Si bien son tres las bodegas que hoy reciben visitantes, en Trevelin y sus alrededores ya hay 13 emprendimientos vitivinícolas
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TREVELIN, Chubut.– Irrigado por los ríos Percy, Corinto y Futaleufú, el valle 16 de Octubre se destaca por su fertilidad. Trevelin –”pueblo del molino” en galés– llegó a tener más de 20 molinos harineros a fines del siglo XIX, con una producción de superlativa calidad. Además, en esas tierras prosperan vistosas plantaciones como las de tulipanes y peonías.
Pero hay un cultivo en auge que muchos turistas desconocen: la vid. Las bondades del suelo en cercanías del Parque Nacional Los Alerces han permitido la creación de la Ruta del Vino, un recorrido que ofrece visitas guiadas, degustaciones, almuerzos, cenas e incluso alojamiento.
Si bien actualmente son tres las bodegas que reciben visitantes (hay una cuarta, Entre Senderos wine & lodge, que aún no tiene bodega), lo cierto es que en Trevelin y sus alrededores ya hay 13 emprendimientos vitivinícolas. Están entre los viñedos más australes del mundo y sus vinos reciben halagos de múltiples expertos nacionales e internacionales.
Contra Corriente
A orillas del río Percy, este proyecto nació de la mano de Rance Rathie y Travis Smith, dos reconocidos guías de pesca oriundos de Montana, Estados Unidos. Habitués de la Patagonia, los fundadores de Patagonia River Guides compraron el lodge Contra Corriente a principios de la década de 2000.
Como parte del proyecto, decidieron concretar la plantación de un viñedo que hoy tiene 4 hectáreas, ubicadas a 384 msnm. Plantado en 2013, el primer bloque de 3 hectáreas cuenta con cuatro variedades: Chardonnay, Gewürztraminer, Pinot Noir y Riesling. En 2019 sumaron media hectárea de Pinot Noir y otra media hectárea de la misma variedad en 2020.
En la bodega –un antiguo garage reacondicionado en 2018– producen actualmente menos de 10.000 botellas de vino al año. En 2024 piensan agregar dos hectáreas más de vides. Tal como cuenta Pamela, la guía, los vinos de Contra Corriente evocan ciertas características de las truchas: “Aunque se vuelven vulnerables a los depredadores, nadan río arriba porque son perfeccionistas, resistentes, tenaces y pacientes. Nos esforzamos por lograr el mismo perfeccionismo y adaptabilidad”.
Entre otros factores, la complejidad y la intensidad aromática de los vinos responde a la gran amplitud térmica de la zona -que a veces alcanza los 30º C-, a los fuertes vientos y a la exposición de la fruta a los rayos UV, especialmente en el Pinot Noir.
Además de la bodega, Contra Corriente Wine Lodge cuenta con 12 habitaciones, spa con vistas al viñedo, gastronomía gourmet y bar. Los huéspedes pueden también acceder a clases de pesca con mosca, salidas de trekking, cabalgatas, rafting en el río Corcovado (en verano), avistaje de aves, buceo y vuelos turísticos.
Viñas del Nant y Fall
Oriundo de Mar del Plata, Sergio Rodríguez conoció Trevelin hace casi 30 años atrás: “Vine de vacaciones. Cuando entré por primera vez era de noche, en invierno. Estaban las luces tenues de la plaza, había 60 cm de nieve acumulada y la única luz que se veía era la del salón central: estaban proyectando Cinema Paradiso. Además de lo paisajístico, me impactó la gran actividad cultural. Hoy lo que más disfruto de vivir acá es que después de trabajar todo el día en contacto con la naturaleza, te cambiás y tenés opciones de teatro, de música, de poesía o gastronomía”.
Sergio fue maestro de escuela y desarrolló su profesión de chef. Trabajó incluso muchos años como cocinero del pianista Bruno Gelber. Tras conocer Trevelin, se propuso cerrar su historia en el mar y tender puentes hacia la cordillera. Vendió el complejo de cabañas que tenía en el bosque Peralta Ramos y se mudó finalmente a Chubut junto a su hijo Emmanuel y sus padres.
“Estuvimos dos años limpiando el predio de rosa mosqueta, porque era lo único que había. Y como mi mamá es del norte de Italia y todos mis abuelos y bisabuelos siempre tuvieron viñedos allá, me planteé la posibilidad de seguir esa tradición y armar un viñedo aquí. Hicimos estudios de suelo, observamos los registros térmicos históricos, tomamos las temperaturas máximas y mínimas a diario durante un año, trabajamos sobre genética vegetal: todo dio como resultado que era posible plantar uva para vino siempre con una apropiada tecnología que nos permitiera convivir con las heladas”, dice.
A diferencia de otras regiones de la Argentina, en el valle de Trevelin hay alrededor de 30 heladas por ciclo productivo, algunas de hasta 14 horas de duración y de hasta 9 grados bajo cero. De todos modos, esa condición está entre las que definen la calidad y la identidad de los vinos, especialmente su acidez.
