La nueva modalidad de fiestas en zona norte que desvela a los adolescentes y estresa a los padres
La combinación de la pandemia y las redes sociales moldearon una nueva noche para los más jóvenes, en la que los boliches fueron quedando relegados
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Esta es la transcripción de un audio de WhatsApp que se envió a un chat de madres: “El tema con la fiesta en el barrio Santa Bárbara es que todavía los chicos no están en la lista de invitados. A mí todo el estrés de si están o no están en la lista, de dónde es la fiesta, de si entran o no a los barrios, todo el quilombo ese me agotó”.
En algunos chats de mamis y papis hay un tema sensible. Sus hijos, que en su gran mayoría son menores de edad, van a fiestas en casas, quintas o barrios privados en la zona norte de la provincia de Buenos Aires, que en general son organizadas por los compañeros de los chicos o por un gran universo de “conocidos”. Son fiestas hechas por jóvenes y para jóvenes, y a veces representan un gran dolor de cabeza para los padres. Y también para los vecinos de los barrios cerrados.
Como las fiestas se organizan por redes sociales y los anfitriones no quieren que vaya más gente de la debida, suelen pasar la dirección a último momento. Por eso, recién en la noche del viernes o el sábado los chicos reciben las coordenadas y es ahí cuando los padres deben organizarse para llevarlos. Pero una vez que llegan al lugar, no saben si sus hijos, independientemente de que figuren en una lista de invitados, podrán entrar al evento o si se quedarán en la calle porque la seguridad cortó el acceso. Y a toda esa incertidumbre, se suman las noches sin dormir porque la fiesta podría terminar de forma abrupta en cualquier instante de la madrugada y entonces los padres tendrán que salir al rescate para que los chicos no regresen solos a altas horas de la noche.
La combinación de la pandemia y las redes sociales moldearon una nueva noche para los más jóvenes. Muchos dicen que se diluyó la vieja aspiración de entrar al boliche siendo menores de edad, y que ahora el foco está puesto en las fiestas organizadas por los propios chicos que difunden la invitación a través de Instagram. A su vez, los que ya cumplieron 18 años, también prefieren los eventos en quintas alquiladas o en casas particulares antes que las discotecas porteñas o bonaerenses, sobre todo por una cuestión de presupuesto. Pero esta nueva modalidad trae algunas complicaciones: los padres pasan noches enteras pendientes del traslado de sus hijos porque no saben si lograrán, o no, entrar a la fiesta, y todo este movimiento en general se da en el ingreso a los barrios privados en donde a veces se generan algunos incidentes entre los jóvenes que no logran atravesar el filtro de la guardia privada.
Juana —no es su verdadero nombre— tiene 17 años. En su grupo de amigas, algunas tienen su misma edad y otras son un año más chicas. La posibilidad de que ingresen a un boliche para mayores todavía está lejos de concretarse. Entonces van a “previas eternas” en casas ubicadas en Pilar, Escobar o Tigre. Pero esos encuentros no son simples reuniones. Gracias a las herramientas digitales que permiten recaudar el dinero con anticipación, suelen ser eventos con barra de tragos y Dj en vivo.
“Se organizan fiestas en las casas. Tipo miércoles o jueves empiezan a juntar el dinero, en general a través de Mercado Pago, y con eso pagan la barra y el Dj, aunque también si querés podés llevar tu propio alcohol. La invitación te suele llegar por algún amigo o conocido”, señala Juana.
Describe también el incordio de la lista para ingresar a los barrios privados, en donde muchas veces se quedan afuera por algunos desbandes que se generan en la entrada. “En el ingreso a los barrios hay una lista que la tiene la guardia. Para que la gente no vaya a colarse, te avisan a último momento dónde es la fiesta y ahí nos lleva algún padre. A veces se arma bastante lío en la entrada de los barrios por la cantidad de chicos que llegan; tengo amigos que han cortado alambrados para meterse en las fiestas. Usualmente cuando los padres del organizador no están en la casa, la fiesta dura más, pero cuando están los padres se suelen pinchar antes porque se dan cuenta de que se está desbandando y cancelan todo”, agrega Juana.
