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La espera de los extranjeros que quedaron varados en la Argentina por el cierre de fronteras en el marco de la pandemia lleva más de dos meses que parecen interminables. Un patrón que se repite es el sentimiento de desamparo y la falta de precisiones sobre su futuro.
Según los datos provistos por la Dirección Nacional de Migraciones, desde el 13 de marzo al 14 de mayo, 252.709 personas regresaron a sus países de residencia. Pero no hay cifras oficiales sobre la cantidad de extranjeros que permanecen hoy en el territorio argentino y que desean volver a sus países.
Algunas embajadas abrieron registros para que los ciudadanos puedan cargar sus datos personales y sumarse a una lista de espera en caso de que se organicen vuelos de repatriación. Sin embargo, los números no son exactos y tampoco hay una recopilación unificada.
LA NACION Data puso a disposición un formulario para que los extranjeros que desean regresar puedan reportar sus casos. En solo 24 horas se recopilaron los datos de 510 personas de 38 países.
Con los vuelos comerciales prohibidos por el gobierno argentino, todos esperan traslados de repatriación. Pero los pasajes no son gratis, muchos cuestan el doble que en tiempos previos a la pandemia y las rutas son acotadas. Algunos vuelos fueron cancelados, reprogramados y muchos de los prometidos nunca despegaron.
María Rodríguez -quien pide que no se revele su nombre completo por miedo a las consecuencias que puedan recaer sobre ella- es una médica venezolana, que llegó a Buenos Aires en febrero para participar de un curso ligado a su especialidad.
Luego de que se dictara la cuarentena obligatoria, María fue desalojada del hotel en donde se hospedaba porque se iba a utilizar como centro de alojamiento para pacientes sospechosos de coronavirus. Debió mudarse a una pensión. Su vuelo fue reprogramado para abril, pero no pudo regresar debido al cierre de fronteras en Venezuela. Tras la prohibición de vuelos comerciales, desde su aerolínea le comunicaron que debe esperar hasta septiembre para regresar a su país.
La desesperación que tengo es tal que si pudiera regresar caminando, lo haría.
Pero María no puede esperar. Como vino con un presupuesto limitado, pensado para pasar un mes en la Argentina, se quedó sin ahorros y vive con el dinero que le mandan algunos familiares que viven fuera de Venezuela: "Prácticamente vivo de la caridad de algunos de la pensión que me conocen".
Logró contactarse con otros ciudadanos venezolanos que se encontraban en la misma situación que ella y hoy integra un grupo de más de 200 personas que intenta por todos los medios conseguir respuestas de las autoridades venezolanas en la Argentina. "Estamos a la deriva, sin una embajada que abra las puertas, sin una cancillería que de la cara y un consulado que ni siquiera nos contesta el teléfono".
Como si fuera poco, su marido se enfermó de coronavirus en Venezuela y se encuentra en estado delicado, dejando a sus dos hijos pequeños a cargo de sus vecinos. María pide urgentemente volver a su país para poder reencontrarse con sus hijos y acompañar a su marido. "Todos los días envío correos a la embajada, las aerolíneas, compañías de bus para regresar por tierra...pero sinceramente me siento desamparada aquí y la desesperación que tengo es tal que si pudiera regresar caminando, lo haría", concluye.
En una publicación realizada en Facebook, la embajada de Venezuela en la Argentina anunció que permanecerá cerrada debido a la situación sanitaria causada por la pandemia y que brindará información a través de sus correos electrónicos. LA NACION intentó contactarse por esta vía, pero no obtuvo respuesta.
Selene Lodi y Humberto Linares tienen 36 y 30 años. Ella es italiana y él, venezolano. Llevan tres años recorriendo América del Sur en ómnibus y planeaban viajar en marzo a Italia para casarse, pero el coronavirus dejó sus planes truncos. No pudieron volar el 5 de marzo y la compañía con la que habían comprado sus pasajes pospuso su vuelo para el 16. Este también fue cancelado y ahora no pueden salir de la Argentina.
No tenemos más dinero en efectivo.
