"La mamá de Leandro lo encontró intubado, en terapia intensiva"
Así lo describió el tío de una de las víctimas que está en grave estado, en el hospital Fernández; la angustiosa búsqueda de los familiares
Osvaldo y su hijo están apoyados contra las rejas del hospital Fernández. Fueron de los primeros en llegar. Su cuñada lo llamó desesperada: la policía acababa de avisarle que su hijo Leandro, de 24 años, estaba internado por una intoxicación mientras estaba en la fiesta Time Warp, en Costa Salguero. Como ella vive en Banfield, iban a tardar una eternidad en llegar al hospital y ella necesitaba saber ya cómo estaba su hijo. Entonces, Osvaldo, que vive más cerca, fue inmediatamente al Fernández. "La mamá de Leandro pudo entrar a verlo. Lo encontró intubado, en terapia intensiva. Pero se acercó y Leandro le apretó la mano", cuenta Osvaldo, esperanzado.
A pocos metros, una pareja baja casi corriendo la explanada de la entrada del hospital Fernández. Logra abrirse paso a los empujones entre la gente que está en la puerta de la guardia médica. "¿Mi hijo está acá? Fue a la fiesta de música electrónica", grita la mujer segundos antes de largarse a llorar.
Esta escena se repite una y otra vez. Familiares, amigos, conocidos, se acercan al hospital buscando noticias. Se acaban de enterar de la tragedia -cinco muertos, cinco internados- y están desesperados por saber si sus conocidos forman parte de la lista.
Con el maquillaje corrido, Charo está sentada en la puerta de la guardia. Intenta comunicarse una y otra vez con su novio, sus amigos o su familia. "Estábamos en la fiesta y lo perdí. No lo encontré más. No lo encuentro desde eso. La familia fue a Costa Salguero a ver los cuerpos. Yo me muero? me muero si le pasó algo", comenta atragantada por el llanto. No logra contener más las lágrimas. Desconsolada llora en los hombros de una desconocida. Una psicóloga del SAME se acerca, la abraza y la lleva adentro. Unas horas más tarde se enteraría de que su novio había muerto.
Mientras, la escena se repite en sentido contrario: otra chica y otra empleada del SAME salen abrazadas del hospital. La chica se lanza a los brazos de un amigo que la espera afuera. Una tercera amiga le pregunta: "¿Qué pasa?" La psicóloga le responde. La cara de la chica es suficiente para saber lo que dijo: la tragedia los tocó de cerca.
Ligia busca a su hija Juliana, de 19 años. Esta mañana su otra hija la llamó para decirle que Juliana no había vuelto a dormir a la casa paterna y no atendía el celular. Ligia respira. Acaba de sacarse una terrible duda: su hija no está en la lista. "Me fui y volví porque no me animaba a preguntar si había mujeres entre los muertos", cuenta todavía temblando.
"¿Tiene un expansor en la oreja?", le pregunta uno de los médicos a un chico que se acercó a buscar a su hermano, Federico de Pedro. Federico viajó desde Mar del Plata a Buenos Aires con tres amigos para asistir a la fiesta. "No, tiene un tatuaje gigante de River en la espalda", responde su hermano. "Acá en la lista no figura y el chico que aún no está identificado tiene un expansor", le responde un empleado del SAME.
El hermano de Federico y su novia salen disparados. "Los policías nos dijeron que no nos quedemos con los datos de acá, que vayamos a ver a los otros hospitales", cuenta el hermano. En la lista del Fernández aparecen sólo los chicos internados en ese centro médico. No están los nombres de los fallecidos ni los internados en los hospitales Argerich y Rivadavia, ni de los dos chicos cuyos cuerpos sin vida esperaban ser reconocidos en el complejo Costa Salguero. La policía, el SAME y las autoridades del Ministerio de Salud porteño no quisieron dar a conocer oficialmente los datos de los fallecidos e internados.
Los familiares recorren los tres hospitales y eludiendo la noticia que nadie quiere recibir, dejan para el final el reconocimiento en Costa Salguero. Algunos vuelven y cuentan que en el complejo la policía no los deja entrar a identificar los dos cuerpos que permanecían hasta ayer en el lugar.
Osvaldo vuelve a salir a tomar aire. Es difícil estar dentro del hospital. Cuenta que unos empleados de la institución acaban de pasar con el cuerpo inerte de uno de los chicos en una camilla. El hijo de Osvaldo no puede dejar de pensar en su primo Leandro. Leandro fanático de Banfield y, hace sólo seis días, habían visto el clásico contra Lanús juntos en la cancha.
Una movida que cambió mucho
- En 1997, unos cientos de bailarines atentos a las últimas tendencias se arremolinaron en Costanera Sur, en una de las primeras raves locales, gratis y con el respaldo del Instituto Goethe. Ahora, la escena electrónica local está masificada, con fiestas multitudinarias organizadas por grandes productoras, en general franquicias de eventos internacionales con artistas relevantes. Creamfields tiene su versión local desde 2001; el Sónar barcelonés desembarcó el año pasado, con Chemical Brothers a la cabeza; el alemán Time Warp cumplía anoche su tercera edición. Todas comparten la idea de bailar la noche entera, disfrutando de la música y de las luces. Las propuestas abundan: desde las Moonpark y las Yoga Raves (se medita y no se toma alcohol) hasta encuentros en quintas o campos.