La loca del "taper", la mujer que compra helado y lleva su propio envase
En la cartera de la diseñadora Dafna Nudelman siempre hay un tupper. No sólo eso: también hay una botella para cargar agua, un juego de cubiertos de madera y un sorbete de metal. Además, una bolsa reutilizable y, si piensa pasar por la verdulería, un ejército de bolsitas de tela más pequeñas con la leyenda "tomates", "cebolla", "papa", "zanahorias". En cada una, cabe un kilo. Cuando quiere algo rico, Dafna sale de su casa, en Almagro y camina hasta la heladería de la vuelta, donde ya la conocen por su apodo: "La loca del taper", así, con A, como suena. Así la bautizaron la primera vez que, en mayo del año pasado, puso su propio tupper sobre el mostrador y pidió un cuarto de dulce de leche granizado, chocolate y granizado. El heladero la miró desconcertada, pero cuando ella le explicó el motivo, accedió a su pedido. Le pesó el contenedor vacío y después se lo llenó de helado. "No, no me pongas cucharita. Traje la mía", le dijo.
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"Me encanta el helado, pero un día me empezó a parecer ridículo que cada vez que iba a la heladería volvía con un potecito de telgopor, que es un material plástico y difícil de reciclar. Entonces decidí llevar mi propio contenedor. Y una vez que lo hacés, te das cuenta que es tan sencillo como tomar la decisión", cuenta.
No pasó mucho hasta que Dafna se convirtiera en La loca del taper en las redes. Su cuenta en Instagram (@lalocadeltaper) hizo furor. Tiene casi 20.000 seguidores y su foto de perfil es ese tupper plegable amarillo que siempre va en su cartera. "Soy una antiinfluencer, porque lo que propongo es consumir menos. Soy una activista del no. Mi slogan es, si es descartable, no gracias. El tupper siempre va conmigo. A veces vacío, otras veces, lleno. Si un día me quiero comprar comida, tengo la forma de evitar la bandejita de plástico", explica.
Militancia tupper
Su militancia se inscribe tanto en la lucha contra el plástico como en el desafío de la basura cero, donde el primer blanco son los materiales descartables y de un solo uso: primero fueron las bolsas de supermercado. Después, las pajitas que se prohibieron en Pinamar, Mar del Plata y también en la ciudad de Buenos Aires. Y ahora la mira está puesta en las botellitas individuales.
¿Por qué el mundo pone en jaque al plástico de un solo uso? La razón es de reducir la enorme cantidad de basura que llega a los océanos: unas 600.000 toneladas al año. Y más del 80% de la basura de los mares es plástico. A este ritmo, advierten, para 2050, en el mar habrá más plástico que peces, según estimó recientemente el Foro Económico Mundial. Los objetos de plástico descartable, que no se reciclan y generan un fuerte impacto, sobre todo cuando van a parar al mar: los peces y aves los comen enteros y mueren atragantados. Cada argentino utiliza unos 43,2kg de plástico por año, según datos del sector, y sólo el 24% de los residuos plásticos domésticos se reciclan post-consumo.
La lucha de Dafna empezó en 2010, cuando estudiaba Diseño en la UBA y formó parte del proyecto FADU Verde: para reciclar apuntes, maquetas, cartones y todos los materiales que rodean al estudio de las carreras como diseño y arquitectura. En noviembre próximo, viajará a Shenzhen, China para ser parte del proyecto Unleash, que es un laboratorio de innovación global que reúne a personas de todo el mundo para transformar 1000 ideas personales en cientos de ideas y construir redes globales duraderas en torno a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Ella representa al país en el objetivo "Consumo responsable".
¿Cómo reacciona el heladero cuando le muestra el tupper? "Suele haber resistencia", explica Dafna. "Hay un proyecto de ley en Diputados para prohibir los plásticos de un solo uso. Y ahí el tema de la bromatología es un límite. Muchos establecimientos tienen miedo de aceptarte el tupper porque tienen miedo de lo que puede llegar a pasar. Y tiene lógica. Pero ahora nos damos cuenta también que es ridículo que estemos aportando un material eterno que lo usamos apenas cinco minutos, tenemos que repensar cómo hacemos para que no ocurra", dice.
Siempre le hacen la misma pregunta: ¿No puede reciclar? "Sí y no. Es un mito. Apenas el 9 por ciento del plástico a nivel mundial se recicla. Es una ilusión que creamos para no sentir culpa. El mejor residuo es el que no se genera", insiste.
