La Plata: las razones detrás de la desaparición de casi la mitad de las esculturas en espacios públicos
Los especialistas consideran que el vandalismo y la falta de una política cultural sostenible explican el fenómeno
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LA PLATA.- Hay un cataclismo silencioso que día a día se hace más ostensible en plazas, ramblas y jardines de palacios gubernamentales de esta capital donde no cesa la agresión permanente que vandaliza y mutila el patrimonio escultórico. Es una larga historia que combina infortunios y desatinos y provoca un derrotero jalonado con la inexplicable desaparición de gran cantidad de valiosos e irrecuperables ornamentos urbanos.
Los reiterados programas de puesta en valor anunciados por las sucesivas gestiones municipales no han logrado exhibir resultados eficaces ante un menoscabo que revela la ausencia de los más mínimos recaudos y está lejos de explicarse por el natural detrimento provocado por la exposición al aire libre del rico y variado acervo platense.
Desde los propios orígenes de esta ciudad nacida de un plano hacia fines de 1882, el proyecto modernizante de la generación del 80 se expresó en el paisaje urbano con un indisimulable glamour artístico-paisajístico. El fundador, Dardo Rocha, amante del arte y coleccionista, encomendó la adquisición de esculturas para ornamentar los espacios públicos. Fue, ni más ni menos, que la materialización en el espacio de un sistema de ideas y valores.
Desde la fundación y hasta la década de 1930 los autores de las estatuas platenses eran artistas europeos, mientras que a partir de entonces la mayoría de los trabajos fueron hechos por escultores locales.
En diversos estudios, los especialistas Estanislao de Urraza y Ángel Odsvaldo Nessi dieron cuenta del valor artístico e histórico de la iconografía monumental de la ciudad que ha llevado a muchos visitantes a considerar que La Plata es, en sí misma, una suerte de museo a cielo abierto cuyas piezas escultóricas hoy se encuentran en un estado desesperante. “El patrimonio escultórico urbano se encuentra signado por la diversidad: algunas obras se heredaron de la etapa fundacional, otras se fueron incorporando en sucesivas capas históricas y otras tantas se implantaron y se inauguraron en nuestra contemporaneidad”, explica Luis Ferreyra Ortiz en su libro El patrimonio escultórico de la ciudad de La Plata (Papel Cosido 2018).
Pérdidas
La ausencia de informes oficiales transparentes y accesibles genera gran incertidumbre. De los pocos datos disponibles surge uno tan contundente como inquietante que desnuda en parte la longevidad del problema: desde que comenzó el nuevo siglo se perdió casi la mitad de las figuras existentes.
En efecto, a fines de 2001 y luego de más de un año de trabajo, el investigador Ricardo González, doctor en Historia y Teoría del Arte de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA), confeccionó a pedido del municipio un inventario en el que contabilizó un total de 136 figuras distribuidas en los diferentes espacios públicos de la ciudad. Según precisó en aquel momento el especialista, las piezas tenían un gran valor histórico, pero se hallaban en un pésimo estado de conservación. Aquel fue el único estudio serio y documentado realizado sobre el patrimonio escultórico platense. La aspiración de González era que el catálogo sirviera para poner en marcha un plan integral de restauración, pero no prosperó.
Para 2014, última vez que se conoció un informe oficial sobre el tema, la nómina se había reducido a 85 piezas con el agravante que una docena eran esculturas nuevas, instaladas después de 2001.
El actual gobierno municipal, encabezado por Julio Alak (Unión por la Patria), hasta ahora solo echó mano al organigrama: unificó las Direcciones de Restauración Urbana y de Preservación Patrimonial que dependían de la Secretaria de Espacios Públicos y las transformó en la Dirección de Gestión del Patrimonio, que quedó a cargo de la arquitecta Alejandra Angusdei, que indicó a LA NACIÓN: “Actualmente no hay inventario del patrimonio escultórico de la ciudad, solamente una serie de registros con información base”. Y agregó: ‘A la fecha se está iniciando formalmente el inventario del mobiliario urbano platense, que incluye además del patrimonio escultórico, luminarias históricas, mobiliario de calle, elementos representativos como relojes, buzones, mojones”.
