La obra de Joseph Beuys abre la temporada en Proa
De Munich a La Boca, 100 trabajos del conceptual alemán, provocador y ecologista
Tras el éxito de las esculturas hiperrealistas del australiano Ron Mueck, la Fundación Proa parece decidida a mantener alto el listón de muestras internacionales. Le toca el turno a un conocido de los circuitos más recalcitrantes del arte conceptual, un teórico lúcido y un artista inclasificable llamado Joseph Beuys (1921-1986). Una mezcla de chamán, mago, docente, cultor de la antroposofía y de las teorías de Rudolf Steiner. Su pasión por los animales lo llevó a experimentar con liebres, ovejas y abejas, y a convivir con un coyote durante tres días en la acción llamada Coyote, m e gusta América y a América le gusto yo, 1974, separado del público por un alambrado.
El corpus de la muestra -que inaugura el 22 de este mes- procede de Munich, son objetos, pinturas, dibujos y performances , con curaduría de Silke Thomas, Claudia Seelman y Rafael Raddi. Producción de Proa.
Revolucionario en las palabras y en los hechos, su extraña producción y su propia vida han sido el espejo en el que se miraron contemporáneos de la talla de Gabriel Orozco, Ana Mendieta, Cildo Meireles y el recordado Félix González-Torres.
Beuys fue un creador radical de gestos categóricos. En 1982, durante la edición 7a de la Documenta de Kassel, Alemania, realizó una acción con Nicolás García Uriburu. Juntos plantaron, durante cinco años, 7000 robles al lado de bloques de concreto, para demostrar que la única manera de activar un cambio real es con hechos.
Años más tarde, Uriburu convocaría a los porteños a una plantación de ejemplares de palo borracho en la 9 de Julio, muchos de los cuales fueron trasplantados, o sacrificados, con la traza del Metrobus. En el imaginario local, el nombre de Beuys estuvo siempre asociado a la Colección Federico Klemm, ya que el último de los excéntricos de Buenos Aires compró el traje de fieltro del alemán para colocarlo en una cápsula de acrílico; del mismo modo que adquirió en pública subasta el traje que usó Nureyev en el Lago de los cisnes, y el sillón que fue de Maria Callas, como si al hacerlo se quedara con un pedazo de historia.
El conjunto que se verá en Proa resume la producción que va de 1955 a 1985, oportunidad única para acercarse a su pensamiento polémico y a sus posturas extremas. Para algunos, un genio; para otros, un showman , fue un pionero de la creación autorreferencial, que sería con los años un tópico recurrente del arte contemporáneo. Sus dardos apuntaban a quienes pensaban que el arte debía ser "entendido". Por el contrario, sus obras como el trineo de madera equipado para una travesía dejan al espectador sumido en el desconcierto, en un estado de asombro que es, a juicio de Beuys, lo más parecido a un estímulo.
"Arte para pensar. El poder creativo de la gente es una fuerza revolucionara que podría transformar la sociedad", escribió Beuys, quien ejerció gran influencia en artistas como Tracey Emin, Damien Hirst y Richard Long, deudores de su ideario estético, político y social.
De sus escritos sobre arte quedan algunas frases que definen cuál era el lugar que quería para sí mismo: "Después de mi muerte me gustaría que la gente dijera: «Este hombre entendió la situación histórica y cambió el curso de los acontecimientos»". De todo menos modesto, fundó en 1972 la Universidad Libre Internacional para fijar el lugar del arte como "mecanismo transformador de la sociedad".
El punto de partida de la muestra de Proa, auspiciada por Tenaris-Organización Techint, son sus tempranas colaboraciones con el grupo Fluxus. En 1970 fundó el Partido Verde y militó en esas filas ecologistas.
Con García Uriburu, en 1981, lanzó un manifiesto de land art al colorear las aguas del Rhin, en Düsseldorf, casi una cita de la acción que ubicó al argentino Nicolás García Uriburu en el primer plano internacional, cuando en los 70 tiñó los canales de Venecia de verde. Beuys murió a los 65 años, precisamente en Düsseldorf.