La mirada de una experta: cómo generar el interés de los adolescentes en el aula y qué hacer para reducir la desigualdad académica en la universidad
En una entrevista con LA NACION, Paola Scarinci Delbosco, flamante presidenta de Academia Nacional de Educación, analiza los principales problemas y desafíos de la enseñanza en la Argentina
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Tiene casi tantos títulos académicos y trabajos como hijos, y habla con igual pasión de los desafíos que enfrenta la educación en las escuelas argentinas como de las interminables anécdotas que conforman su álbum familiar, con nueve hijos y 34 nietos. Paola Scarinci Delbosco es doctora en Filosofía por la Universitá La Sapienza, de Roma, y entre algunas de las aulas en las que hoy reparte su tiempo está la cátedra de Deontología en la carrera de Comunicación Social de la Universidad Austral, las clases de Ética de la Comunicación en los posgrados de esa misma casa de altos estudios y las horas como profesora en el IAE Business School.
Fue docente del nivel secundario durante 14 años, mientras vivía en Italia, y desde hace un mes es la flamante presidenta de la Academia Nacional de Educación (ANE). Sucedió en el cargo a Guillermo Jaim Etcheverry, y se apresura en señalar que no es la primera mujer en ocupar ese rol.
En una entrevista con LA NACION, Delbosco reflexiona sobre el contexto actual de la educación, analiza las medidas adoptadas recientemente –como la propuesta de sumar una hora más de clases en las escuelas primarias de todo el país–, y elabora distintas hipótesis sobre escenarios complejos como la deserción en el nivel secundario, la falta de conocimientos básicos que hoy tienen los estudiantes de los primeros años de la facultad y la brecha en materia educativa, que la pandemia profundizó.
–¿Cuál es el objetivo de la Academia Nacional de Educación?
–La Academia busca generar mejoras en la enseñanza en todos los niveles formativos, pero no tiene una función ejecutiva. Deberíamos ser un lugar donde se hable, se discutan proyectos y se propongan ideas para dinamizar la educación. Surgió hace 38 años, y lo que la enriquece es la cantidad de gente de distintos ámbitos académicos y niveles que siempre están pensando en innovar.
–En uno de los últimos documentos publicados, las autoridades de la Academia reclamaron a las autoridades que empezaran a educar en serio. ¿Qué quiere decir educar en serio?
–Creo que hay una especie de lamento general en la sociedad sobre lo mal que está la educación; un diagnóstico catastrófico, que ahoga. Si todo está perdido es difícil sacar fuerzas para arreglar la situación. Es verdad que hay números que no ayudan, y hace poco el Observatorio Argentinos por la Educación dio una estadística que dice que apenas el 16% de los estudiantes egresa del colegio secundario en término. Hace décadas que las autoridades hablan de inclusión social, y eso es algo que no se logra con la degradación de la calidad y del contenido de la enseñanza. La escuela pública es un indicador de igualdad, y si la escuela no funciona bien el país no crece.
–¿Cuáles fueron las principales medidas tomadas durante la pandemia que afectaron las trayectorias escolares?
–El distanciamiento sirvió para prevenir el contagio ante una enfermedad desconocida. Estábamos frente a un fenómeno mundial y en un principio fue lógico. Claramente, se prolongó demasiado, mucho más de lo deseado, y 2021 también fue un año atípico. Por supuesto que se enseñó menos y se aprendió menos aún, muy por debajo de los estándares normales. Además, las periferias en el país también son periferias tecnológicas, y con un celular compartido entre varios hermanos mucho no se podía hacer. Tampoco se enseñaron las rutinas que forman parte de la escuela y los hábitos de convivencia. Volvimos ahora a la normalidad, pero no se pudo volver al ritmo que llevábamos antes. Es lógico que estemos mucho peor. También se habló mucho de la educación en estos dos años, pero me da la impresión de que está en los primeros lugares de importancia.
–¿Qué opina sobre la propuesta del Ministerio de Educación de sumar una hora más de clases en las escuelas primarias?
–De repente se alarga una hora más el trabajo en la escuela. Era lógico que la medida iba a levantar protestas por todos lados. De quienes tienen que trabajar una hora más, de los alumnos y de los padres, que ven revolucionada toda su lógica familiar. El descalabro era previsible, y un cambio así no se puede introducir en la mitad del camino, cuando las clases ya empezaron para todos.
–¿Una hora más de clases es una medida suficiente?
–Alargar el tiempo de enseñanza en una hora no alcanza, porque a esa propuesta hay que rellenarla. No es solo anclar a los chicos en el aula una hora más. Faltan elementos que nadie supo cuáles eran, y la Academia está expectante para ver cómo se llevará a cabo. Sí creo que podría ser una medida interesante que las escuelas ofrezcan cursos para robustecer lo que no se pudo aprender.
–¿Qué contenidos hay que robustecer?
–Ya lo sabemos, todas las pruebas internacionales y locales siempre dan los mismos resultados. Que los chicos tienen un nivel por debajo de lo esperado en matemática y serias dificultades en lengua, de comprensión lectora y expresión escrita. Hay que enfocarse también en la educación inicial, es clave. A esa edad, el interés por el mundo ya lo tienen, y creo que exponerlos a las pantallas les apaga ese interés.
–La respuesta de muchos adolescentes es que lo que se enseña en el colegio no los atrapa. ¿Cómo se genera el interés?
–Tengo una respuesta elaborada basada en la experiencia y la intuición, después de 14 años como docente en el nivel medio. Es verdad que en el jardín y la primaria los chicos están interesados por el mundo, la historia, los secretos de la materia. Todo lo que se les presente les interesa. Con mis nietos estuvimos toda una tarde jugando con imanes y hablando de la fuerza de atracción y repulsión, que era lo que más les llamaba la atención. Para los adolescentes, el foco de interés está en ellos mismos y en su relación con sus pares, y creo que la persona adulta que los acompaña en esa fase de crecimiento tiene que saber cómo acercarse. El adolescente necesita que lo guíen en sus talentos, que le digan en qué son buenos y se destacan. Y que también lo ayuden en su relación con el grupo, en el lugar que ocupan entre sus pares. Una vez que eso sucede, se forma un puente que no se rompe, y el interés académico está casi garantizado.
–¿Cómo ve a los alumnos que comenzaron la universidad en pandemia?
–Tengo una buena y una mala noticia. En estos dos años de imperfecto acceso al conocimiento, hay chicos que comenzaron primer año de la facultad con serias dificultades. No saben sintetizar, no captan el núcleo de una propuesta. Muchos profesores me han dicho esto. Hay un hueco muy grande que compensar. En los posgrados que doy hay muchos cursos de nivelación, porque hay estudiantes que, por ejemplo, vienen más del campo de las humanidades y les falta conocimiento en finanzas para esa especialización. Algo así se podría replicar en las facultades. Renegar de la exigencia y equiparar bajando el nivel, sería algo imperdonable.
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