La peregrinación a Luján, desde adentro: el testimonio de los protagonistas en plena caminata
Una cronista de LA NACION se sumó al recorrido y fue recogiendo relatos que hablan de la devoción por la Virgen, las ganas de agradecer y las promesas vertidas en nombre de la fe
La imagen habla por sí sola. Miles de personas yendo hacia un mismo lugar, ayudándose a llegar, con una palabra de aliento, una mirada o incluso llevando a alguien a cuestas.
"No iba a hacerla más pero mi tío tuvo un accidente y pudo salir adelante así que le prometí a la Virgen que si lo salvaba, volvía", contó Leila Belén Huari, de 22 años, que peregrina junto a su papá Roberto Gregorio Huari, de 49. Él contó que fue en séptimo grado cuando quedó impactado por la fuerza de la Virgen: "Me trajeron a Luján por una excursión. Le pedí inconscientemente trabajo y a la semana lo conseguí. Desde esa vez, vengo a agradecer".
Y las historias se van sucediendo en la larga caminata. Maximiliano Jubany, de 22, relató a LA NACION: "Una vez que llegué, en un llanto de lágrimas y emociones, la Virgen María me hizo ver que había hecho todo el recorrido para buscar respuestas. En mi caso que me deje ayudar, que abra mi corazón a cada persona con la que me cruce y me volvió a hacer ver algo que me cuesta siempre en mi vida que es 'somos limitados".
Llegar a Luján se vive como una metáfora de la vida. Como una meta que hay que alcanzar y, para lograrla, muchos eligen apoyarse en la comunidad; brindándose apoyo y recordando los motivos por los que uno sigue adelante. "Peregrinar es sentirte más cerca de Jesús, haciendo lo que él hacía todo el tiempo: caminar distancias infinitas. No hay nada más lindo que hacerlo con amigos que cuando te caés te levantan y te motivan a seguir adelante. De la misma manera, demostrarles que vos también estás ahí para levantarlos en sus caídas", explicó Sofía Barbarossa, de 23 años. Y agregó: "No hay nada más lindo que la sensación de llegar sabiendo que todas las personas que querés y que te hacen ser quien sos hoy te están esperando para darte un abrazo, un beso y alivianarte el dolor".
Muchos eligen trascender está experiencia como una fiesta donde las canciones, arengas y rezos son todos estimulantes para seguir avanzando. Así lo describió Francisco Javier Fernández Cálcena, de 24 años, quien dijo a LA NACION: "Disfruté de cada paso, charla, canto, juego, amigo, risa, ayuda y rezo que viví en el camino".
Incluso hay quienes lo hacen pensando en los que no pudieron hacerlo, llevando sus intenciones al altar. Este es el caso de Franco Faustini (22) para quien esta experiencia "está lejos de solo ser un desafío físico. Es un momento para reflexionar y encontrar paz. Lo hago para agradecer a la Virgen y pedirle que interceda por mí en las cosas en que estoy fallando pero, también, para llevar conmigo las intenciones de quienes no pudieron venir".
Por su parte, Francisco Ricardes (23) participó por tercer año consecutivo y sostuvo: "Nadie me quita la imagen de llegar llorando y juntos a ver a la Virgen que tanto me dio. Sobraron las sonrisas y el buen humor. Si bien cada año es diferente, este hasta ahora es el mejor". Se lo nota emocionado, movilizado por la vivencia.
Lucía Guido (24) elige caminar hacia la Virgen desde los 18, siempre con la emoción intacta de esa primera vez. "Lo hago para agradecer por todas las oportunidades que se me presentan. Hay algo inexplicable que se vive en la peregrinación a Luján siendo tantos y de tantos lugares diferentes del país, todos por un mismo objetivo", dijo.
