La mitad de las muertes por cáncer en el mundo se deben a factores de riesgo evitables
Los fallecimientos por causas prevenibles han aumentado un 20% en la última década por el crecimiento en los países en desarrollo
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MADRID.— Algunos de los causantes del cáncer tienen nombre y apellidos. No todos, pero buena parte de ellos, sí. Nombre, apellidos y remedio. Porque son evitables. Un estudio internacional publicado ayer en la revista The Lancet dibuja el impacto real de estos carcinógenos: casi la mitad de las muertes por cáncer que se produjeron en el mundo en 2019 (4,45 millones), se deben a factores de riesgo evitables, como el tabaco, el alcohol, la obesidad, la polución, las dietas poco saludables o la exposición laboral a elementos nocivos como el amianto, entre otros.
Hace unos meses, otro oncólogo, el francés Thierry Philip, apuntaba en la diana del gran enemigo: “Si los europeos menores de 20 años dejasen mañana de fumar, la mortalidad por cáncer se reduciría a la mitad en 50 años”.
Los investigadores revisaron los datos del estudio de carga global de enfermedades, lesiones y factores de riesgo (GBD, por sus siglas en inglés), que analiza 369 causas de muerte y discapacidad y 87 factores de riesgo para 204 países y territorios. En concreto, se centraron en estudiar el impacto de 34 factores de riesgo en las muertes y la mala salud de 23 tipos de cáncer y encontraron que, efectivamente, estos factores de riesgo explican el 44,4% de las muertes por cáncer en el mundo. Más en hombres que en mujeres: la mitad de todas las muertes masculinas por cáncer y más de un tercio de los decesos derivados de procesos oncológicos en ellas tienen como punto de partida estos elementos potencialmente prevenibles.
Hay factores de riesgo ambientales, como la polución; comportamentales, como fumar, beber alcohol o practicar sexo no seguro; y metabólicos, como los altos índices de masa corporal o niveles elevados de glucosa en sangre. Pero en el punto de mira está, especialmente, el tabaco, que azuza la aparición de hasta 16 tipos de cáncer. Es el factor de riesgo más determinante, a años luz del segundo, el alcohol, y del tercero, los altos índices de masa corporal, que se asocian con el sobrepeso y la obesidad. Para ver el impacto de cada uno de ellos, los investigadores usaron el indicador de años de vida ajustados por discapacidad (DALY, por sus siglas en inglés), que mide la carga de enfermedad global y expresa los años perdidos debido a enfermedad, discapacidad o muerte prematura. La tasa de DALY estandarizada por edad para el tabaco era de 677,3 años perdidos por 100.000 habitantes/año, mientras que la tasa para el alcohol era de 155 y para los índices altos de masa corporal, 134.
Los investigadores encontraron también diferencias entre hombres y mujeres: ellos están más expuestos a esos factores de riesgo y la carga de la enfermedad se traduce en más años perdidos debido a la enfermedad, discapacidad o muerte prematura que provoca el cáncer. Hubo disparidad en los DALY atribuidos a fumar y consumo de alcohol, mucho mayores en hombres, “lo que podría deberse a una mayor exposición a estos factores de riesgo conductuales entre los hombres que entre las mujeres”, explican los autores. Asimismo, los años de vida ajustados por discapacidad atribuibles a carcinógenos en el trabajo también fueron más elevados en ellos, lo que podría indicar, añaden los investigadores, “que los hombres son más propensos que las mujeres a ser empleados en lugares de trabajo con mayor riesgo de exposición a carcinógenos”.
Auge de riesgos metabólicos
A pesar de que estos factores de riesgo son viejos conocidos de los oncólogos y de la ciudadanía, la investigación alerta de que las muertes asociadas a estos factores prevenibles han aumentado un 20% en la última década. Y aunque el tabaco sigue a la cabeza como el gran espoleador del cáncer, los riesgos metabólicos representaron el mayor aumento porcentual en las muertes por cáncer y la mala salud, con un incremento de las muertes del 34,7 %.
El peso de los factores metabólicos crece a la par que los índices de obesidad y sobrepeso, que se han disparado en los últimos 20 años: según el repositorio de datos Our World in Data, el exceso de grasa ha pasado de ser el causante de dos millones de muertes en 1990 a alcanzar los cinco millones en 2019. La comunidad científica ha alertado, además, de que las dietas poco saludables y el sedentarismo que inducen a la obesidad siguen al alza y los niveles de sobrepeso también, en adultos y en niños. Una investigación del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM) de Barcelona concluyó en 2019 que ocho de cada 10 hombres y el 55% de las mujeres tendrán sobrepeso u obesidad en 2030.
