La necesidad de salir de las crisis: se acercan tiempos difíciles
Nací en 1965 y pertenezco al 25% más viejo de la población mundial. El 75% de los habitantes de este mundo son más jóvenes que yo.
Quería empezar de esta manera, no para hacer catarsis sino para expresar mi experiencia de que, desde que soy chico, siempre escuché las frases "vienen épocas difíciles" y "va a haber mucha volatilidad". Con motivo del aniversario de los primeros 150 años de LA NACION, se me ocurrió decirles a los lectores, seguramente más jóvenes, lo mismo: se acercan tiempos difíciles y volátiles.
Los grandes conflictos económicos de los últimos tiempos (y de los próximos seguramente también) no solo se fundamentan en los avances tecnológicos sino también en los fuertes cambios demográficos.
Pero uno tiene un problema cuando no lo está esperando, cuando algo sorprende. Si uno lo está esperando, cuando el problema llega ya tiene su solución. Y más que un problema pasa a ser un alivio. Hay que prepararse, entonces, para lo siguiente.
Qué sabemos del mundo
1. Está fundido. La mayoría de los principales países del planeta tiene un déficit fiscal insostenible, generado por regímenes previsionales. Cuando estos fueron creados, la gente trabajaba 30 años y aportaba todos esos años. Luego se jubilaba y, a lo sumo, vivía diez años más, durante los cuales recibía una jubilación. Hoy, en promedio, una persona vive más cobrando (poco, por cierto) que aportando. Los fondos de pensión, ya sean públicos o privados, reciben menos aportes que lo que tienen que pagar, y solventarlos ya representa más del 50% del gasto promedio de una nación.
El lado malo es que vamos a ver cada vez más conflictos fiscales disfrazados de guerras comerciales, proteccionismos, multas por contaminación en forma de recaudación y no de prevención, más regulaciones que generan más burocracia, más arbitrajes fiscales. Veremos empresas que se mudan donde les cobran menos impuestos y Estados cambiando las reglas del juego en forma permanente. También veremos mayor conflictividad social, generada por la necesidad de cambiar derechos adquiridos, y mayor presión de ciertas ciudades para independizarse del poder central.
El lado bueno es que por mucho tiempo la tasa de interés seguirá siendo negativa. Eso quiere decir que el interés que pagamos es menor que la inflación. Se convertirá así en la única forma de financiar esos desequilibrios y dará el tiempo suficiente para hacer las reformas previsionales correspondientes, con el costo político que esto representa.
2. Cuando las tasas son negativas, generan burbujas de consumo. Si toman un crédito hipotecario hoy en Dinamarca o Alemania, a fin de mes el banco les acredita plata. No es chiste. ¿No se mudarían en ese contexto?
Será por esa razón que con un millón de dólares solo es posible comprar menos de 80 metros cuadrados en esos países, lo cual genera que el acceso a la vivienda sea imposible para los jóvenes. Estos se convierten en viajantes del mundo, en nómades, y eso cambia el sentido de pertenencia.
Entre nosotros, el efecto "Ahora 12" nos permite aumentar el consumo porque sabemos que la tasa negativa terminará licuando la deuda. Pero tarde o temprano las cuotas hay que pagarlas, y ya no es solo un tema de la tasa de interés sino de los ingresos para pagar esas cuotas.
Qué sabemos de la Argentina
- Va a reprogramar, reperfilar -o como quiera llamarlo el nuevo gobierno- su deuda. Mientras tanto, al menos por dos años, no va a pagar ni capital ni intereses. Entonces, el Estado no va a tomar dinero y dejaría ese espacio para el sector privado. (Hasta ahora el Estado se llevaba casi todo el ahorro privado vía Lete, Lecap o Leliq).
- Va a seguir el cepo cambiario, así que esos pesos tendrán restricciones para ir a dólares o tendrán que pagar un precio muy caro en un mercado alternativo.
- En ese escenario, la tasa de interés debería bajar, incluso convertirse en tasa negativa. Esto significa que un plazo fijo o instrumento financiero en pesos rendirá menos que la inflación.
- Como la Argentina todavía mantendría un déficit fiscal primario del 1% de su PBI, y no hay voluntarios para financiarlo, seguramente aparecerá algún impuesto extra o más emisión monetaria. Más pesos sin demanda de pesos es un escenario complicado.
- Ese impuesto extra recaerá en aquel sector que no sea invitado a formar parte de la mesa de concertación social. Hay un viejo dicho que dice que si alguien quiere hacer una ley para reformar la caza de perdices, consulta a todos menos a las perdices.
- Aquí aparece un resultado binario. Si se genera confianza, esos pesos irán al consumo. Y si persiste la confianza, puede aumentar la producción local sustituyendo importaciones, debido a las complicaciones que estas tendrían por precio y restricciones, y se crearía así un proceso virtuoso. Pero si no se genera esa confianza y no se aumenta la inversión para que aumente la oferta de productos, se podría generar un aumento de precios mayor. Más pesos/menos productos es una muy mala combinación. Este ciclo no es comparable al de 2003. Antes no había inercia inflacionaria porque veníamos de diez años sin inflación. Ahora no hay margen de error.
- Más allá del tipo de cambio, la Argentina no es competitiva. Los mayores costos que afronta un productor con respecto a países vecinos son las asignaciones familiares, el financiamiento y la burocracia exigida para una empresa de que cumpla trámites y regulaciones. Si esto no se modifica, seguiremos en los eternos ciclos argentinos. Solo que cada techo será más bajo, y cada piso, más profundo.
- La generación de confianza que se necesita para impulsar este resultado binario para el lado positivo no se compra ni se vende. Se siente o no se siente. Para cambiar el destino de un ciclo, ya no alcanza con la voluntad de los dirigentes; se necesita la voluntad de la población.