El cambio de hábitos llegó de a poco a su vida y se fue expandiendo a las distintas áreas: En el baño de la casa de Dafna, el shampoo es en barra y el cepillo de dientes, de bambú. Hay copa menstrual en lugar de toallitas, protectores diarios de tela que se meten en el lavarropas, detergente natural hecho en casa: para desengrasar usa agua y vinagre, que dice es su limpiador universal.
Cada seis meses compra un bidón de cinco litros y se asegura de reutilizarlo después. Para lavar otro tipo de vajilla, disuelve jabón blanco en una botellita. Al vinagre, le agrega cáscaras de cítricos y asegura que la limpieza y desinfección sea total, sin contaminantes. Para poner el lavarropas también tiene opciones, según cuenta en los videos y post de su Instagram: el jabón es de los que se compran y se rellenan, ella elige una empresa que usa materiales biodegradables. Tiene su compostera, donde recicla sus residuos orgánicos con lombrices californianas. Otro cambio: dejó de comprar leche. No porque no la consuma. "No me hice vegana ni pienso hacerme. Pero como vivo sola, el consumo de leche es poco. Entonces compro leche en polvo y el impacto en envases en mucho menor", dice. Pero todos esos cambios no llegaron de la noche a la mañana.
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Para evitar el plástico hay que tener siempre la guardia alta, dice. En la verdulería, por ejemplo, Dafna lleva sus propias bolsas de tela para evitar las bolsas pequeñas que se usan para cada tipo de verduras o frutas. Además, dice, suele simplificarle la compra porque ya sabe qué cosas necesita cada semana. "En Buenos Aires se instaló el uso de la bolsa reutilizable gracias a la ley. Pero lo cierto es que todos tenemos un ejército de bolsas reutilizamos y está mal porque significa que no las estamos volviendo a usar. Si las coleccionamos es peor, porque la huella de producción es mayor que la de una bolsa tradicional", dice.
La reacción ante el no de Dafna es dispar. Por un lado, cuando dice que no quiere la bolsa o el vaso plástico, algunos vendedores se la quedan mirando, como diciendo "pero es gratis". Como si lo descartable fuera un derecho adquirido. Pero también es una buena oportunidad para conversar con otros clientes que le preguntan por qué. "Al principio me preguntaban si era más económico. Ahora, muchos entienden a qué apunto y les da una idea para hacer lo mismo", agrega.
Ante el acto automático requiere que estemos atentos y digamos no, yo sin cucharita
"Yo no demonizo el plástico. Es un material que nos trajo mejoras en muchos aspectos. Hay usos específicos. Lo que yo pido es por favor no más plásticos descartables. En todo lo que es salud, en jeringas, en materiales estériles, en cuestiones que interviene la bromatología no se debe prescindir del plástico. También en esto se está avanzando y se están desarrollando plásticos biodegradables, hechos a partir de materiales vegetales, en lugar de utilizar hidrocarburos. Pero los plásticos que se usan para la salud deberían ser la última batalla que libremos", explica.
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La decisión de llevar su propia botella y llenarla con agua de la canilla es uno de los hábitos que más se ha contagiado entre sus seguidores. "Se descartan millones de botellas por minuto en el mundo. Muchas de esas botellas son de agua, cuando en muchas ciudades el agua de red es potable. Podríamos utilizar una botella reutilizable. No necesitamos que el agua, que en la mayoría de los casos no es ni es mineral, viaje cientos de kilómetros. Esto va generar resistencia de la industria", apunta.
Por supuesto que es más cómodo salir de casa sin una cartera tan equipada. Pero, dice, vale la pena el esfuerzo. "Hay muchos productos que estamos consumiendo a los que podríamos buscarle alternativas. El plástico existe desde hace unos 70 años, menos que una vida humana. Pero es un material que dura 400 a 500 años. Es decir que los primeros plásticos todavía no se llegaron a degradar. Es más, si Colón hubiera traído vasitos plásticos en las carabelas, todavía seguirían en América. En un microsegundo en la historia de la humanidad, llenamos el planeta de plástico. En la exploración del océano más profundo, encontramos plástico y en la cima de la montaña más alta, también. Esta es una crisis de magnitud enorme. Pero tenemos que empezar a cambiar toda esta comodidad que nos trajo el mercado", asegura.
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