esta fue la primera experiencia en una toma, por lo que creo que en cuanto a la organización interna y en cómo se llenó de contenido a las tomas estuvo todo muy bien. Incluso los chicos del Fader, por ejemplo, arreglaron la escuela”, describió.
Sin embargo, consideró que lo que realmente querían los estudiantes, más allá de los varios motivos puntuales, era conseguir diálogo y en ese sentido, admitió, fue todo negativo. “A algunos colegios los llamaron para juntarse. El Lengüitas, por ejemplo, tuvo esa instancia, pero desde el ministerio insistieron con que sus reclamos no sucedían. Y en otros casos les cancelaron el mismo día la reunión, como un método de apriete para que levantaran las tomas”, dijo.
Por su parte, Soledad Acuña, ministra de Educación porteña, afirmó: “Desde el ministerio velamos por el derecho a la educación de todos los chicos y chicas de la ciudad, y en eso pudimos mantenernos firmes. Logramos que todos los niveles educativos volvieran a tener clases con completa normalidad. Quedó en evidencia que tomar las escuelas no es la forma de manifestarse y que la educación se defiende con las escuelas abiertas”.
Y agregó: “Vamos a seguir dialogando con los estudiantes como lo hicimos durante todos estos años de gestión en los diferentes espacios que existen para poder encontrarnos y poder escuchar propuestas. Sin embargo, también vamos a seguir siendo firmes respecto de los límites que supone la convivencia democrática; los espacios de diálogo están abiertos, pero siempre que las escuelas también lo estén”.
Para Castelli la respuesta del ministerio frente a los reclamos fue “puro marketing político”. “Los chicos terminaron poniéndose en el lugar del adulto y decidieron levantar la medida de lucha como una muestra de madurez para ver si así logran recibir alguna respuesta en serio”, concluyó.
De acuerdo con Sandra Ziegler, directora de la maestría en ciencias sociales con orientación en educación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), las tomas expresan un quiebre de diálogo entre autoridades, estudiantes, dirigencia política y otros actores del sistema educativo.
“Las tomas son un indicio de la cultura política que los estudiantes ponen en juego y aprenden en su paso por la escuela. La grieta ha penetrado también en las escuelas y eso genera condiciones muy difíciles en el trabajo cotidiano. Es un error reproducir en las escuelas las formas de la disputa política que ha adoptado nuestro país, porque se pierde la oportunidad de que las escuelas sean un espacio para forjar una ciudadanía democrática en donde se aprenda a peticionar y dirimir conflictos”, opinó.
Por otro lado, Claudia Romero, doctora en educación y autora del libro Hacer de una escuela, una buena escuela, agregó que la repetición de las tomas de escuelas cada mes de septiembre muestra que es una práctica más folclórica que eficaz para resolver los problemas. Además, la especialista se mostró preocupada por la falta de creatividad de los chicos para imaginar formas de protesta “más interesantes y eficaces”.
“La voz de los estudiantes es fundamental para lograr escuelas mejores, pero esa voz tiene que encontrar formas contundentes de expresión sin autodañarse”, analizó.
La ola de tomas, que inició el viernes 23 de septiembre en la Escuela Normal Superior en Lenguas Vivas N°2 Mariano Acosta, tuvo reclamos en común. Los estudiantes de los distintos establecimientos esgrimieron como motivos la falta de cantidad y calidad de las viandas escolares, el mal estado edilicio de los colegios; la ejecución de reformas en el sistema escolar de manera inconsulta, principalmente la implementación de las prácticas profesionalizantes; y la persecución política a los centros de estudiantes.
En total, llegaron a ser 21 las instituciones que estuvieron tomadas en diferentes momentos; entre ellas, la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini, dependiente de la Universidad de Buenos Aires (UBA), que se plegó en señal de solidaridad con los reclamos de las escuelas porteñas.
“No vamos a seguir soportando el desfinanciamiento educativo del gobierno de Soledad Acuña y Horacio Rodríguez Larreta. Lo dejamos claro con las más de 25 tomas la semana pasada y con las miles de personas que salieron a las calles en defensa de la educación y contra la persecución política”, dijeron desde la Coordinadora de Estudiantes de Base (CEB) de la Capital, ente que reúne a los centros de estudiantes porteños, en una publicación en sus redes sociales, rescatando de estas casi dos semanas la visibilidad del conflicto. “Esto recién empieza, vamos a conseguir respuestas a nuestros reclamos cueste lo que cueste. La lucha sigue”, cerraron.
Según Alejandro Finocchiaro, diputado de Juntos y exministro de Educación de la Nación, no hay nada positivo en las jornadas de tomas, aunque rescató como auspicioso la “escasa adhesión que lograron en el conjunto de la comunidad educativa”.
“La escuela tiene abiertos todos los canales institucionales para encauzar cualquier tipo de conflicto. No podremos resolver ninguna situación si no nos enfocamos en el verdadero nudo del asunto y, en esta oportunidad, más allá de lo que se puso en la superficie, lo que buscaba el brazo educativo del kirchnerismo era confrontar políticamente con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y ninguna otra cosa. Lamento los días de clases perdidos en esas escuelas por los chicos que protagonizaron las tomas”, dijo a LA NACION.
Por último, Manuel Álvarez Tronge, presidente de Educar 2050, una organización sin fines de lucro que trabaja desde hace 15 años por la educación argentina, respondió: “Los conflictos no son malos de por sí. Enseñan y hacen reflexionar. Pero esto se debe dar en un marco de respeto a la institución escolar, y a las obligaciones y los derechos de los estudiantes, docentes, madres, padres y autoridades, en el marco del principal objetivo de la escuela que es enseñar y aprender”.
Según al especialista, la gran pregunta que queda como resultado del conflicto es cómo alcanzar los aprendizajes que hoy no se están logrando.
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