Su antecesor, Roberto Ciafardo, responsable del patrimonio escultórico en espacios públicos durante la intendencia de Julio Garro (Juntos por el Cambio), afirmó: “Nosotros llevábamos un registro de las esculturas y un breve diagnóstico de su estado. Sobre eso tomábamos las decisiones de intervención de acuerdo a un criterio de prioridad y también de disponibilidad presupuestaria”. Consultado por la posibilidad de acceder a la información recabada durante su gestión, Ciafardo respondió: “Eso quedó en la computadora donde lo hacíamos. Yo no tengo copia porque no me pareció necesario”.
Historias increíbles
En junio de 2009 un grupo de operarios municipales removía trastos viejos en un galpón perteneciente a la Dirección de Automotores cuando se topó con la escultura Océano Atlántico, una imponente mole de mármol cuyo rastro se había perdido en la década del 80, luego de que la policía procediera a decomisar un camión en la que había sido cargada la obra para intentar sacarla de la ciudad. La escultura es parte del cuarteto encargado al reconocido plástico francés Raymond Rivoire junto con La Agricultura, instalada en plaza Olazábal; La Ganadería (Zeus y Europa), en Parque Saavedra; y Río de La Plata, la que, antes de esfumarse a principios de la década de 1940, pasó por las plazas Moreno, Belgrano y el Parque Saavedra.
Mucho antes se había perdido el rastro de dos leones de bronce que lucían en el acceso de uno de los viejos edificios de la Aduana del puerto que luego pasaron a formar parte del grupo de inmuebles de la Universidad Nacional de La Plata dentro del Paseo del Bosque, donde hoy está la Facultad de Veterinaria. Hace algunos años las autoridades colocaron en los jardines una réplica más pequeña de uno de los leones.
En el listado de las obras desaparecidas también figuran entre otras, la de Domingo Faustino Sarmiento, que estaba en la plaza de 19 y 66 que lleva el nombre del expresidente sanjuanino; y la de Hipólito Yrigoyen, en el espacio verde ubicado en 19 y 60 designado con el nombre del caudillo radical. Desde hace décadas los integrantes de la Asociación de Amigos del Parque Saavedra denuncian las agresiones a los monumentos del lugar. Entre ellos, la efigie de Cornelio Saavedra está decapitada y mutilada en ambos brazos; Los Querubines, que reúne a varios pequeños ángeles, no tienen ninguna figura completa. El listado de “heridos” sigue con La Ganadería, El niño y el delfín, El consuelo de la esperanza y una estatuas de Alfonsina Storni.
En los 90 desaparecieron de la zona del espejo de agua del sector cerrado del Parque Saavedra las obras El Indio y Mujer del Cántaro cuyos destinos nadie investigó.
En 1992 se desvaneció sin dejar huellas una estatua dentro del predio del Jardín Zoológico del Bosque. La figura de mármol llamada Primavera había sido esculpida por el italiano Abraham Giovanola e instalada en 1925.
Otra pérdida de proporciones se produjo tras el incendio del viejo edificio del Teatro Argentino en octubre de 1977, cuando desaparecieron muchas de las figuras que ornamentaban el llamado Jardín de la Paz, creado en 1936 a instancias del por entonces director de Parques y Jardines, ingeniero agrónomo Alfredo Otaiven. Algunas de las estatuas fueron llevadas al Museo Dardo Rocha y aún se encuentran allí, otras resultaron relocalizadas en el Bosque donde fue reconstruido el Jardín de la Paz y, finalmente, hubo otro grupo a las que se les perdió el rastro. La Loba, una pequeña escultura en bronce que representa a Luperca, la hembra que según la mitología romana amamantó a los hermanos Rómulo y Remo antes de la fundación de Roma y cuyo autor se desconoce, fue a parar a la sede del Círculo Italiano. En el camino, el conjunto escultórico, que fue donado por la República de Italia, quedó desmembrado y la parte de la obra que incluía a los pequeños Rómulo y Remo nunca pudo ser hallada. En 2015, tras un acuerdo con la Federación de Asociaciones Italianas de La Plata (Failap), se decidió trasladarla al Palacio Municipal donde hoy se encuentra.
Otra de las obras que cedieron al vandalismo fue El centauro Quirón, de Dalla Lasta emplazada originalmente en el Centro Oncológico de Gonnet. La escultura fue hallada tirada en el piso y pudo ser rescatada, pero hoy se encuentra en un galpón a la espera de ser restaurada.
