La orquídea originaria del Río de la Plata que logró sobrevivir al brutal avance de la ciudad
Se encuentra en la Reserva Ecológica Lago Lugano y es una de las pocas especies nativas que se mantuvieron a pesar del proceso de urbanización
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En la mayoría de las grandes ciudades del mundo, el avance de la urbanización sucede sin una planificación territorial y por lo general sin dejar remanentes silvestres. Buenos Aires es un claro ejemplo, porque su crecimiento hizo prácticamente desaparecer la flora nativa. Para entender el fenómeno, hay que tener en cuenta que aquí confluían tres ecorregiones o ambientes típicos: el del delta e islas del Paraná; el espinal y el pastizal pampeano, que determinaban una abundante vegetación y una fauna diversa.
Sin embargo, el paisaje original se perdió, según describe Facundo Chieffo, a cargo de la gestión de la Reserva Ecológica Lago Lugano, cercana a Parque Roca: “La infraestructura verde urbana que podríamos haber dejado la perdimos toda. Es decir, perdimos el paisaje rioplatense originario. Si uno presta atención, hoy las áreas protegidas sobre las que trabajamos para la recuperación de la flora autóctona están en lugares nuevos, como las reservas Costanera Sur y Costanera Norte, que se extienden sobre rellenos del Río de la Plata o la Reserva Lago Lugano, que también está sobre un relleno de lo que era el humedal del Riachuelo”, explica.
Fabio Márquez, licenciado en diseño de paisaje y docente universitario, conocido por su cuenta de Instagram como Paisajeante, coincide en que en algún momento no muy lejano, hasta hace algunas décadas, habíamos extinguido casi toda la flora nativa rioplatense de la ciudad de Buenos Aires. “Prácticamente no quedaba nada natural”, advierte. Pero agrega que, a partir de las plantaciones de nativas que empezaron a realizarse entre 15 y 18 años atrás, de a poco comenzaron a crecer unas pocas especies con un impacto muy fuerte.
Esta tarea de recuperación es la que llevan adelante la Dirección General de Áreas de Conservación, la Dirección de Restauración Ecológica y la Agencia de Protección Ambiental porteñas, que trabajan para recuperar la flora nativa en la Capital. Además de la intervención en áreas protegidas, se suma el arbolado urbano. “El trabajo que nos convoca es restaurar donde se pueda. Recreamos el paisaje original según las posibilidades que nos deja el contexto”, afirma Chieffo, que se desempeña en la Gerencia de Reservas Ecológicas dentro de la Dirección General de Áreas de Conservación, dependiente de la Secretaría de Ambiente local.
El especialista aclara que hay lugares donde restaurar –que significa volver al estado anterior– es imposible. “Por ejemplo, antes de que se rellenara, en la reserva de Lugano teníamos un gran humedal y no podemos volver a ese estado anterior. Lo que hacemos es intentar recrear el paisaje rioplatense con todas sus variaciones y dentro de lo que la fisonomía del terreno nos permite”, señala.
Descubiertas y recuperadas
Una de las especies que hoy es símbolo de la Reserva Lago Lugano es la orquídea del talar, una flor blanca y negra. “Antes de que esta zona se convirtiera en una reserva, y a pesar de todo el relleno, en un entorno urbano tan modificado, se encontraron poblaciones muy grandes. Si bien botánicos y gente con conocimiento de flora la conocían, no se sabía que habían persistido poblaciones en esta área. Es una flor muy linda, a la que le está costando florecer porque venimos de tres años de sequías, pero sigue vegetando y la veremos en los próximos años”, sostiene Chieffo.
Se puede observar también en la Reserva Ecológica Costanera Norte y algunos pocos ejemplares en la de la Costanera Sur. Por su parte, Márquez destaca el redescubrimiento de esta orquídea que crecía dentro de los bosques de talas extintos en el siglo XIX. “Hoy hay talas en la ciudad, pero no hay talares, y es allí donde se encontró esta orquídea que crece del suelo”, explica.
Por otro lado, una de las especies extinguidas que se recuperó en estos espacios protegidos es el coronillo, que se hizo popular porque es un árbol que convoca o atrae a la mariposa bandera argentina, una variedad muy llamativa con alas celestes y blancas. Su oruga es grande y se alimenta de las hojas de este árbol; algo particular que describe Márquez es que se las ve de a muchas porque arman una peregrinación por sus ramas. Así, la recuperación de este árbol espinoso, que durante sus primeros diez años crece como un arbusto, se asocia a la reaparición de esta mariposa. “El coronillo tiene un crecimiento lento, es de madera dura y parece un arbusto gigantesco, con espinas. Es el que garantiza que esté presente la mariposa bandera argentina, que había desaparecido y que en los últimos dos años se volvió a ver”, agrega.
Actualmente hay plantaciones de coronillo en la Reserva Ecológica Costanera Sur y la de Lago Lugano, también hay algunos ejemplares en el jardín del Museo de Ciencias Naturales del Parque Centenario y en el Jardín Botánico. “Algunos aparecieron en forma espontánea, pero son muy pocos los coronillos que hay, incluso les falta como 50 o 60 años para que los veamos en su desarrollo pleno”, sostiene el paisajista.
Para Chieffo, la razón de recrear –y, donde se puede, recuperar– el paisaje original es sencilla: cuando uno habla de vegetación autóctona o plantas nativas o plantas rioplatenses, se busca incorporarlas básicamente porque de esa manera se recupera la fauna que coevoluciona con la vegetación. “De esa forma tenemos más insectos, más mariposas, más aves”, enumera, y advierte que gran parte de la vegetación de la ciudad es exótica.
“El arbolado urbano está compuesto mayormente por fresno americano, por arces y paraísos, que vienen de otras partes del mundo. Pero además, incluso los jacarandás o las tipas que son árboles argentinos, son del norte y en el entorno rioplatense resultan exóticos, porque no crecían naturalmente aquí”, aclara.
Por último, observa que si bien el tema de la vegetación nativa gana cada vez más terreno, se necesita una recuperación ecosistémica. En ese sentido, señala que hay ciertas especies nativas que se volvieron populares, que se encuentran a la venta en viveros pero no están tan representadas en la naturaleza, por lo que esto no acompaña el proceso de recuperación cultural de la vegetación autóctona desde el punto de vista ecológico. “Ponemos ciertas especies nativas que son lindas, pero falta un restablecimiento desde el lado ecológico y ecosistémico”, dice.
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