Los motivos pueden variar al igual que las estrategias y rutinas para llegar, pero lo que se siente como punto en común es la felicidad de lograrlo. "Cuando entro a la basílica se me caen las lágrimas de emoción. Llego dolorido pero con mucha alegría", dijo Ernesto Oscar Olivera (24). Este joven de Monte Grande contó a LA NACIÓN que no va a misa sino que su fe está en la Virgen: "No puedo explicar lo que siento por ella". Es este mismo sentimiento el que moviliza a Manuel Rozas Garay (32) para quien peregrinar es un "reencuentro" con su fe.
Hay quienes encuentran en esta propuesta la manera de entregarse por un objetivo que los conmueve, hacen promesas, rezan y caminan para pedir ayuda. Florencia Mauri y Julieta Valiente, a sus 19 años, explicaron: "No tenés fuerza y sin embargo llegás". Ellas viven esta celebración juntas para saldar promesas que hicieron y continuar con el legado familiar. Es que incluso el hermano de Florencia es el encargado de llevar la imagen cabecera desde Liniers hasta el escenario para la misa.
El sentido de pertenencia se vuelve tan grande que a veces hasta se puede vivir como parte de una herencia familiar que no distingue edades. Ese es el caso de Dionel Fretes (33) que hace seis meses invitó a su hijo Brian de 10 años a sumarse a la experiencia de caminar 60 kilómetros para llegar a la basílica. Con los ojos empañados y avanzando en silencio con la ayuda de un palo, Brian generó la conmoción de todos que al escuchar que, siendo tan chico, estaba peregrinando desde Liniers comenzaron a aplaudirlo. Sin dudas, una motivación para quienes tuvieron la suerte de verlo.
"Ayer a la 1 de la mañana me dijo que no se podía dormir de la emoción. Yo vengo hace 15 años pero me sorprendió su aguante, viene sin quejarse", dice su papá con la alegría en la mirada. Un momento padre-hijo impagable. "No soy practicante pero la Virgen de Luján significa fe para mi, porque realmente cumple. Vengo por la Virgen", agregó.
Lorenzo Monetto tiene 13 años, lo que lo convierte en otro ejemplo de vida por su fortaleza a tan corta edad. Él caminó 30 kilómetros con la convicción de que "la clave es no rendirse. Era una meta que tenía, lo planteé en mi cabeza y lo cumplí".
Este fenómeno no deja a nadie afuera y en el otro extremo etario, Carmelo Gauna a sus 57 años se acercó a la basílica a buscar a sus hijos que, como él había hecho en 17 oportunidades, hoy estaban peregrinando hacia la Virgen de Luján. "Elegía hacerlo porque al llegar acá me sentía bien, disfrutaba. A mis hijos hoy los motiva su fe que es todo, si no tenés fe, no tenés nada", explicó.
Es esto mismo lo que lo motiva al chaqueño Ricardo Rito Peralta que tiene 59 años y empezó a caminar a Luján a sus 22, con una asistencia casi perfecta año a año. Él tiene una manera particular de vivirlo. No frena. Nunca. Y va solo todo el recorrido con su meta bien clara: en esta oportunidad, la salud de su mujer y su familia. "Sentí que me estaba dando un calambre y le pedí a Dios, por medio de la Virgencita, que me permita llegar y llegue", contó a LA NACION.
Pero esta celebración no consiste solo de caminar. Sino que también es posible por el esfuerzo y la dedicación de todas aquellas personas que van como voluntarios a acompañar a los peregrinos. Laura Vaglica (23) explicó: "Fui para, desde el detrás de escenas, aportar mi granito para que otros se acerquen un poco más a eso tan lindo que es María". Por su parte, Martina Gutierrez (19) describió que "es muy emocionante ver llegar a las personas con una sonrisa de oreja a oreja a pesar del cansancio. Es un mimo al corazón y son momentos que te quedan para siempre".
Lucas Pfeiffer (22) lo hizo por tercera vez y, en una entrevista con LA NACION, describió la sensación de llegar como un regalo: "Esas sonrisas de agotamiento de los peregrinos que llegaron antes que vos es de las cosas que más alegría da, que la gente venga corriendo a recibirte hace que se sienta bien haber agradecido por tenerlos en tu vida".
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