Carla, de 16 años, que vive en San Isidro, también describe una dinámica similar. “En general nos enteramos porque arman cuentas de Instagram que se llaman “Jodas en Buenos Aires” o algún nombre similar y suben un flyer con la fecha y la zona de la fiesta, pero no te dan la dirección exacta hasta último momento. Esas suelen ser fiestas organizadas por empresas u organizadores de eventos y tienen barra y Dj. Las que son más caseras también hacen flyers, pero las difunden por grupos de amigos y, en general, ahí cada uno lleva su bebida. Yo todavía no pude ir a muchos boliches, pero igual prefiero las fiestas en casas porque los boliches son demasiado caros”, dice.
La odisea de los padres
La otra cara de este relato es la de Micaela, que es madre de dos adolescentes, una de 16 años y otro de 20. Ella asegura que los boliches, a partir del cierre que sufrieron por la pandemia, pasaron de moda. Dice que los jóvenes ahora asisten sobre todo a este tipo de fiestas y no deja de sorprenderse por el nivel de eventos que logran organizar los propios chicos.
“En el caso de mi hija de 16, a veces es difícil organizarse porque te dan la dirección a último momento y recién ahí tenemos que coordinar con otros padres para llevarlas y traerlas. Además, se arman unos líos tremendos en los barrios. Incluso, a veces se quedan tantos chicos afuera de la fiesta que me hija me dice que es más divertido estar afuera que adentro. Las entradas las suelen cobrar $2000, es un precio que les permite cubrir los gastos y el que organiza también se hace unos pesos”, dice Micaela.
Por otro lado, su hijo mayor, de 20 años, va a fiestas en descampados o quintas. Muchas veces, cuenta Micaela, esos eventos son masivos y llegan a convocar a 5000 personas. En ese caso, su hijo suele alquilar una combi con amigos que los traslada hasta el lugar, al que van muchas veces van sin tener entrada porque el presupuesto que manejan no les alcanza para abonarla e intentan colarse. “Estas fiestas se pusieron de moda durante la pandemia y desde entones se instalaron. Ahora mi hijo mayor prefiere ir a fiestas en quintas que ir a un boliche”, describe Micaela.
Y agrega: “Como padres estamos un poco desorientados por las cosas que pasan en los barrios o en las quintas con estas fiestas. Creo que con la pandemia perdimos un poco la brújula y muchas veces les permitimos ir a lugares en donde se dan situaciones con las que no estamos de acuerdo”.
Sobre todo en los barrios privados, este tipo de eventos han generado importantes problemas. Estos eventos a veces adquieren una dinámica compleja porque los propios asistentes empiezan a invitar a otros amigos a la fiesta y así los jóvenes se empiezan a acumular en el ingreso de los countries. También se generan desbandes cuando la fiesta termina y los chicos caminan hasta la salida de los barrios.
Por ejemplo, desde la Asociación Vecinal de Nordelta indicaron a LA NACION que el año pasado hubo fiestas de chicos de 16 o 17 años con más de 70 u 80 invitados. “La gente se agrupaba en la entrada del barrio esperando para entrar. En ese momento sacamos un comunicado recordando la conveniencia de pasar las listas de invitados con la suficiente antelación, para evitar demoras en la guardia, y recalcando la necesidad de tener en cuenta la seguridad de quienes participan en las fiestas, como también del resto de los vecinos. Después de eso no hemos tenido registro de ni denuncias por otras situaciones similares”, detallaron fuentes de la asociación.
Este mismo problema lo comparten también con otros barrios del Acceso Bancalari, como Laguna del Sol o Talar del Lago, aunque este medio no logró comunicarse con las autoridades de esos barrios.
Otra caso que demuestra la odisea de los padres es el de Agustina con su hija Sofía, de 15 años. Ella describe que Sofía se entera de las fiestas a través de sus amigas, por Instagram o gracias al boca a boca. “La mayoría son en zona norte. Las chicas tratan de alguna manera de estar en lista, pero la lista en general cierra muy rápido. Por lo que suelen ir de todos modos a la puerta y ven si pueden pasar, aunque si no estás en lista suele ser más cara la entrada. Como tienen 15 años nosotras no nos animamos a que vayan en Uber y nos turnamos entre los padres para llevarlas y traerlas. Pero eso no termina ahí, a mí me pasó de llevarlas y tener que estar en una esquina durante una hora escondida en el auto por si las chicas no entraban y las tenía que llevar de regreso”, relata con resignación.
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