Actualmente están viviendo en un galpón que suele funcionar como taller mecánico en San José, Entre Ríos, que les prestó una pareja de futuros viajeros que conocieron durante su recorrido. "La verdad, fue nuestra salvación", explica Selene. Y agrega: "No tenemos más dinero en efectivo. Nosotros generamos ingresos a través de talleres de cosmética natural y fotografía que dictamos al viajar, pero desde que se paralizó todo no hemos podido ganar nada".
Uno de los principales problemas para su retorno radica en que Selene y Humberto no están casados y cada uno depende de embajadas diferentes. Entonces, no los reconocen como pareja para viajar juntos.
La embajada de Italia reportó en sus redes sociales que ya partieron seis vuelos de repatriación entre marzo y abril con 1160 italianos. Sin embargo, en diálogo con LA NACION aseguraron desconocer el número exacto de varados en el país.
"Los sistemas de repatriación son bastante difíciles, pues les dan prioridad a las personas de riesgo y el costo de los pasajes son cuatro veces mayor a lo que habíamos pagado por nuestros boletos aéreos anteriores", afirma Selene. La compañía aérea con la que compraron su primer pasaje no está volando y les ofreció un voucher válido por un año. "Pero tenemos dudas de poder usarlo", sostiene.
Como todos los años, Camilla Sanneris visita la Argentina junto con su marido Sebastián -argentino- y sus tres hijas para escapar del invierno europeo. Ella tiene doble nacionalidad: es suiza e italiana, y sus hijas también. La familia, sin embargo, vive en Dinamarca, donde ella es dueña de un jardín de infantes y él es paisajista.
La primera parada fue Gualeguaychú, donde vive la familia de Sebastián. Cuando llegaron a Misiones recibieron un mensaje del ministro de Relaciones Exteriores danés que les avisaba que tenían 48 horas para volver. Al estar lejos de Ezeiza, decidieron volver a Gualeguaychú y contactarse con las autoridades danesas en la Argentina. A los pocos días, el gobierno argentino dispuso la cuarentena obligatoria y prohibió la circulación entre provincias y la familia quedó varada allí.
Las chicas tienen que volver al colegio y nosotros a generar plata.
Un factor que complica a Camilla y a su familia es tener nacionalidades diferentes a los de su país de residencia. Aunque Sebastián logró hablar con el cónsul de Dinamarca, quien se mostró preocupado por ellos, desde la embajada les aclararon que iban a dar prioridad a los ciudadanos daneses. Las embajadas de Suiza y de Italia, en cambio, les hicieron llenar un formulario para poder entrar en una lista de prioridad. Pero como avisan con poco tiempo de anticipación, no pueden reservar los vuelos ya que no llegan a gestionar los permisos para movilizarse a Ezeiza.
Aunque alquilaron una casa en Gualeguaychú y cuentan con el apoyo emocional de la familia de su marido, Camilla pide volver a su casa. "No es posible esperar hasta septiembre. Nosotros nos estamos comiendo los ahorros, las chicas tienen que volver al colegio y nosotros a generar plata".
La embajada danesa en la Argentina detalló a LA NACION que "ofrece a los ciudadanos daneses y a las personas que residen en Dinamarca la posibilidad de recibir información y solicitar asistencia". Precisaron que desde marzo, el gobierno danés ayudó a 120 ciudadanos y personas residentes a regresar a sus hogares en Dinamarca, gracias a la cooperación con diversos países de Europa. Actualmente son 40 los ciudadanos y residentes de Dinamarca que quedan en la Argentina. Por ahora, no hay fecha para un vuelo especial de repatriación.
Lo que comenzó como un viaje para visitar a su hija y a su nieta terminó en una estadía de tiempo indefinido en la Argentina. José Camilo Lelis y su esposa María José debían regresar el 25 de abril a Recife, pero tras el cierre de fronteras, quedaron varados en la casa de su hija Erika, sin saber cuándo podrán volver.
Aunque el gobierno brasileño dispuso ómnibus de larga distancia para realizar una repatriación por vía terrestre, Erika explica que sus padres son personas mayores y que tienen enfermedades -él, hipertensión y ella, problemas cardíacos- que los imposibilita a realizar un viaje en colectivo hasta Brasil.
