La juventud de Roberto Arlt: un amigo, una esposa, un consejero y un libro
En 1917, Conrado Nalé Roxlo conoció a quien sería su amigo de toda la vida: Roberto Godofredo Chistophersen Arlt. Fue en una de las tantas tertulias que convocaban a los hombres de letras. En este caso, se trataba de la que se llevaba a cabo en la redacción de La Idea, una revista ubicada en el barrio de Flores donde ambos vivían. Nalé tenía 19 años y Arlt, 17.
Como toda tertulia literaria, la de La Idea tenía sus reglas y los asistentes las respetaban con mucho celo. Entre ellas figuraba el té de las diez y media. Se repartía entre todos y era el anuncio del final de la noche: a las once la reunión concluía sí o sí. El límite horario favorecía a los más jóvenes, ya que por más que en ese tipo de encuentros se mostraban independientes, muchos debían regresar temprano a su casa para evitar un reto o un castigo de los padres. No era el caso de Conrado y Roberto, quienes manejaban sus horarios con flexibilidad. Al conocerse sintieron esa afinidad, esa empatía que cada cual logra solo con pocas personas.
A las once abandonaron la reunión. Arlt propuso que continuaran la charla en la confitería La Perla (avenida Rivadavia y Rivera Indarte). Esa trasnoche se hicieron amigos inseparables. En los casos en que alguno de los dos viajaba, mantenían el contacto a través de copiosa correspondencia. Arlt, quien había conseguido trabajo como distribuidor de papel para envolver, lo empleaba para escribirle, con su característica letra muy pequeña. Nalé Roxlo recuerda, con naturalidad haber recibido una carta escrita en treinta y ocho papeles de envolver, cuya lectura demandaba aproximadamente una hora. Arlt era una máquina de escribir humana.
Fue a través de la cuantiosa correspondencia que Conrado Nalé Roxlo se enteró los detalles de uno de los romances más inestables de su amigo. En 1920, Arlt cumplía el servicio militar en Córdoba. Cierta vez fue al cine y durante el descanso de entreacto se topó en la sala con las hermanas Antinucci, que tenían nombres de óperas. Se llamaban Aída y Carmen. Roberto posó su mira en la joven, delgada, introvertida, rubia, suave y muy atractiva Carmen, que era cuatro años mayor que él.
A pesar de la resistencia inicial de María Palumbo, la madre de Carmen, contrajeron matrimonio el 31 de mayo de 1921, cuando él terminó el servicio militar. A esa altura, ya el romanticismo inicial había decaído. La explicación debe buscarse en la inestabilidad emocional de Roberto Arlt quien toda la vida condujo sus sentimientos como por una montaña rusa.
Si quisiéramos construir un álbum de recuerdos del casamiento a partir de lo que han escrito los biógrafos y el propio Arlt, las escenas clásicas de abrazos, besos, algarabía, luna de miel y emociones quedarían al margen. El matrimonio de Roberto y Carmen es recordado por dos cosas: la jugosa dote de 25.000 pesos que recibió el novio y la noticia -callada hasta que se celebró el matrimonio- de que la novia padecía de tuberculosis, lo que significaba en aquel tiempo una vida limitada.
Los resabios del amor dieron su fruto: nació Mirta Electra, quien llevó un poco de sosiego a las tormentas caseras. Carmen dio a luz en Cosquín y los Arlt también pasaron una temporada en Las Perdices, cerca de Villa María, unos doscientos kilómetros al sur de la capital de la provincia. Gracias a la paciente investigación de la escritora Liliana Marescalchi pudo establecerse que Arlt solicitó el permiso del Concejo Deliberante de Las Perdices para instalar "un surtidor en la vía pública". El 10 de febrero de 1924 los concejales concedieron el permiso. Una frase rondaba las tertulias literarias: "el escritor, de algo tiene que vivir".
Lo cierto es que la fortuna nunca premió a Arlt con algún negocio salvador. Enemistado con su familia política, regresó a Buenos Aires, de donde había partido soltero hacía cuatro años, y se instaló en la casa de sus padres. Consiguió trabajo en una gomería del barrio. Con los últimos pesos de la dote compró un terreno en la calle Lascano, en Villa Devoto. Su amigo Conrado Nalé Roxlo lo empujó a que desembarcara en el periodismo. Ingresó al staff del legendario periódico Última Hora.
En mayo de 1925, Arlt y Nalé visitaron a Ricardo Güiraldes, quien por esos días creaba su Don Segundo Sombra. El joven Arlt le mostró a Güiraldes una novela que había escrito. Güiraldes le recomendó a Arlt que le cambiara el título (en vez de La vida puerca, sugirió que la llamara El juguete rabioso) y además lo convenció de presentarse en un concurso. Fue un buen consejo: la novela fue premiada en octubre de 1925. Además, se sumó una propuesta laboral y en pocos días Roberto Arlt se convirtió en secretario de Güiraldes.
Los dos libros más importantes que se publicaron en 1926 fueron, precisamente, El juguete rabioso y Don Segundo Sombra. Así, el joven Arlt inició su carrera literaria con notable suceso.
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