“El Estado hace poco y nada; por suerte porque todo lo que hace lo hace mal”, dispara Ricardo González, actual director del Instituto de Historia y Teoría del Arte Julio E. Payró. Para el especialista, “nunca hubo en la comuna personal propio dedicado a gestionar el acervo escultórico por lo cual, cada tanto se contrata a alguien que no siempre resulta idóneo”, indica en diálogo con LA NACIÓN el autor de, entre numerosas investigaciones, Escultura y ciudad. La Plata, 1882-2008.
Para el escultor y docente platense Eduardo Migo, que en algún momento participó en discontinuos trabajos de restauración en monumentos de la ciudad, “el vandalismo y la falta de criterio cultural político llevó la cosa a un abandono muy grande”. A su vez, Migo señala la necesidad de formalizar una política sustentable en el tiempo que más allá de las tareas de preservación, también establezca criterios respecto de nuevas obras y los lugares donde emplazarlas.
En octubre de 2006 el intendente Julio Alak –quien actualmente volvió al cargo de jefe comunal– firmó la única medida conocida vinculada con el resguardo de las esculturas de la ciudad. En el decreto 1579 que validó el catálogo de bienes patrimoniales a resguardar en la ciudad y que consignaba como una acción no permitida la remoción de cualquier tipo de esculturas en las zonas protegidas. Como suele ocurrir las intenciones o los papeles por sí solos no cambian la realidad.
El ingeniero en construcciones Luis Traversa, que fue director del Laboratorio de Entrenamiento Multidisciplinario para la Investigación Tecnológica (Lemit) de la Comisión de Investigaciones Científicas bonaerense, se queja de la ausencia de políticas de mantenimiento y conservación y el lamentable estado de universo escultórico platense.
La pelea imposible
Una de las historias increíbles del derrotero de las estatuas platenses es la del conjunto llamado Los púgiles, realizado en mármol de carrara réplica de la obra original del italiano Antonio Cánova que representa la escena de una mítica contienda entre los luchadores olímpicos de la Grecia antigua Creugas de Epidauro y Damóxenos de Siracusa. Habían sido traídas a La Plata a fines del siglo XIX, junto a otras réplicas realizadas por escultores de la localidad italiana de Pietrasanta. En 1915 las figuras de los luchadores fueron ubicadas en la Plaza San Martín, pero a cien metros una de otra, ya que se desconocía que formaban parte de un mismo conjunto escultórico.
En 1982, Osvaldo Nessi advirtió en su libro Diccionario temático de las artes en La Plata sobre la improcedencia de haber separado a los gladiadores. Sin embargo, no fue sino hasta 1992 que los luchadores volvieron a estar frente a frente como en su versión original, expuesta en el Museo Pio Clementino del Vaticano. En marzo de 1997 la obra fue vandalizada y reducida a unos cuarenta de pedazos. El grupo de restauradores de la Facultad de Bellas Artes que logró recomponer las piezas, sugirió que no fueran devueltas al aire libre por la fragilidad que presentaban. No obstante, en un acto encabezado por el intendente Julio Alak, Creugas y Damóxenos volvieron a la plaza. La escultura fue nuevamente agredida. Tras su puesta en valor, a fines de 2007, hubo un breve lapso en el que los luchadores quedaron a resguardo en el interior del edificio del Pasaje Dardo Rocha, pero luego volvieron a ser instalados en la plaza con una reja perimetral que los protege desde entonces.
Tras el golpe de Estado de 1955 se dispuso retirar un busto del presidente depuesto Juan Domingo Perón con la orden de destruirlo. Para ello fue llevado a la rastra una cadena por las calles hasta el taller Ruelli donde debía fundirse. El dueño del lugar decidió guardar el busto y se lo entregó al dirigente peronista Carmelo Amerise, que lo mantuvo oculto. En 2009 cuando desde el PJ local salieron a juntar fondos para hacer un busto de Perón, los hijos de Amerise, ya fallecido, llevaron el que su padre había escondido durante más de medio siglo, que fue colocado en la plaza Moreno, frente a la Catedral platense.
Mercedes y Cristo
Otra historia que jalona el rosario de curiosidades alrededor del escenario escultórico platense tiene que ver con el primer monumento existente en el país en homenaje a la cantante Mercedes Sosa que fue inaugurado el 8 de abril de 2010 frente al ingreso principal del anfiteatro del Lago Martin Fierro, en el Paseo del Bosque. El trabajo, de 3,20 metros de altura, fue realizado en resina por el artista cordobés Carlos Alberto Benavidez, que ganó un concurso convocado por el Instituto Cultura de la provincia. Un año después de su emplazamiento, la figura fue retirada con la idea de reemplazarla por otra idéntica hecha en bronce fundido. Sin embargo, los fondos nunca aparecieron y la obra se encuentra desde entonces en el taller de su creador a la espera de novedades.