Necesitan sus medicamentos porque son de uso controlado
Una de las principales razones por las que José Camilo y su esposa desean volver urgentemente a Recife es que se quedaron sin medicamentos. "No salen de casa, somos cuatro en un monoambiente. Quieren volver a su casa. Allá tienen más espacio y necesitan sus medicamentos porque son de uso controlado", dice la hija de la pareja.
La embajada de Brasil informó a LA NACION que no hay "información cerrada" sobre la cantidad de varados brasileños en la Argentina y que hasta el 13 de mayo facilitaron el regreso de casi 3000 ciudadanos que se encontraban en territorio argentino. Sin embargo, insiste con que "no hay vuelos de repatriación desde la Argentina". Lo que se ofreció fueron distintos ómnibus que salen desde Buenos Aires y algunas ciudades del interior. La embajada además aclara que "las repatriaciones se hacen de acuerdo a las necesidades" y que "Brasil ha hecho y sigue haciendo repatriaciones desde varios países más distantes que la Argentina".
"Yo, como todos, estoy en una situación límite. Ya es difícil vivir una pandemia mundial para la que nadie te prepara, mucho más vivirlo lejos de casa y de tu familia y más aún con esta sensación de impotencia y desamparo absoluto de que quienes te tienen que ayudar o proteger llegado el caso, se lavan las manos contigo y se desentienden por completo", resume la madrileña Raquel Rero.
Raquel arribó a Buenos Aires en septiembre del año pasado. Su plan era viajar por la Argentina y conocer de primera mano al país que inspiró el tema de su tesis de maestría sobre cooperación internacional. Debería haber vuelto a España el 8 de mayo para ultimar algunos detalles y presentar su tesis a comienzos de junio.
Es un desgaste emocional y un estrés imposibles de sostener.
"Estoy tirando de los pocos ahorros que me quedan, recortando gastos de todas partes porque ya tendría que estar en Madrid de vuelta a mi vida y mis obligaciones", afirma la periodista de 29 años. Y agrega: "Yo tengo suerte de que tengo una familia que me puede apoyar, llegada la necesidad. Pero mucha gente no tiene más plata ni para comprar los pasajes".
Fuentes de la embajada aseguran que tanto ellos como los cinco consulados se encuentran trabajando desde el inicio del virus para asistir a todos sus compatriotas. Raquel considera insuficiente esa ayuda: "Me siento indignada y desamparada. Cada vez que salen vuelos es un ‘sálvese quien pueda’".
Mientras tanto, desde la habitación que alquiló en Palermo, la española se reparte las horas del día entre llamados y mails con el consulado y las aerolíneas para intentar conseguir un vuelo de regreso. También se dedica a trabajar con su notebook para pulir los detalles de su trabajo final, que podría llegar a defender de manera virtual en caso de no poder regresar a tiempo. "Es un desgaste emocional y un estrés imposibles de sostener", admite en diálogo con LA NACION.
"Se suponía que iba a ser un viaje corto para visitar a la familia", sostiene Hugo Carrizo Manzoni, un joven residente en Trento, que llegó a la Argentina el 6 de marzo con la intención de quedarse solo diez días en el país.
Carrizo es oriundo de Catamarca, pero hace varios años se mudó a Trento, la ciudad de origen de sus abuelos y en la que residen varios familiares. Allí, consiguió trabajo, se casó con una mujer italiana y formó un hogar. Hoy permanece en la casa de su madre en San Fernando del Valle de Catamarca a la espera de un vuelo que le permita retomar su vida.
"Apenas me enteré del cierre de fronteras me puse en contacto con la embajada italiana. Si bien hubo vuelos de repatriación, los informan con poca anticipación. Y al estar en Catamarca, necesito más tiempo para organizar el traslado a Capital Federal y conseguir permiso", explica Hugo.
Necesito regresar urgente porque tengo toda mi vida allá: esposa, trabajo y casa.
El joven precisa regresar urgente porque su principal fuente de ingreso está en riesgo. Hace dos años que trabaja en una empresa de venta de productos online, y si bien el emprendimiento estuvo cerrado por el acecho del coronavirus, este mes reabrió sus puertas y exigen su presencia.