La familia Rodríguez plantó el primer cuadro de Pinot Noir en 2010 y en abril de 2016 hizo la primera vendimia. “Marcamos un antes y un después en la historia productiva del valle de Trevelin: aunque todavía no éramos conscientes, era la primera vez que se cosechaba uva para hacer vino acá. Habíamos corrido la frontera sur del vino, en una latitud antes impensada para la producción vitivinícola”, suma Sergio. Tres de las cuatro hectáreas del predio están dedicadas hoy al viñedo, con Pinot Noir, Riesling, Gewürztraminer y Chardonnay. Si bien Viñas del Nant y Fall tiene un potencial de 20.000 botellas anuales, hoy producen unas 12.000.
Además de las visitas guiadas –la bodega recibe unos 16.000 turistas anuales–, el emprendimiento ofrece diversas prestaciones turísticas, como un eco-parking para motorhomes, camping boutique, restaurante, juegos para niños y 500 metros de costa de río parquizada. “Inauguramos en 2013 y los primeros que llegaron fueron una pareja de ciclistas suizos con sus hijos pequeños, que estaban uniendo Colombia con Torres del Paine. Poco a poco, fuimos sumando servicios en relación con la demanda. La idea es que el que llega no tenga que preocuparse por nada”, cierra Sergio.
Casa Yagüe
Patricia Ferrari y Marcelo Yagüe compraron una chacra en 2004 sobre la ruta 259, muy cerca de la frontera con Chile. Buscaban una transformación personal y apostaron por algo que los apasiona. “Somos de Esquel pero vinimos desde siempre a esta región, solíamos acampar cuando nuestras hijas eran chicas. Luego de comprar el lugar, empezamos a plantar pasturas y a hacer un manejo regenerativo de los animales. Armamos un pequeño plantel de vacas Angus y luego sumamos ovejas. También empezamos a proteger los bosques nativos, que estaban muy talados. En 2013 nos mudamos con Marcelo para acá. Y en 2014 plantamos vides”, cuenta Patricia.
Al tercer año hicieron, junto a otros productores de la zona, el primer vino, que llamó mucho la atención entre sommeliers y críticos. El matrimonio fue invitado por Wines of Argentina a participar de un evento en Mendoza: los vinos de Casa Yagüe obtuvieron 90 puntos. “Dijimos: ‘¡Wow!, algo bueno hay en este lugar. No lo dudábamos, porque siempre tuvimos huerta. Todo lo que plantás crece de maravilla, porque es un valle muy fértil. Con ese resultado, nos entusiasmamos para seguir plantando”, suma Patricia.
En la primera hectárea plantada tenían Chardonnay y Sauvignon Blanc. En la segunda, plantada en 2017, agregaron Cabernet Franc, Sauvignon Blanc y Semillón (trajeron estacas de plantas de la Bodega Canale de Río Negro, plantadas en 1942). Al año siguiente (cuando construyeron la bodega), plantaron Pinot Noir y en 2019 volvieron a plantar Cabernet Franc y Chardonnay. Y en 2021, más Sauvignon Blanc y Pinot Noir. En las seis hectáreas que ocupa la plantación, también tienen unas líneas de Marsanne.
“Todas las plantas son a pie franco, no hay nada con portainjerto. Eso es casi único, porque acá no hay hongos ni filoxera”, dice. Son muy pocas las regiones libres de filoxera, un pulpón parásito de la vid. Para evitar esa plaga, en la mayoría de las vides productoras de uva para vino en el mundo se injerta la parte aérea de la especie europea a la parte subterránea de la americana, resistente al parásito.
Patricia camina entre las hileras y admite que, hace casi 20 años, arrancaron un proyecto sin pensarlo: “Veníamos los fines de semana a trabajar, le pusimos mucho amor, porque nos gustaba. Yo soy arquitecta y paisajista. Me gustan mucho las plantas, pero demandan mucho trabajo. La poda, por ejemplo, es clave para la calidad de la producción y la longevidad de las plantas. A su vez, nuestro viñedo es orgánico. Ahora estamos sembrando entrelíneas trébol, avena y mostaza, para aportar nutrientes de forma natural”.
Debajo de las plantas de vid hay 30 cm de suelo orgánico, seguido de tierra francoarenosa con piedras, más piedra con incrustaciones calcáreas y finalmente lecho de río. El excelente drenaje, la temperatura y el viento constante están entre los factores que ayudan a la sanidad de las plantas.
Además de las visitas guiadas a la plantación y un restaurante, Casa Yagüe cuenta con alojamiento: hay tres casas, para 5, 4 y 2 personas. Los huéspedes disfrutan de desayuno y cena con vistas a la plantación, además de degustaciones. El emprendimiento familiar produce actualmente unas 8000 botellas de vino por año.
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