La japonesa que escuchó a Piazzolla y se divorció para poder venir a tocar el bandoneón
El amor por el instrumento la llevó a disolver su matrimonio; hoy continúa perfeccionándose en el conservatorio y pese a que empezó tocando tango, prefiere el folklore y la música clásica
Kikuko Inhohara tiene 48 años, es japonesa y llegó a la Argentina hace once años. Nació en Hiroshima y estuvo casada, pero se divorció por su pasión por el bandoneón.
En su país escuchó por primera vez el sonido del instrumento con el que luego se perfeccionaría y tomaría clases hasta la actualidad.
“A la gente le llamó la atención que tocara y a mi marido y a su familia no les gustó. Japón es muy machista”, recuerda Kikuko y cuenta que su caso era tan novedoso que los medios japoneses le hacían entrevistas y su rostro salía en los diarios, lo que generó resquemores en la empresa familiar de su marido, que se dedicaba al negocio de venta de autos y camiones.
“En el año 2000 iba manejando mi auto y escuché a Astor Piazzolla”, dice Kikuko y recuerda que, como no había tanto acceso a Internet, compraba discos y los escuchaba para acercarse a los sonidos que tanto le atraían.
Al tiempo, en su ciudad, se realizó un festival con la participación de un bandoneonista. “Fui tres meses para ver cómo tocaban y le compré un bandoneón; al principio no sabía cómo empezar. Existen cuatro tipos de bandoneones, con diferente ubicación de los botones. Actualmente toco el diatónico”.
Debido a que su matrimonio estaba lleno de sobresaltos y Kikuko no pensaba abandonar su nueva vocación, decidió divorciarse en 2005. Al año siguiente viajó sola a la Argentina en busca de mayor libertad. Recién llegada al país, vivió en Avellaneda con una familia de ascendencia japonesa. “En Japón escuchaba cursos de español por radio y acá tomé clases de castellano. Participé tocando el bandoneón en grupos de tango y en 2010 ingresé al Conservatorio Superior de Música Manuel de Falla”, relata.
“Me gustaba el tango, pero ahora prefiero el folklore y la música clásica. El tango me gusta pero la letra es triste. Mi carácter encaja mejor con el folklore”, sostiene la mujer, que en su tono suave y en sus ideas da señales de timidez y corrección. “Para los japoneses es vergonzoso abrazar”, remarca. Además, descarta de plano la creencia de que en Japón el tango sea un furor. “Lo escucha un 1% de la población, pero ese segmento es muy apasionado”, reconoce.
Kikuko toma clases de bandoneón semanalmente y trabaja como moza en Ichisou, un restaurante de comida japonesa. “Vienen argentinos, orientales y brasileros. Muchos no conocen la comida. El japonés reserva un horario y es puntual o llega antes. Acá llegan tarde y cuando reservan para cinco personas vienen siete o trece”, se queja.
El padre del dueño del local también tenía un bandoneón pero dejó de tocar y ella pudo comprarlo en cuotas. “Me emocioné cuando lo compré, es marca AA, estaba en muy buen estado y como empleada me lo dejaron a buen precio. Todos quedamos contentos, yo por adquirirlo y los dueños del restaurante porque cuando alguien toca el instrumento es como que sigue viviendo”.
Kikuko toca zamba y chamamé. “Quiero que me identifiquen por mi estilo”, afirma y relata que en muchas ocasiones toca junto a su actual pareja, un argentino que es guitarrista y al que conoció en un peña. Están de novios hace dos años y ya viajaron juntos a Japón, donde Raúl pudo conocer a su familia política.
Costumbres argentinas
"La gente es simpática y cariñosa, me gusta que en las calles la gente exprese su bronca como pasa con los cortes de calles o los piqueteros. En Japón la gente aguanta todo y luego mueren de estrés o se suicidan", compara Kikuko. "Japón es machista, acá me sorprendí, te abren la puerta para pasar; en Japón, por ejemplo, el hombre come antes que la mujer”, señala la bandoneonista.
Entre lo negativo de la Argentina, Kikuko apunta a la inseguridad y la inflación y cuenta que en febrero pasado volvió a visitar Japón y que "en 20 no cambiaron los precios, hay deflación”.
"Me encanta acá, me acostumbré. Sólo extraño algunas cosas de electrónica que acá son malas y caras. Un último modelo de acá, ya lleva años en Japón. A veces extraño la comida. Todos los días tomo mate amargo con jenjibre, que es más parecido al té verde. Me gusta el asado, porque allá es más finito; acá el vino es muy rico y de buena calidad", dice Kikuko.
Un punto en contra que observa en nuestro país está referido a la música: “En Argentina se escucha mucha música yankee y regaetton; hay mucha música argentina que no se escucha en la radio o en las publicidades. Casi no hay programas de tango, parece que es para extranjeros o viejos; y el folklore para gente de campo o sólo para festivales, creo que la culpa es de los adultos que no enseñan a los chicos", reflexiona.
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