“La muerte nos golpeaba todo el tiempo”: el crudo relato de una enfermera que luchó contra el Covid
Clara Paladino trabajaba en Fleni hasta que, en pleno pico de la primera ola, también se sumó como voluntaria al Hospital Solidario Austral; en el Día Internacional de la Enfermería, recuerda con tristeza a los pacientes que perdió, pese a los esfuerzos de todo el equipo de salud
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El despertador de Clara Paladino, enfermera, 28 años, sonó a las 5.30 de lunes a lunes durante los cinco meses que siguieron al primer pico de contagios de coronavirus. Los días de semana asistía a pacientes, como siempre, en la unidad coronaria y cerebrovascular de Fleni, en el barrio de Belgrano. Y los sábados y domingos, en vez de descansar, viajaba a Pilar para trabajar como enfermera voluntaria en el Hospital Solidario Covid Austral, donde cumplía guardias de 14 horas, de 9 a 21.
“Estábamos muertas de cansancio, dándolo todo”, recuerda Paladino, seis meses después de haber vivido esa experiencia, que describe como un torbellino de emociones. “Fue muy fuerte. La muerte nos golpeaba todo el tiempo, muy seguido. Yo estaba acostumbrada a ver fallecer pacientes en Fleni, pero no tan seguido”, agrega, durante la charla con LA NACION con motivo del Día Internacional de la Enfermería, que se celebra hoy.
En el Hospital Solidario, que funcionó desde junio hasta diciembre de 2020, el trabajo de los enfermeros trascendía la esfera sanitaria. Las personas que Paladino atendía en esa unidad de terapia intensiva (UTI) estaban aisladas, sin poder ver a sus familias, debido a que habían sido diagnosticados con Covid-19. Por lo tanto, además de estabilizar pacientes, asistir en la colocación de la vía arterial y administrar medicación, su trabajo también era ayudar a los internados a comunicarse por teléfono o videollamada con sus seres queridos y acompañarlos emocionalmente.
“La terapia era un espacio abierto dividido por biombos. Los pacientes se enteraban de todo lo que les estaba pasando a los de al lado, y cuando el de al lado empeoraba se angustiaban. Entonces hacíamos el trabajo de tranquilizarlos. En los casos más críticos, cuando ya no había nada más para hacer, ayudábamos a que tuvieran una muerte digna, a que no murieran solos”, detalla Paladino. Cuando los familiares de los enfermos estaban cerca, los enfermeros los contactaban, los vestían con el traje de bioseguridad y los acompañaban a que pudieran despedirse.
Vínculo emocional
El vínculo emocional que el personal de salud construyó con los pacientes también intensificó el efecto psicológico de los fallecimientos en los profesionales. Según Paladino, la relación construida durante esas internaciones, que en muchos casos eran de entre uno y tres meses, intensificó la alegría que sentía cuando uno de ellos era dado de alta, pero también la tristeza e impotencia cuando alguno moría.
“Fue muy duro. A veces pasaba que hablaba mucho con un paciente que ya estaba mejorando y, de repente, empeoraba y había que intubarlo. Una vez, en 24 horas murieron tres pacientes. El ánimo se nos fue por el piso. Empecé a pensar: ¿cuál es el punto de hacer todo esto? Tenemos todo el equipamiento, hacemos lo mejor que podemos y se mueren igual”, cuenta.
Como los tratamientos recomendados para pacientes graves con Covid fueron cambiando con el paso de la pandemia, Paladino dedicaba parte de su tiempo libre a leer nuevos papers y a hacer capacitaciones online. Su vida social y el contacto con sus familiares quedaron postergados durante meses, admite, no solo por la escasez de tiempo, sino también porque estaba en contacto muy cercano con el coronavirus.
Pasó dos meses, junio y julio, sin ver a su novio –cuyo padre tiene comorbilidades– y seis sin ver a sus propios padres. No frecuentó a nadie más que a las dos hermanas con las que vive: una de ellas, también enfermera, y la otra, médica, al igual que su madre.
“Estaba tan sumergida en el ritmo que me acostumbré al aislamiento. Cuando dejé de trabajar y empecé a ver a mis seres queridos, me di cuenta de la locura que habían sido esos meses”, reflexiona.
Invitación
Cuando en abril del año pasado Paladino recibió a través de un mail la propuesta de sumarse como voluntaria al Hospital Solidario Covid Austral, que todavía no había sido instalado, contestó que sí casi sin pensarlo. “Tenía ganas de aportar mi grano de arena a la pandemia y a la vez darle una buena atención a pacientes con pocos recursos económicos”, explica. Los pacientes que recibía en el hospital modular del Austral, que fue montado en la puerta del establecimiento privado, recibía a los pacientes que eran derivados del sistema sanitario del municipio de Pilar.
En octubre, Paladino se despidió de este centro de salud y siguió ejerciendo en Fleni. Hoy, recuerda esos meses sin descanso y destaca los momentos más lindos y emocionantes, especialmente cuando los enfermos eran dados de alta. Guarda en su celular las fotos que los pacientes recuperados se sacaban antes de volver a sus hogares con el personal de salud y los videos que le enviaban sus compañeros cuando egresaba un internado los días que ella no trabajaba ahí. Ahora, tiene la intención de volver al servicio voluntario, pero prefiere esperar un tiempo porque necesita recobrar fuerzas.
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