La lucha de un padre. "Este chico no se va a poder mover más", le pronosticaron
Un llamado que lo cambió todo. Diego Abel Ribeiro estaba trabajando en microcentro cuando le sonó el celular. Del otro lado, le dieron la noticia: en un intento de robo su hijo, Wolfgang, había recibido un tiro en el cuello. Era junio de 2016 y hacía una semana que le habían festejado el cumpleaños número 16.
Ese día, su hijo había salido de su escuela en la localidad bonaerense de Isidro Casanova junto a tres amigos. Un recorrido típico: terminaban gimnasia, cargaban la SUBE y de ahí iban a su casa. Un joven de 27 años los interceptó para robarles. "Les pidió el celular. Wolfie -como él lo llama- se lo dio y cuando se dio vuelta para apuntarle a una de las chicas él se le tiró encima para defenderla. En el forcejeo, el hombre disparó".
"Corté y salí volando del trabajo para el hospital. Cuando llegué estaban todos llorando, abrazándose. Entré a la guardia y lo vi: estaba tapado y entubado, sin mover nada", recuerda Diego en diálogo con LA NACION. Todavía en shock, salió a buscar a una doctora para intentar entender lo que había sucedido, y la mujer pronunció las palabras más duras que aún hoy, tres años después, siguen resonando en su cabeza: "Este chico no se va a poder mover más".
Diego estuvo 8 horas en la guardia, hasta que lo trasladaron a una clínica en la que su hijo estuvo internado por un mes en terapia intensiva; tenía una lesión en la médula. En ese momento, él y el resto de su familia no lo sabían, pero los esperaban meses en los que vivirían viajando desde su casa en Laferrere hacia distintas clínicas y hospitales, en un ritmo de vida totalmente nómade e incierto.
"El parte médico fue desgarrador. Nos dijeron que estaba... -Diego suspira, hace una pausa de unos segundos y continúa la frase- cuadripléjico y que no sabían si se iba a despertar o a volver a moverse". Al día siguiente, se despertó. "No podía hablar pero se hizo entender y me dijo que no sentía las piernas". En sus palabras se escucha el orgullo que siente por cómo su hijo está afrontando esta situación.
Diego lo define como "una roca", y cuenta que en la última clínica en la que estuvieron le hicieron unas pruebas para sacarle el respirador al que estaba permanentemente conectado. "Le dieron mal y nos bajaron el pulgar. Nos decían: ‘Va a quedar así, se va a quedar con el respirador de por vida’".
Ante este panorama, Diego y su familia decidieron refaccionar su casa, ampliar las puertas, agrandar el baño y adaptar todo para que Wolfgang pudiera volver a vivir ahí. "Me decía que no quería estar encerrado, y al menos así podíamos estar las 24 horas con él", dice el padre, y se lamenta de que la vida de su hijo sigue siendo "muy esclava". "Todos los días lo mismo: de la cama a la silla, de ahí a la computadora y a la cama de nuevo".
Pero como su hijo "sentía que podía dar más", comenzaron un nuevo proceso. Acompañados por profesionales poco a poco pudo dejar de depender del respirador. "Hoy solo lo usa cuando duerme". Para ellos, esta es una batalla ganada que da paso a la siguiente etapa: Cuba.
Diego había escuchado que algunas personas se habían ido a atender al país de centroamérica y "salían caminando", y por eso contactó a una clínica de allá cuando su hijo estaba internado. En ese momento, desde el centro le habían dicho que no porque consideraban que era peligroso que viajara con respirador, pero el nuevo logro de Wolfgang reabrió la posibilidad de que ingrese para hacerse un tratamiento.
Según cuenta, el costo es de 15 mil dólares. "Mis familiares ya no pueden ayudarnos. Y yo creo que, como fue un hecho de inseguridad, corresponde que el Estado se haga cargo", sostiene, y agrega que, al no recibir el respuestas oficiales, optó por pedir ayuda en las redes, puntualmente en Facebook e Instagram en una cuenta que se llama "Wolfie nos necesita".
Diego tiene toda su esperanza puesta en ese tratamiento. Él desea que su hijo pueda viajar y hacer las mismas cosas que los demás jóvenes de su edad. Sin embargo, cuando piensa en la posibilidad de que vuelva a correr se sumerge en una carcajada que encierra la sensación de que ese es un logro demasiado lejano. Hoy con verlo sortear obstáculos más pequeños, su casa volvería a sentir un poco de normalidad. "Una doctora vino a revisarlo y dijo que podría comer solo, con una prótesis en el brazo y usando un tenedor más largo", celebra.
Por momentos, a lo largo de la entrevista la dificultad se hace a un lado y deja lugar a la esperanza. "Él es como yo, le gusta hacer deporte, no mirarlos", dice, en presente, como si el tiempo no hubiera pasado, y cuenta que Wolfgang siempre fue muy activo: aprendió solo a tocar la guitarra y de chico hizo básquet, natación, pesas y se estaba por anotar a kick boxing.
Toda su energía está puesta en que su hijo se recupere y no deja lugar al odio. Con dolor pero calmado, dice que -por las cámaras- la policía ya identificó al agresor, pero que el hombre se dio a la fuga. Diego tiene una foto que el atacante subió a su Facebook el día del robo, en la que está mirando hacia un espejo con el teléfono de Wolfgang en su mano.
Además, cuenta que llegó a hablar con la hermana. "Me escribió por Facebook cuando Wolfie estaba internado para que levante la denuncia porque le habíamos arruinado la vida a su hermano. Me dio bronca, pero yo no insulto a nadie, no soy así. Le hablé y traté de que entienda".
No olvida esa tarde pero tiene la mirada puesta en el futuro de su hijo. Sueña con que pueda recuperar su vida social, y proyecta: "El siempre dice que quiere manejar un auto o una moto, viajar, conocer la Argentina, estudiar... Es un pibe que piensa para bien". Ni su familia, ni Wolfgang se dejan vencer. Desde que fue el robo, los profesores fueron a la clínica y a su casa hasta que pudo terminar el secundario.
A sus 18 años, Wolfgang se anotó en Psicología con el sistema de UBA 21. Diego le propuso que encabece un movimiento para las víctimas de inseguridad para que no estén tan desprotegidos antes y después de los hechos de violencia. "Le gustó la idea así que quiere estudiar para devolver todo lo que ayudan".
Datos para colaborar con la causa
Cuenta Solidaria Supervielle: Sucursal 055-Olivos
Caja de ahorro en pesos: 03787025-001
CBU 0270055720037870250015
Alias: WOLFIECUBA
Titular: Wolfgang Sebastián Ribeiro Couto
Cuil 20-42660116-9
Contacto: 15-5560-5007