Desde la embajada le informaron sobre un vuelo que salía el 9 de abril y le prometieron un taxi que lo llevaría hasta Tucumán y de ahí un colectivo hacia Buenos Aires. El día antes de la partida, lo llamaron para avisarle que el vuelo no estaba confirmado. "No me animé a ir a Buenos Aires. Si no llegaba a salir, ¿dónde me iba a quedar? Hice bien en no ir porque ese vuelo se dividió y partió recién el 23 y 25 de abril", cuenta.
El costo de los pasajes para estos vuelos rondaba desde los 1800 hasta 2600 euros. A través de un grupo de Whatsapp de italianos varados en la Argentina que posee 300 miembros, también se enteró de un nuevo vuelo para el 14 de mayo. La embajada se comunicó con los casos considerados "críticos" y armó una lista de espera. A Hugo nunca lo contactaron.
"Todos los casos se convierten críticos con el paso del tiempo. Yo ya necesito regresar urgente porque tengo toda mi vida allá: esposa, trabajo y casa. Me comentaron sobre otro posible vuelo, pero todavía no hay nada confirmado", señala.
Tamara Lavrenteva, una joven rusa de 28 años que vivió desde los 11 hasta los 18 en Bariloche, viajó desde Moscú a la Argentina el 14 de enero de este año para reencontrarse con sus amigos de la adolescencia. Sus primeros días estuvieron cargados de nostalgia. Visitó a sus compañeros del secundario y frecuentó sus lugares preferidos del pasado. "Fue muy emocionante, tantos recuerdos y mucha felicidad", sostiene entre risas con un acento que delata su origen. Nunca pensó que su viaje con fecha de regreso el 13 de abril se prolongaría por tiempo indefinido a causa del coronavirus.
Tamara, acompañada de su hijo de 3 años, se encuentra alojada en un Airbnb de Buenos Aires con un voucher por vuelo cancelado. "La embajada no provee asistencia económica. Llamo, me cancelan la llamada...no brindan ayuda. Me enteré de algunos vuelos pero todos son pagos", reclama.
Yo no me puedo quedar acá sin hacer nada.
LA NACION también se contactó reiteradas veces con la embajada de Rusia en la Argentina para obtener información sobre los ciudadanos rusos varados en el país y no obtuvo respuesta.
Tamara recuerda que apenas se enteró del cierre de fronteras sintió "miedo e incertidumbre", y si bien ahora se encuentra más optimista, sabe que las restricciones se extenderán varios meses. "Yo no me puedo quedar acá sin hacer nada, así que voy a ingresar a una universidad argentina que provea educación a distancia y estudiar para Contador Público", explica con un tono decidido y varios planes de estudio en observación. "Si llega a haber un vuelo de regreso, ya no sé si me volvería. Rusia parece no necesitar a sus compatriotas y los argentinos me tratan mejor", afirma.
Ante la consulta sobre su hijo, Tamara responde que recibe ayuda de sus amigos argentinos a la hora de hacer las compras. "El es muy pequeño, no se acostumbra al barbijo y no puede quedarse solo", relata.
Sebastián Posada Malo vive en Barcelona y cada año vuela a la Argentina a fines del verano. No lo hace por trabajo ni por turismo, sino para ver a su hijo. Su plan era permanecer dos meses en Buenos Aires, ciudad en la que vivió por más de 13 años, para pasar tiempo junto a él y también para visitar a viejos amigos.
"Tengo que volver porque tengo responsabilidades, necesitamos del apoyo del Estado, sea como sea", implora. Su situación es delicada: si no regresa pronto, teme perder su empleo como cocinero en una reconocida cadena de hoteles cinco estrellas. "Me estoy quedando casi sin dinero y de pronto estoy por perder mi trabajo porque al no estar allí, me van a terminar echando", explica, desesperado.
"La embajada dice que te contactes y que estés pendiente de las redes sociales y ya. Estamos a la deriva", asegura Sebastián. Pero el panorama puede cambiar ya que hay chances de salir el jueves próximo. "Hasta que no esté en el asiento del avión, no me siento seguro de que me voy a ir", explica a LA NACION, mientras aprovecha los últimos días de juegos y abrazos con su hijo.
