La naturaleza, como las catedrales
Cualquier análisis ambiental sobre la Argentina diagnosticaría que la fauna del país está siendo borrada del mapa nacional. De eso se están ocupando el desmonte, la erosión y, en particular, la agresiva expansión agrícola que desintegra los ecosistemas silvestres que quedan en pie. Además, la soja exige ser protegida con agroquímicos que envenenan cuerpos de agua, suelos, otras plantas, hongos, animales y hasta personas, porque, aunque cueste creerlo, hay pueblos fumigados.
En este mapa, la naturaleza queda fragmentada y reducida a "islas" rodeadas de "mares" peligrosos, donde acechan los piratas del furtivismo y del tráfico de fauna que operan para coleccionistas y compradores de "mascotas" ilegales.
Por suerte, inspectores de fauna, guardaparques y guardafaunas, gendarmes y policías realizan controles y decomisan esa "mercadería" viviente. Pero suelen toparse con males crónicos porque ¿qué hacen con esos animales?, ¿a dónde los llevan? Lo ideal sería liberarlos, pero es difícil: suelen estar lastimados, enfermos, estresados, discapacitados o en estado sanitario incierto. En esas condiciones liberarlos sería peligroso para la naturaleza. Por eso se necesita contar con centros de rescate que intenten rehabilitarlos para devolverles la funcionalidad que tenían en sus ecosistemas y reforzar su resiliencia. Hasta ahora el Estado se muestra impotente y dilata la reconversión de los actuales zoológicos en centros de este tipo.
Mientras tanto, organizaciones no gubernamentales y personas han intentado cubrir este vacío donde han podido, como el proyecto Reserva Carayá. La compasión impulsó a Alejandra Juárez a cuidar los monos decomisados en una suerte de orfanato desde hace casi 20 años. Y lo ha hecho a pulmón, dedicándoles su vida, con recursos siempre insuficientes y objetivos que necesitan resignificar su esfuerzo para alejarse de todo parecido a un zoológico cordobés.
Para eso necesita superar su marca, concretando programas de rehabilitación (sanitaria y física, psíquica y conductal) para reintroducir esta especie en áreas donde fue exterminada. Así podría contribuir a restaurar la naturaleza degradada.
Pienso que tenemos que emular el trabajo hecho en Europa con las catedrales bombardeadas durante la Segunda Guerra Mundial. Aunque aquí la paz ambiental no ha llegado, necesitamos crear más parques y reservas naturales y, a la vez, restaurar las "catedrales" que representan los grandes ecosistemas alterados.
Ahí es donde este tipo de proyectos debe insertarse, tal como lo hace el Centro de Rescate GüiráOgá en Misiones (con el apoyo de la Fundación Azara) yThe ConservationLand Trust en Corrientes. Allí, esta última ONG protege miles de hectáreas, reintrodujo el oso hormiguero (que se había extinguido en la provincia) y reforzó las poblaciones del amenazado venado de las pampas, mientras proyecta reintroducir el yaguareté. Hay mucho por hacer para que la naturaleza no se desangre en especies.
El autor es consejero de la Fundación Vida Silvestre y de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN)
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