A poco de la trágica inundación que azotó La Plata, en abril de 2013, un grupo de vecinos de City Bell impulsó la construcción de una imagen del Sagrado Corazón de Jesús encargada a un artista de la ciudad bonaerense de Azul y que, según se informó en su momento, fue construida gracias a una donación del papa Francisco. Emplazada a metros del distribuidor vial Pedro Benoit como símbolo de protección para los vecinos de esa zona duramente castigada por el agua, el monumento duró poco: fue demolido repentinamente en junio de 2017 por dos operarios acompañados por una custodia policial y el aval de la curia, entonces conducida por monseñor Héctor Aguer, tiraron a mazazos la figura. No obstante, las autoridades de Vialidad, con potestad sobre esos terrenos dijeron no haber sido consultadas sobre el recambio.
A los pocos días, sobre la misma estructura de base se montó una nueva estatua con cobertura polimérica, esta vez diseñada por los hermanos Ricardo y Esteban Collar y Julio Ricardi.
Sin ofrecer demasiados detalles el obispo auxiliar Alberto Bochatey –actual administrador de la curia– informó entonces que el reemplazo se debió “a algunas fallas y a ciertos actos vandálicos” y que había sido solventado con donaciones de particulares.
El origen
Hay señales en el pasado que pueden preanunciar lo que vendrá. Mirando hacia atrás en el tiempo, es preciso recordar que en la historia de La Plata y sus esculturas hay dos antecedentes que parecen haber preanunciado el tortuoso camino que lleva a la presente decadencia.
Aunque parezca increíble, La Plata tenía un precioso arco de acceso a la ciudad, al borde del Paseo del Bosque para todo aquel que llegara desde la zona portuaria y que era similar al que luce el contrafrente de la Ópera de París, que había sido erigido en 1884. Increíblemente fue dinamitado en 1911 con el objetivo de instalar allí un monumento a Domingo Faustino Sarmiento que nunca se concretó.
En mayo de 1882, cuando faltaban seis meses para fundar la ciudad y no aún un bosquejo definido de su diseño, el gobernador le encargó al artista italiano Pietro Costa la realización de nueve figuras para representar a los próceres de la Primera Junta en el que sería el principal complejo escultórico de la ciudad. Se trataba de estatuas de dos metros de altura talladas en mármol blanco, una por cada miembro del primer gobierno patrio, al que se sumó la de Bernardino Rivadavia, admirado por Rocha. Los retrasos y complicaciones en el proceso de montaje del monumento llevaron a los próceres a peregrinar durante años por sótanos y depósitos oficiales hasta 1903, cuando, finalmente la obra fue inaugurada.
El conjunto estaba coronado por la figura de la República sobre una columna. Sin embargo, una década más tarde quedó todo desmantelado y las estatuas de los prohombres de la patria fueron distribuidas por distintas plazas. Las imágenes de Cornelio Saavedra, Juan José Paso, Domingo Matheu y Manuel Belgrano se instalaron en espacios verdes del partido designados con sus nombres. Juan Larrea fue trasladado a la intersección de las calles Montevideo y Río de Janeiro en la localidad de Berisso. El resto se perdió o fueron llevadas fuera de la ciudad. Por ejemplo, la de Manuel Alberti fue llevada por gestión del entonces diputado José F. Vaccarezza a la plaza central de esa ciudad bonaerense. Algo parecido ocurrió con Mariano Moreno que se encuentra en San Vicente por pedido del senador Carlos Biocca.
Dardo Rocha también encargó a Costa ocho esculturas en mármol que pretendía colocar frente al Palacio Municipal con representaciones abstractas de los ideales que motorizaron la creación de la ciudad. Pero solo llegaron cuatro: La Industria, La Agricultura, Las Artes y El Comercio. Para cuando arribaron a la ciudad, en 1889, se había cambiado de idea y se las destinó al Bosque. Lo que queda de ellas, mutiladas y decapitadas, representan las obras más antiguas existentes de las que hay información fehaciente. Dos piezas similares –La Arquitectura y La Agricultura– pero hechas por Lucio Correa Morales se conservan en los jardines del Rectorado de la Universidad Nacional de La Plata y datan de 1884.
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