La situación, por países, es muy variable. Pero la carga de enfermedad más elevada está en los estados más desarrollados. A pesar de disponer de más acceso al diagnóstico, los mejores tratamientos y tasas de supervivencia más elevada, tiene todo el sentido que la carga de esta enfermedad recaiga sobre los países ricos, explica Esteve Fernández, director de Epidemiología, Prevención y Control del Cáncer del Instituto Catalán de Oncología: “El cáncer es una enfermedad crónica propia de los países desarrollados y es hacia donde van los países en desarrollo. A medida que crece un país, evoluciona de un patrón de enfermedades infecciosas a un patrón de enfermedades crónicas”.
Precisamente, apunta la investigación, los países de medios o bajos ingresos están en plena “transición epidemiológica”: si bien en 2019 el peso de los años de vida perdidos atribuibles a los factores de riesgo del cáncer solía aumentar en los países ricos, al ver la evolución de la última década, esas tasas de DALY cayeron en los territorios más desarrollados y los valores aumentaron en los países de medios-bajos ingresos. “El aumento de la carga de cáncer atribuible al riesgo metabólico podría ser el resultado de que estos países experimenten una transición epidemiológica en la que las mejoras en el estado de desarrollo a nivel de país están relacionadas con el aumento de los niveles de obesidad”, sopesan los investigadores en el artículo.
La ratio de DALY ajustada por edad para los factores ambientales y ocupacionales, como la exposición a la polución o a carcinógenos como el amianto, el cadmio o el cromo, está disparada en China y casi toda Europa (excepto España, Portugal, Irlanda y algunos países del centro del continente). La ratio de DALY para los factores comportamentales, como el tabaco, el alcohol o las dietas no saludables, están bajas en los países escandinavos, mientras que en el este de Europa y Argentina, por ejemplo, se muestran en los umbrales más elevados; España, Francia, Italia, Reino Unido y Norteamérica están justo detrás de los niveles más altos. El peso de los riesgos metabólicos, por su parte, se muestra con más dureza en Estados Unidos, parte de América Latina, Reino Unido y el Este de Europa.
Muertes evitables
Rodríguez asegura que el estudio es de mucha calidad: “Y nos viene a decir de forma indirecta cuáles son las muertes evitables. El 45% de las muertes por cáncer dependen de factores de riesgo que podríamos modificar y, por tanto, evitar”. La otra mitad de decesos, añade Rodríguez, se apunta a otras causas: desde hereditarias, hasta otros factores de riesgo no prevenibles, como el envejecimiento, o variables aún por conocer. De hecho, los propios investigadores señalan en el artículo que, entre sus limitaciones, aparte de la propia recogida de datos, que es más o menos compleja según el país, está que los factores de riesgo incluidos en el estudio “se basan en el conocimiento actual de los factores de riesgo de cáncer, pero a medida que se amplía el conocimiento, puede haber factores de riesgo adicionales importantes para incorporar” a otras actualizaciones del GBD, apuntan. “Además, existen factores de riesgo conocidos para el cáncer, como la exposición a la luz solar (es decir, radiación ultravioleta) y agentes infecciosos, como Helicobacter pylori, que no están incluidos en el estudio GBD”, añaden.
Los investigadores señalan la necesidad de “más compromiso político” para alentar políticas de salud para prevenir el cáncer. “A nivel mundial, ha habido un progreso sustancial en la reducción de la exposición a tabaco que se puede vincular a esfuerzos de prevención nacionales e internacionales coordinados. Las intervenciones a través de políticas tributarias y regulatorias para el tabaquismo, incluidas políticas libres de humo, aumento de los impuestos al tabaco y prohibiciones publicitarias (...) ha desempeñado un papel importante en estos esfuerzos. Se han recomendado esfuerzos similares, incluidos impuestos y prohibiciones publicitarias, para ayudar a reducir el uso nocivo del alcohol”, apuntan.
Fernández asegura que todavía queda mucho recorrido para seguir ganando espacios y vidas al tabaco. “Su impacto es entre cuatro y cinco veces más elevado que el resto de factores. Lo triste es que no hagamos nada y lo peor es que sabes qué políticas funcionan, pero los gobiernos no las implementas. Hay una brecha entre lo que sabemos que funciona y lo que se pone en práctica: la legislación de espacios sin humos va bien porque protege a los no fumadores y hace que los fumadores se lo piensen. También sabemos que subir el precio disminuye la compra de tabaco y controlar la publicidad o hacer el empaquetado genérico. Son medidas baratas”, defiende el experto, que también propone incrementar los impuestos a las bebidas azucaradas o quitar máquinas expendedoras con productos poco saludables de las escuelas.
Por Jessica Mouzo
©EL PAÍS, SL
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