Estamos a la deriva
A más de 10 mil kilómetros, en Barcelona, lo espera su pareja, que es enfermera en un hospital público y está batallando contra el coronavirus en la primera línea de fuego. Las distancias se vuelven un poco más cortas con algunas llamadas o mensajes por Whatsapp, pero "no es lo mismo que estar juntos", admite.
Desde la embajada española aseguran que ya facilitaron el regreso de más de 1700 ciudadanos y estiman que la mayoría de las personas varadas volverán a territorio español entre el 21 y el 28 de mayo en seis vuelos de Iberia y Aerolíneas Argentinas. Los traslados son pagos, oscilan entre 30.000 y 60.000 pesos.
"Vinimos a este país a cumplir uno de nuestros mayores sueños: estudiar teatro", dice Noemy Méndez, quien aterrizó en Buenos Aires el 24 de febrero junto a su marido Douglas Mora. La pareja de costarricenses planeaba quedarse en la Argentina un año y para ello habían estado ahorrando durante un tiempo hasta que finalmente renunciaron a sus trabajos y compraron sus pasajes.
"Pero, por razones obvias, no estamos cumpliendo nuestro objetivo, solamente pudimos asistir a dos clases, y luego todo se canceló. Actualmente estamos hospedados en Belgrano, en un Airbnb. Ha sido un proceso difícil para nosotros. No imaginamos que se fuera a alargar tanto", explica Noemy. La desesperación crece ante la incertidumbre. "Hay días que ya no soporto estar lejos de mi familia y lloro mucho", relata.
Hay días que ya no soporto estar lejos de mi familia y lloro mucho.
"La embajada ha sido super atenta y se ha preocupado por darnos la información que tienen a la mano, sin embargo la única solución que nos han dado es un vuelo chárter que cuesta 1350 dólares por persona, pero aún no se han definido fechas", explica Noemy.
En diálogo con LA NACION, fuentes de la embajada de Costa Rica aseguraron: "Alrededor de 25 personas lograron regresar antes de la cancelación de operaciones por parte de las aerolíneas de la región. En este momento, un poco más de 80 personas integran la lista de afectados. La lista está en constante evolución". Además, sostuvieron que el país ha creado un protocolo que ayuda a afectados en el contexto de la pandemia y que existe un fondo de repatriación, que los ciudadanos costarricenses pueden solicitar "en situaciones de extrema necesidad".
Markku Peltola es finlandés, vive en Vantaa, una ciudad a 20 kilómetros de Helsinki, y llegó de visita a la Argentina en noviembre para bailar tango. Tiene 63 años y es jubilado. Se supone que debía volver antes de que termine el verano argentino. Pero ya compró cuatro pasajes para cuatro vuelos diferentes y todos fueron cancelados.
"Si bien contacté a la embajada correspondiente, los programas de repatriación de casi todos los países de Europa han concluido y ni siquiera salen los cruceros", explica. Markku está conectado junto a otras personas que residen en Europa y se encuentran varadas en el país vía Facebook.
"Lo último que me ofrecieron fue un vuelo a Tel Aviv por 1900 euros y de ahí otro a Helsinki por 500 euros, ambos los tendría que pagar con mi plata. Carísimo", dice. La embajada finlandesa informa que en este momento quedan 13 ciudadanos finlandeses y 5 ciudadanos argentinos residentes en Finlandia varados de los que se está ocupando.
Lejos de casa, pero sin perder el optimismo, cree que este es un buen momento para rezar y meditar y por eso armó una rutina para pasar los días en solitario en su habitación de hotel en el barrio de Balvanera. Todas las mañanas hace pilates y lee noticias de Finlandia, Estados Unidos y la Argentina. Después practica tango, estudia español y contacta a amigos vía internet. A la noche intenta volver a leer los diarios. Dos o tres veces por semana sale a la lavandería y al supermercado.
La soledad no le pesa, pero cree que si se flexibilizan las medidas le gustaría alquilar un departamento con algún amigo hasta conseguir un vuelo que lo devuelva a su país natal cuando se vuelvan a habilitar los vuelos comerciales.
Esta nota fue hecha con la colaboración de Florencia Coelho.
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