Acantilados y playa abierta; a apenas 10 kilómetros del Casino, hacia Santa Clara, se suceden espacios libres de equipamientos y servicios que atraen cada vez a más turistas
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MAR DEL PLATA. El estacionamiento gratuito, al lado de la ruta, ya es toda una excepcionalidad. Bajan del auto con reposeras, bolsos y heladera. Sombrilla, barrenadores, el balde con palita y rastrillo del más chiquito y hasta un caniche. La aventura es casi de trekking en familia, con pendiente cuesta abajo y escarpada, entre escalones improvisados sobre el propio acantilado en una parte, en otra armados con bolsas de arpillera rellenas de tierra. Y al fin, los pies hundidos en la arena para disfrutar ese producto casi en extinción por estas costas que es la playa abierta, sin equipamiento ni costos. Tallada en sus límites y diseño a fuerza de olas y el poder del viento.
Se consigue en el extremo norte, a unos diez kilómetros de la rambla en sentido a Santa Clara del Mar. Allí donde el desarrollo de servicios en formato de balnearios nunca llegó y se prepara para desembarcar con un modelo innovador: paradores móviles que descartan las a veces invasivas hileras de carpas y admiten apenas la disposición de sombrillas en alquiler a demanda. Solo ocuparán lugar en la arena si un cliente contrató el servicio.
Esta novedad que promete debut para la próxima temporada alcanza a seis nuevas unidades fiscales que se extienden desde las playas que están a la altura de la avenida Constitución hasta el emisario submarino, que es la obra de infraestructura que desde hace nueve años empezó a dar solución definitiva al histórico problema que la zona presentaba con la descarga de efluentes cloacales en el mar.
Es un sector que durante décadas lució carteles que advertían sobre prohibición de baño por la calidad de aguas y hoy no solo está habilitado sino que además propone uno de los rincones con mayor imagen de naturaleza sin alejarse mucho más de un par de minutos en auto desde el casco urbano.
Roberto Iglesias es de Temperley y recuerda sus últimos veraneos de adolescente en Mar del Plata, entre La Perla y Camet. “A veces no se podía estar por el olor”, cuenta de aquellos tiempos y hoy disfruta con esposa y sus dos hijos pequeños de un chapoteo en la orilla de playa Las Delicias, la más próxima a la planta de pretratamiento y descarga de esos desechos que ahora se vuelcan a más de cuatro kilómetros de la costa. “El agua acá se ve muy bien, y por sobre este es un lugar lejos de los amontonamientos de las playas del centro”, destaca.
Carlos Katz, presidente de Obras Sanitarias Sociedad de Estado (OSSE), confirmó a LA NACION que el emisario submarino “resolvió aquellos problemas y se dio más seguridad con la estación depuradora, que se inauguró dos años después y hoy nos da un monitoreo con resultados perfectos de calidad de aguas recreativas”, recordó.
El redescubrimiento de este sector tuvo en Las Delicias un tropiezo trágico: la muerte de Emma Perazzo, una chiquita de 3 años que, en el arranque de enero de 2018, llegaba con sus padres a la playa cuando quedó bajó piedras y tierra que se desprendieron del frente de acantilados que acompaña ese sector. Un año después falleció un nene de 6, Ian Ruiz Díaz, ahogado tras caer del muelle del emisario.
Allí se reforzaron medidas de seguridad, con carteles que advierten sobre el riesgo de derrumbe de esos paredones naturales de casi diez metros de altura, y de guardavidas, que hasta hace un tiempo tenían presencia mínima, la suficiente para impedir que la gente se bañe en esas aguas que por entonces metían miedo.
Más turistas y guardavidas
“Pasamos a tener más caudal de gente frecuente en los últimos tiempos y, por eso, también pasamos de ser cuatro a tener hoy ocho guardavidas para controlar solo esta playa”, confirma Mariano González Galdós, uno de los responsables de vigilar y rescatar a los bañistas en esa zona.
Es también quien confirma las carencias que, como espacio nuevo y con cada vez más gente, empiezan a quedar al desnudo. “El baño público más cercano está a un kilómetro o más”, dice y señala hacia el sur. Es que se trata de una franja de arena extensa y delgada, casi al pie de la ruta 11. Otra demanda es la limpieza de la playa. Igual valora la tranquilidad y las condiciones de este sector de playas: “Es la perlita del norte”, asegura a LA NACION.
A mitad de camino entre ese extremo y la avenida Constitución hay otra oferta de playa, en algunos casos favorecidas por la construcción de espigones en pie que permitieron generar espejos de agua muy calmas que conviven, a pocos metros, con surfistas que disfrutan esa zona de muy buenas olas.
El avanzado proyecto de dividir ese tramo de costa en unidades fiscales y su licitación como paradores móviles está en instancia de presentación de ofertas. El 5 marzo próximo se conocerán las propuestas para Las Delicias, Beltrán Norte y Beltrán Sur, en tanto al día siguiente será el turno de los interesados en explotar las denominadas Playa Estrada, Playa Constitución y Playa Museo.
El pliego indica que quien resulte concesionario deberá construir y disponer baños públicos. Además podrá ofrecer espacios de guardado de pertenencias personales y tablas de surf, gastronomía y alquiler de sombrillas. Este último punto es fundamental: no solo no podrán tenerlas en pie a tiempo completo, ya que se les permitirá instalarlas solo cuando estén alquiladas. En estos casos tampoco tendrán un espacio exclusivo y, por ende, compartirán la playa pública con las sombrillas que traiga y coloque cualquier bañista sobre esa misma playa.
El valor agregado para quienes contraten sombrillas al concesionario será que, además, por el mismo precio podrán disponer de vestuarios, duchas y eventuales actividades de recreación que pueda brindar el operador.
“Es un modelo de playa pública equipada que se caracteriza por la no existencia de sombra fija y una oferta móvil, ya que la sombrilla se posiciona solo si se alquila y al cabo de la jornada se guarda para dejar una playa totalmente despejada”, aseguró Bernardo Martín, titular del Ente Municipal de Turismo y Cultura (Emturyc), organismo que lleva adelante estas licitaciones.
Habla de generar “un producto distinto” porque quienes eligen esa zona de la ciudad “es evidente que no demanda carpas sino servicios como baños, un lugar donde guardar sus cosas y accesos amables”, destacó sobre otra de las grandes bajas que tiene ese corredor costero, que la ausencia de bajadas adecuadas. En su mayoría son improvisadas y, por ende, siempre un riesgo.
En ese sentido hay ya un paso a favor y notorio con una obra denominado “Corredor norte” con veredas que se extienden a nivel calle, a la par de las unidades de balnearios. Martín asegura que es parte de un proyecto a largo plazo que comenzó con restricción de algunas concesiones existentes en esa zona, sanciones por incumplimientos y a partir de allí esta instancia de licitaciones para buscar nuevos interesados a invertir.
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